viernes, 4 de marzo de 2011

Tres de la mañana.

Tres de la mañana. Desperté. Siempre despierto en esa hora en mis sueños, y cuando despierto en la realidad, siempre me cuestiono con una taza de café, ¿por qué las tres de la mañana? No tienen nada de especial, es una hora muerta; estéril. Nada pasa, nada suena. Ni siquiera es media noche, no hay pensamientos perdidos, no hay sentimientos que llegan con horas de retraso. No hay absolutamente nada.
...así pasan los días, hasta hoy, que desperté de verdad.

Y no, no pude volverme a dormir, no intenté mucho, de hecho no fue más de un cuarto de hora, nunca me gustó dar vueltas en la cama sin propósito alguno. Las sabanas simplemente no me iban a permitir estar cómodo, y me paré.
Todo estaba frío, la madrugada misma se estaba congelando, lo sentía en mis pies entumecidos, lo sentía en el escalofrío que recorría mi espalda y en el viento gélido que pasaba por mis oídos y mis labios.
Caminé por todo el desolado lugar, con la extraña sensación que era un vampiro, que mi tiempo había pasado siglos atrás, como un viejo reloj en una casa moderna... como adorar a un Dios pagano en un pueblo católico, como un maniático despierto muy temprano en la madrugada caminando errático sin razón alguna. Ese maniático era yo.

Pero yo no era un vampiro, no era un demonio, no era un licano, no era un cadáver, no era un fantasma, no era un recuerdo, yo no era nada. Tal vez un simple humano... pero estaba muy lejos de serlo, y aún más lejos de ser incorpóreo. Era un cuadro en blanco en su mínima expresión. Yo era el aire que se respira a las tres de la mañana, que pasa por ahí sin ser notado. Que se va sin ser notado. Que nadie excepto yo puede decir que existe en este preciso momento. Pero nadie más que él puede testificar mi existencia.
Somos la nada y en la nada divagamos.

Después de acostumbrarme al frío, y a la oscuridad, y al dolor por los golpes en mis piernas con los objetos en la habitación que recibí antes de acostumbrarme a la oscuridad, caminé por toda la casa, y abrí las cortinas, y recordé que tenía ventanas. Vi por las ventanas, cinco minutos, diez minutos, después de eso ya no eran ventanas, eran un espejo de mi alma, y mi alma eran las calles. Las calles vacías, con indigentes, con animales callejeros que nadie quiere, con las hojas muertas de los árboles y la lluvia caída en horas más gráciles, en resumen, un lugar casi vacío, tan solo ocupado por todo aquello que la gente, incluso yo, prefiere evitar.
Pero que no es como el cuadro blanco, que al contrario, es más negro cada vez.

Me aparté de la imagen deprimente de la ventana, pero no cerré las cortinas. Soy perezoso. Soy olvidadizo para todo aquello que es importante para mi, soy mi enemigo, mi propio obstáculo, la meta demasiado alta para alcanzar. Soy aquél que, también es egoísta y posesivo, y por eso no ha muerto, pues no va a dejar de poseer a la vida.
Soy el único realmente dueño de su vida, soy aquél, que es vida y es muerte, y también es agua estancada. Soy las algas de la marea roja que matan lo que está a su alrededor. Soy el veneno para ratones que toman los hijos de las madres descuidadas; para ser más venenoso, debo ser mas tóxico, y para intoxicarme, ¿qué mejor que un cigarro?
Caminé hasta el comedor, cogí la caja de piel-roja, saqué un cigarrillo, siempre por el lado contrario, que se consuma como mi vida: del final hasta el principio. Yo, al igual que el indio, muero quemado primero, y me entierro en mis cenizas.

Cogí un cerillo, uno de esos de madera que suelen partirse, y después de gastar tres, te quemas el dedo. ¡Oh! Sorpresa. Prendió a la primera. Me quemé de todas formas. Encendí el cigarro quemándome las cejas con la llama de la cerilla, maldije mentalmente durante el proceso, y después boté la cerilla a donde cayera, sincronizada con la primer bocanada de humo, humo gris y vacío, con un olor que marea; el particular aroma del pielroja que tiene un toque muy particular mezclándose con el de los libros viejos. Ese olor que todos odian, que es demasiado fuerte, que hace que todos lo odien. Es una de las cosas que me gusta de esa marca en particular; el que no tiene filtro. El otro es para maricas.

