lunes, 14 de noviembre de 2011

Nostalgia

Cuando por fin se rompió el silencio, cuando, por fin el conocido y añorado rumor de su voz volvió a mis oídos, cuando sus labios musitaron aquella noticia, temida e inexorable, me encontré haciendo lo único que siempre deseé no hacer: saturé mi cabeza, para no pensar. Llené mi mente de cálculos, de cualquier cosa que me mantuviese alejado de la realidad. Mi subconsciente dominaba mientras yo, encadenado a la bruma, gritaba en desesperación.
Tanto en la bruma, como en el intransigente encierro mental, me encontré abrazando un recuerdo incorpóreo; hundido en un solo acto de locura. Me vi a mí mismo embriagado con la idea desquiciada de una dimensión paralela en donde aún no perdía mi mente, ni desvariaba en copas de coñac.
Me vi desaparecer en el titánico agujero negro de soledad, que producía el reflejo de sus ojos, ahora inalcanzables.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Nota del autor. -no es escrito-

Si tengo el blog un poco descuidado, es porque la universidad no me ha dejado mucho tiempo, y, me tomé un ligero descanso para evaluar el rumbo de mi escritura. De todas formas, ahora que se acercan las vacaciones, trataré de actualizarlo más seguido, y, bueno, eso.
Para los lectores que se comunicaban conmigo vía formspring, supongo que ya sabrán que lo cerré. Pueden, de todas formas, comunicarse conmigo vía twitter. @HagarEinherjer
Eso es todo. Saludos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Prosa pérfida desvariante.

El sonido barroquiano del clavecín me introdujo lentamente en un mundo irreal y paralelo, caí en sopor. En la seguridad del sopor, no me sentí perseguido, de repente, ya no estaba solo, y me dormí. No estaba en un lugar en específico, y no podía distinguir la época, todo parecía extrañamente igual, en el vacío. ¿Estaba realmente dormido? No sentía diferencia alguna, aparte de esa extraña sensación de tranquilidad, no era familiar para mí, no hacía parte de mi realidad, y por eso supe que estaba soñando.
Soñé que ella seguía aquí, viviendo, que era la luna, y yo era sol y estrellas, me vi a mí mismo a su lado, la protegía, mis brazos se entrelazaban en su cuello, y ella respiraba despreocupada. Soñé que había una sonrisa en sus labios; una sonrisa sincera y totalitaria, no había espacio para la tristeza en ella, porque, en este extraño sueño, la cálida caricia incorpórea de su risa, era el único sentimiento que salía de sus labios, y en sus ojos no había vacío ni melancolía ocultándose detrás de esa máscara que ella tenía para no hacerme notar que gracias a mí, era miserable.
Soñé que no había un nudo que quemaba mi garganta, ni un agujero negro en mi pecho que congelaba mi corazón, y mis venas, porque, en ese lugar, ella se encontraba conmigo, y ella curaba mis heridas, y purificaba mi sangre y que en ese entonces, mi existencia no se resumía ni encajaba a la perfección, en la palabra perfidia, porque ella hacía de mí alguien mejor.

Al despertar, noté que estaba soñando con el pasado una vez más, en esa época en la que mi cielo todavía no me había traicionado, y el veneno que se desprendía de mis besos, no había marchitado su cristalino corazón. Al despertar, recordé que cuando ella se fue, mi vida se apagó.

N/a: la ultima frase hace referencia a erase una vez el amor, pero tuve que matarlo.
Helga, shafka jalan atthirari anni. <3

domingo, 9 de octubre de 2011

Ella desaparecía.

Ella desaparecía, y yo no lo notaba. Pasaba por alto que estaba cada vez más ausente.
Ella desaparecía, y yo seguía ahí, viéndola; creyendo ingenuamente que todo seguía igual.
Ella desaparecía... estaba muriendo, yo no me daba cuenta.
Ella desaparecía, y yo seguía en la jaula donde una voz incorpórea susurraba tenue y repetidamente que todo estaba bien.
Ella desaparecía, y las cadenas me subyugaban a la ignorancia, como un velo que cubría mi rostro...
Ella desaparecía, y yo estaba alejándome de ella.
Ella desaparecía: yo seguía existiendo.
Ella desaparecía y el brillo de sus ojos ahora trémulo, me sacó del trance nebuloso en el que estaba.
Ella desaparecía, y corrí desesperado, tratando de alcanzar una meta imposible, mientras ella desaparecía, yo trataba de darle la mano, de no dejarla caer en el abismo: no eran más que fútiles intentos.
Ella desaparecía, y ahora, inconsciente, yacía acostada en mis rodillas.
Ella desaparecía, el aliento de la vida se le escapaba... yo la miraba, como un niño que contempla una colmena de abejas incendiándose.
Ella desaparecía, sus costillas protuberantes se pegaban a su piel, y sus pulmones eran casi visibles, y sus venas transparentes.
Ella desaparecía, y yo sostenía sus manos esqueléticas, con mis ojos nublados por el velo, desvariaba.
Ella desaparecía, y yo podía ver que las cuencas de sus ojos estaban ahora vacías, y que ya no podría ver nunca más la luz de la luna iluminándonos en el reflejo de la lluvia.
Ella desapareció, y yo me quedé sentado en la tierra, aferrándome a un recuerdo etéreo.
Ella desapareció, al igual que el sol, la luna y las estrellas.
Ella desapareció, y yo seguí existiendo... y maldije a la muerte al no desaparecer con ella...
Cuando ella desapareció, yo me dejé caer al abismo, solo para encontrar que estaba de nuevo en la jaula, sujeto a las cadenas de su memoria.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Succubi

Las nubes antecedieron la bruma, esta, a su vez, atrajo a las tinieblas, en las tinieblas no hubo luna, ni luz en cera que pudiera disipar la niebla.
Ninguna antorcha, ni luz, ni estela, nada más que tiniebla. Parpadeé, lo hice con fuerza; convenciéndome después de un tiempo que no había diferencia: ojos cerrados o abiertos, la oscuridad era la misma, la oscuridad no evanescía, la luz estaba desterrada.

Caí en el sopor, obligado por el aire denso, aún frío, de la mano de la luz ausente, mezquina. No hubo sin embargo diferencia alguna entre sopor y lucidez, nada que me permitiese saber en dónde estaba en realidad... una cama, el bajo astral, el Hades.
El aire se hizo prescindible, así como la vida, así como la realidad; a lo largo del túnel incierto en el que estaba, eché de menos mis sentidos; ahí estaba yo, en medio de la nada, adormecido, como un anciano de ojos débiles, pasos lentos, pulso trémulo, hablar sereno, de oídos debilitados y reflejos entumecidos, como si la luna con su ausencia se hubiere llevado hasta la última gota de vitalidad de mí.

Ansié despertar, pero, ¿estaba realmente dormido? y entonces la sentí: la fragancia inconfundible de los pétalos de una rosa primaveral que, al alba, aún se aferra a los dedos sempiternos de la nieve, que guiaban un abrazo inexorable de singular calidez, matizando con el gélido ambiente circundante, y reconocí con los sentidos adormecidos, la suavidad propia de la seda; del abrazo inconfundible de una amante.

Sus dedos recorrieron mi espalda, oí su voz musitar palabras que mi mente no podía procesar... y traté de abrir los ojos para ver sus labios, ver el brillo de sus ojos, aún así, estaban abiertos, pese a la distancia milimétrica, todo seguía oscuro, como si no estuviese ahí. Sus labios rozaron los míos, la respiración agitada que emitía se posó en mi cuello, alejándome completamente de cualquier recuerdo hostil, y, por ende, del mero principio de la existencia, pues nos fundimos, de repente; y ya no hubo lugar para pensamientos, ni una voz interior hablando, ni la vitalidad que restaba en mí, que, de repente, se evaporaba, dejándome satisfactoriamente vacío, como en una nube de éxtasis...