Caminé lentamente hasta una silla. No estaba cansado, pero quería sentarme. Soy un hombre sedentario, que básicamente, no hace nada con su vida. Pensé en eso mientras me sentaba, y después de unas bocanadas más, vino el típico dolor en la garganta, es otra de las cosas que me gustan del pielroja. Siempre hace que esté de mal humor. Si no me quemo, me trago parte del tabaco, o me duele la garganta, o me regaña la mujer con quien salgo por su olor. Sumándose a la característica charla de todos de 'el tabaco te va a matar'. Es falso, la vida te va a matar. ¿Recuerdan? Yo poseo la vida, soy yo quien se deshace de ella.

-Escucha nena, no eres tú, soy yo. En realidad es alguien más. El otro día conocí a la Muerte, y, ella es más linda que tú, más arriesgada, más misteriosa. Esto ha durado mucho tiempo y creo que es lo mejor para los dos. Espero que sigamos siendo amigos, no importa si no me entiendes ahora, Adiós. - O algo así pensé que le iba a decir. Desvarío.

Pasados diez minutos, el cigarro también murió. No sin antes quemarme los dedos. Volví a maldecir. Estaba mareado, volvía a sentir el sueño... pensaba con claridad y eso era malo, hacemos las peores estupideces en estado de lucidez. Podría hasta pensar en rehacer mi camino, y limpiar mi alma, dejarla tan hipócritamente transparente como todos desearían verla... aunque a mi me guste oscura. Sería el perro de los deseos ajenos, y nunca se haría mi voluntad, ni en la tierra, ni en el infierno. Era momento de volver a la cama, a maldecir a las sabanas. A maldecir a la almohada, a maldecir el tiempo, y la distancia, y la ausencia, y el desgano, y al deseo. A pensar que el amor no existe, y a sentirme enamorado de aquella chica de piel muy pálida, y sentir como las hormonas me juegan malas pasadas.

Pisé la ceniza en el suelo, como piso mis sueños cada día, y me acerqué a la ventana a ver nuevamente lo que sé que no está ahí, y solo había neblina. La calle estaba llena de aire condensado como está llena mi alma del humo del cigarrillo. Deseé ver lluvia ácida, para hacer una analogía a las drogas y el alcohol que suelen ahogarla de vez en cuando. No pasó. No pasa nada de lo que deseo, y por eso deseo muchas cosas, de esa forma todo sigue igual, pues es lo único que realmente no deseo. Qué mierdero.

Cerré las cortinas, me volví a golpear con todo, volví a perder el sueño, y me volví a acostar, y una vez pude dormirme, soñé con ella, que éramos Sven y Amarilla y nos embriagábamos con vodka en una playa inexistente, que eramos bohemios en París y bebíamos vino barato haciendo poesía aún peor que la mía hasta la madrugada; que eramos perros persiguiendo gatos... fuimos leones devorando humanos, y fuimos humanos comiendo sueños.
Soñé que ella no existía, y no tenía que contradecir mis palabras sobre la bioquímica del amor cada vez que pensaba en ella. Deseé no despertar, para vivir en un mundo sin ella, por siempre extrañando algo que no existe... en ese momento desperté; desperté pensando en ella.


3 comentarios:

  1. como siempre genial, lo dije en el "prologo" su habilidad para escribir en diferentes facetas, diferentes contextos y sobre diversos temas sin llegar a perder nunca su identidad literaria es grandiosa! ademas hay que decirlo, progresa a cada escrito y puede volverse un poco adictivo leer sus escritos, siempre es un gusto enorme leer algo de calidad, y por ende siempre será un gusto enorme leerle.

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  2. magnifico como siempre, me encanta la forma en la que expones tus sentimientos sin llegar a ser monótono o repetitivo, me encanta como escribes lo sabes! excelente escrito

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  3. Con este son 3 escritos que he leído en este blog, todos recientes pero elegidos al azar.
    Aunque encuentro un tanto interesante los temas que suele tocar y asociar con una voz personal, siento un poco de hipocresía o escepticismo por su parte, como escritor, hacia lo que escribe. Me atrevería a decir que muchas veces se siente obligado a escribir, puede que sea por presión externa o convicción propia, de manera que las imágenes que presenta se ve forzadas y/o maquilladas para lograr un objetivo, para quitarse de encima esa presión.
    De cierta manera me parece bien que lo haga, pues la única manera de progresar es a través del ejercicio, pero le recomendaría que se libere de esa tensión que alcanza a transmitir y si quiere seguir ejercitando, busque otras maneras de hacerlo.

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