Y entonces, desperté, todo rastro de ella no estaba, ni del fuerte peso que sometía a mis sentidos, ni del sopor sempiterno que me embriagaba, tampoco había rastro de mi vida, que, con ella, había desaparecido, no quedaba nada más en aquél lúgubre lugar que los restos de un hombre que ya no se aferraba a su existencia, con sangre en el pecho, y la huella en cenizas del beso de una succubo, que  mientras él, por primera vez se sentía completo, drenaba todo lo que alguna vez hubo en él, para siempre.

N/a: Dedicado a Helga, mi sueño lúcido, quien en vez de nutrirse de la llama de la vida que hay en mí, la alimenta; la hace más brillante. <3

miércoles, 31 de agosto de 2011

"La traté mal muchas veces porque estaba desesperado pero la quería más que a mi vida, y cuando ella se fue mi vida se apagó" - Erase una vez el amor pero tuve que matarlo, Efraim Medina Reyes.

domingo, 21 de agosto de 2011

Luna de mi vida

N/a: Yer jalan atthirari anni, Helga, khaleesi. ♥

Paso mis dedos por tu silueta, inalcanzable. Acaricio el vacío, idealizo en él tu presencia. Cierro mis dedos alrededor, y solo encuentro aire que huye también, quedo como al principio.
Busco el calor de un cuerpo cercano en la noche, pero solo encuentro la tórrida indiferencia de una fogata, que ilumina el bosque, en donde me encuentro perdido, buscándote.
El humo de la madera que se aleja de esta vida se alza a la inmensidad, a alcanzarte, más el insípido blanco que cubre el cielo responde en negativo, me devuelve a donde estaba, el inerte sonido de la danza entre carbones incandescentes, el bosque fundido en el olvido, y mi errático pensar.

Pasan los días, evanesces, sé que estás a mi lado, más para mis ojos eres etérea. Siento tus palabras de niebla rodeándome, me ahogan, pero no es más que viento para mis insensatos oídos humanos, que se ponen en mi contra, me traicionan, no me dejan alcanzarte.
Pasan entre mis venas, gotas amargas de sangre desteñida, aunque tu amor rodea mi ser, me cobija, mi corazón hecho de cenizas no me permite sentirlo, ni sentir el palpitar tan propio de él, enfermo, palpitar que bombea sangre blanquecina, palpitar que me debilita, me encadena a una dimensión maldita donde no puedo encontrarte, ¡oh!, luna de mi vida.
... Me aferro a tu silueta, a la luz que en campo abierto me protege, me ilumina. Te veo de lejos, infinita. Te siento arcana, te deseo corpórea, te sueño factible, más, desde mi prisión de carne y hueso, te reconozco imposible; luna de mi vida, ¡y quisiera ser un lobo!, aullarle al reflejo de tu imagen perfecta en el estanque de lágrimas perdidas, y una vez más, acaricio tu figura, invisible, y te hago dueña de lo que queda de mi vida, pues la locura me consume, me vuelve volátil; miscible.

Haces arder la sangre incolora en mi pecho, y estrangulas mi garganta con el nudo de tu ausencia, y sin embargo sigo aquí, moribundo, sin un par de alas para alcanzarte.
Solo puedo esperar, incinerado, a que la muerte me sonría, a que, como una ventisca de nieve, eleve mi alma hasta una dimensión desconocida, en donde al morir, no seas incorpórea, ni te oculte la neblina, donde, etéreos, inciertos e imposibles, podamos reunirnos, luna de mi vida.


martes, 2 de agosto de 2011

Historia de amor.

La vi caminando, tan linda ella, pasaba por la candelaria, la seguí. Llevaba unos audífonos blancos, como de iPod, y, al parecer, estaba sumergida en la música, caminaba sin preocupación alguna. Sin embargo, yo era cauteloso.
Caminábamos al mismo paso, ella parecía apurada, yo, parecía que medía con los pies. Era totalmente comprensible, después de todo, no era un buen sector de la ciudad para que una mujer caminara, de noche. Y, por su figura, no parecía tener edad para beber, de hecho, parecía de unos 16 años, tan rico. Yo, por otro lado, casi doblaba su edad, ya había pasado por todas las etapas que un hombre sano debe vivir, para dejar de ser sano, y, claro, yo no bajaba de degenerado, chirrete, escoria, lacra, garbimba, escoria. Desvarío.

Muchos como yo, casi como yo, también se habían fijado en ella, era una niña muy linda, pero, comprendían al verme, con la mirada fijada siempre en ella, que ya era mi presa, que no tenían nada que hacer ahí. Yo era el macho alfa de ese lugar, por supuesto. Nadie se había atrevido a interponerse en mi camino, desde el tipo al que le quite la lengua, vivo, y le pateé las bolas, mientras se desangraba por la garganta hasta morir. Después, le corté la verga, y la clavé a un poste. Salí en las noticias, desvarío.

Ella caminaba como perdida, como si la fueran a matar en cualquier momento, se oía su respiración agitada. Yo no podía dejar de fantasear con su respiración agitada, en otra locación, con las dos cabezas. Mientras mi mente y falo se regodeaban en su inmundicia, algo inesperado pasó: un habitante de la calle, un gamín cualquiera, desconocido para mí, se acercó a ella, a pedirle dinero, dándole indicaciones de no correr. Puta mierda.
Yo seguí caminando, al mismo paso, haciéndome el desentendido. Cuando él me vio y cruzamos miradas, se disculpó con la niña, acto seguido, empezó a correr. Ella, totalmente atónita, miró a su alrededor, solo me vio a mí, por supuesto. Era unas escena que carecía de sentido para ella, pero para mí, tenía todo el sentido del mundo, nada en mis planes se había alterado.
Ella balbuceó unas palabras, yo fingí no escucharla, y seguí caminando, ocultándome en la bruma, sosteniendo mis manos contra un poste, que estaba justo en la entrada de un potrero, en el barrio Egipto, el único camino disponible hacia cualquier rumbo, a menos, claro, que ella quisiera reencontrarse con el indigente, y todos los demás indigentes que se habían intimidado por mi presencia, haciendo que ella siguiese sana y salva. Caminó hacia mí, la noche me sonreía, con jubilo.

Caminó tan rápido como pudo, yo, esperé a que se adentrara, cuando iba llegando a la mitad del lugar, la parte más oscura, avancé rápidamente, con grandes zancadas, tratando de no hacer ruido. Ella no me vio, pero cuando trató de dar un paso más, aparecí.
Golpeé con fuerza moderada sus costillas, para debilitarla, y pasé mi mano sobre su hombro, tapando su boca, impidiendo que un grito de pánico y dolor arruinara todo, afortunadamente yo sabía lo que estaba haciendo. La despojé rápidamente de su chaqueta, era de cuero, negra, con cremalleras y broches plateados, que se veían a gran distancia. Abajo, tenía una blusa blanca, muy ceñida, y que marcaba a la perfección sus pechos, que, para su corta edad, no estaban nada mal. La rasgué, quedó expuesto su sujetador, ignoro el color, era oscuro en todo caso, por la reducida luz, no se veía nada más. Ella trataba de soltarse, naturalmente, sus esfuerzos incansables, pero en vano. Eso me gustaba, me generaba una erección. Una vez soltado el sujetador, un pequeño golpe seco cerca del omóplato bastó para hacerla perder el equilibrio, y procedí a tumbarla al suelo, quitando su pie de apoyo. La caída fue suave, por supuesto, yo la sujetaba, no quería ensuciar su rostro con sangre, ni barro,en cambio, estaba bañado por las lágrimas que comenzaron a fluir una vez descubrió hacia dónde iba todo esto. Era una chica perspicaz, me gustaba. Acaricié sus nalgas, y bajé su pantalón de cuerina lentamente, dejando expuestas unas delicadas bragas blancas, así que, mientras acababa de desnudarla, pasé mi pulgar sobre su coño, y acto seguido, mordió mi mano. No le dí importancia, seguí en mi labor.
Una vez estuvo todo preparado, sin ningún afán bajé la cremallera de mi pantalón, saqué mi verga, y la pasé sobre su culo un rato, solo un rato, era suave y tierno, tan hermosa, pensé. Acto seguido, besé su cuello, sentí como un escalofrío la recorría, feliz navidad, le dije, e introduje mi polla hasta el fondo, con gran dificultad. Dudé si era virgen, no encontré himen en el camino, pero por el dolor que parecía sentir, no creo que hubiese tenido una experiencia de índole sexual alguna vez. Hombre afortunado, pensé. Pocas veces puedo deleitarme con una virgen, pensé.

La faena siguió durante aproximadamente media hora, con la misma potencia que al principio, sin ninguna consideración, sin detenerme a atender su dolor, amaba esos espasmos de dolor que la recorrían, estaba enamorado de su sufrimiento, y, claro, podía hacerla sufrir más. Saqué mi polla de su vulva, y que apuntaba a la luna. Con gran dificultad, usando una sola mano, separé sus cándidas nalgas, e introduje mi verga en su ano. Las lágrimas volvieron a humedecer mis dedos, y yo estaba en el paraíso, mientras ella se quemaba en el infierno. Así es el amor, en todo caso. Seguí, no por mucho tiempo, estaba demasiado excitado, entre otras cosas, por su tristeza. Cuando estuve listo para venirme, recordé algo que había leído en internet, donkey punch, le decían, así que la golpeé con todas mis fuerzas cerca de la nuca, y, cuando el espasmo llevó a que apretara el culo, me vine, sintiéndome una vez más, en el paraíso. La noqueé, creo. No me importó, me limpié con sus bragas, y la limpié a ella también. Como estaba dormida, aproveché para morder sus tetas un rato. Me volví a excitar. Esperé a que despertara. Pasó media hora, creo, pero despertó. Si yo fuera ella, hubiese fingido que dormía, ¡ay! la inocencia.
Una vez despertó, la golpeé hasta que muriera, mientras repetía el procedimiento anterior, pero esta vez, mirándola a los ojos, y sin darle ninguna importancia a que sus gritos inundaran toda la ciudad, sin importarme que sus súplicas despertaran al mismo Dios, o al diablo. Después de todo, uno no puede amar en silencio, el amor tiene que hacer ruido, y esa era mi forma de demostrarle a aquella desconocida de piel pálida y cabello negro, que me había enamorado de su sufrimiento.

N/a: Créditos a mi querida Akinisia, de quien tomé esta frase: http://twitter.com/#!/Akinisia/status/98468156930138113

sábado, 18 de junio de 2011

Quimera

Somos una sociedad averiada y petulante, bifacética, somos una sociedad amorfa regida por dos principios: el morbo, y la enfermedad.
Es por eso que nuestra mirada se educa desde una edad muy temprana para seleccionar muy cuidadosamente aquello que se debe observar de cerca. Nuestros ojos son indiferentes, cortantes, mezquinos; nos rehusamos a darle atención a aquellos que ruegan desesperadamente por ella, tratando de encajar, los convertimos en aquello que después, con vanaglorio, llamamos fenómenos. Oh, sí. Subnormales, freaks, la lista de palabras denigrantes es infinita, pues para eso se nos entrenó.

El asunto cambia notablemente cuando detectamos una pizca de morbo o enfermedad, en todo caso. Nuestras miradas giran ansiosas, tratando de buscar el espectáculo bizarro que nos puedan ofrecer unos pocos infortunados. Enfermos mentales, retrasados, gente con enfermedades sexuales, mutilados, cualquier cosa es buena para entretener a nuestro irrespetuoso y sediento ser.
No importa cuán herida esté la persona con nuestra atención cortante como dagas, así es mejor, y nos deleitamos con su sufrimiento ¡Oh sí!, ¿para qué preocuparnos? Si les damos nuestra aceptación, no hay más espectáculo, pues a su vez ellos tratan de encajar, encajan entre nosotros -o ustedes- como la paria de la sociedad, como el mutante encadenado en el circo medieval.

...pero así nacimos, y así moriremos, alimentados por la obscenidad ajena, la nuestra no importa, por supuesto, la podemos esconder.
Y es que, no hay nada mejor para nosotros que, al despertar, recoger el periódico y leerlo con un café muy oscuro, y muy caliente, que nos queme para sentirnos malhumorados todo el día, y al abrir el periódico casi sin interés, encontrar en primera plana una historia muy detallada de cómo un padre violó, torturó, mató, y volvió a violar, a toda su familia, incluyendo los bebés.
Por supuesto, es un espectáculo propio del mejor titiritero, lo importante aquí no es cuán atroz haya sido el crimen, sino poner a prueba nuestra reluciente máscara de indignación, y comentarlo con todos los demás que, junto al café negro, hicieron el mismo ritual que nosotros acabamos de hacer;  sin ningún tacto hacia los cuerpos profanados, dejar fluir nuestras lenguas mordaces hasta niveles nunca antes pensados, sentirnos alguien mejor, siempre y cuando, claro, sea porque somos -por fuera- intachables.

¡Oh!, los humanos... nacen como mamíferos, crecen como parásitos, y actúan como hienas, una vez se reúnen. Son una quimera, todos son una quimera, yo también soy una quimera. Muestran una desaprobación llena de odio a todo aquello que se sale del esquema de la normalidad, trazado por la moral de algún anciano senil. Por supuesto, hay que desaprobar todo comportamiento ajeno al trazado por unas leyes invisibles y hace mucho tiempo extintas, pues, si alguien se atreve a mostrarse simpatizante de la causa, es una vez más, parte del morbo y la enfermedad -mental- de la enajenación.
Deben mostrarse intachables, como hechos de cristal, no importa si existe algún delito anónimo, lo importante es lo que se muestra en la -pútrida- sociedad; pues está estipulado desde hace mucho tiempo, que no importa cuán dañado se está por dentro, lo importante es cuán buena sea esa máscara que deciden llevar, hasta que, después de un arrebato, cometan algún acto de locura que los dejen plasmados en las lenguas de paupérrima educación, de todos aquellos que alguna vez se hicieron llamar semejantes.

miércoles, 15 de junio de 2011

Gaspard

Existencia. Los que, como yo, estamos totalmente desligados a cualquier vínculo sentimental hacia ella, la describimos de una forma en particular: grandes contrastes. La vida y la muerte, el cielo y el mar, el fuego y el agua... todo a nuestro alrededor se basa en contrastes, si tenemos la suficiente disciplina para observar atentamente, como el cuerpo robusto de la copa rota de vino, en la que bebo ahora mismo, y el frágil y delicado reflejo inmaculado del scarbo... el scarbo incorpóreo, transparente, ebrio y juguetón, que se formaba en su espalda produciendo escalofríos, en tiempos más alegres -los de ahora son muy lúgubres-, en los que yo acariciaba su cálida piel desnuda con mis dedos, llenándome de calor en la noche más fría.

Y como de todo principio acaece un final, pasaron los días, bajó el telón.

...El calor desapareció de su cuerpo, el scarbo, murió con mis dedos, sus ojos se volvieron opacos, la vida que una vez habitó en ellos, fue robada por su sombra, que, con una vida propia con la cual podía sobrevivir sin necesidad de luz, ni de un cuerpo ajeno... la dejó sola.
Sus labios se volvieron fríos, sus manos, cada vez más pálidas. Sus dedos cada vez más tensos, y su sonrisa más forzada... ¿Era ella todavía, realmente? A veces,  pensaba que era alguien más, una mujer nacida en el invierno, que no conocía la luz del sol.
...Tal vez la luz, era la que no conocía a sus ojos.

Ella se sentaba cada día, hasta el anochecer, en el mismo lugar, no musitaba palabra, no producía sonido alguno. Su cabeza girada, como esperando eso que no va a volver, se mantenía inexpresiva: sus emociones huyeron con su sombra. Ella vestía de negro, sentada en el alfeizar con ventanas ocultas bajo tablones de madera, el alfeizar era blanco, blancas eran también, las paredes a sus lados, y el techo, el pasillo... blanco era el color que representaba el vacío en su espíritu, al igual que un niño que nace muerto, nula era la única definición, para quien miraba en su alma.
Su corazón andaba a destiempo, su pulso, era errático, desquiciado, desvariante, amorfo... era el único sonido a su alrededor, y al escuchar lentamente, se percibía como, lentamente, surgía el patrón de una melodía fúnebre, la que acompañaba al gaspard, cada noche.
Sus pulgares estaban entrelazados, estáticos, una figura trémula en sus labios, de vez en cuando se arrimaba, un nudo en la garganta que gritaba por salir en forma de llanto, pero el llanto no fluía por su rostro porque sus ojos estaban secos, y él, derrotado, volvía a esconderse, cada vez más grande, dentro de aquél cuerpo vacío donde sólo él era huésped.

Parecía una silueta, de lejos. Parecía un fantasma, de cerca... solo a pocos centímetros de ella, se notaba que era corpórea, y que estaba viva, pero nadie se atrevía a perturbar el demacrado paisaje de desolación, ni la muerte se atrevía a acercarse, y por ello, conforme las lunas pasaban, cada vez más tristes, y más congeladas... ella seguía ahí, sin envejecer, sin levantarse... y apenas respirando, por inercia.
Ella permanecía inmóvil, de un negro denso como bruma, sobre un blanco espeso como neblina. Ella seguía ahí, con la esperanza de desaparecer esbozada en el filo de su mirada perdida en algún punto fijo e inexistente.

Al final, antes que el sol se congelara, y la luna fuese consumida por el fuego, de sus ojos salió una única lágrima congelada, y esa lágrima era su alma, la cual se difuminó en el viento, y escapó de la prisión que duró mil años.
Ella, sin sombra y sin alma, se convirtió lentamente en porcelana, con los labios cerrados, y la mirada apagada, seguía viviendo, por supuesto, pero al fin, y como hace mil inviernos lo había deseado, no podía sentir nada, ni el nudo en la garganta que había escapado con su alma.

N/a: Para Ruu ♥, después de once días sin escribir en este lugar.

sábado, 4 de junio de 2011

café negro.

Sentí ganas de golpearla. La vi, y sentí ganas de descargar en ella toda mi ira acumulada, ira que ella había generado previamente -y que seguiría generando posteriormente-. Estábamos ahí, parados frente a frente, imaginé como la tiraba por la escalera, como halaba su cabello, como, con un corta uñas, laceraba su piel, tersa y cándida. Aluciné. La golpeaba en mis fantasías, mis golpes iban y venían como estruendos en una fuerte lluvia huracanada, y su sangre fluía como las gotas que acompañaban esos estruendos. La mordía, sacaba sus ojos, cortaba sus labios, quemaba sus dedos...

Entonces un sonido me trajo de vuelta a la abrumadora realidad, era ella, hablándome -aún más- disgustada, diciéndome que atendiera a sus palabras, que dejara de pensar en quién sabe qué, que no me atreviera a dejarla hablando sola. Que más me valía haberla escuchado y estar pensando en una respuesta, y por una fracción de segundo, mi mano se encaminó hacia ella, por esa milesima, todas esas fantasías se hicieron realidad, y pude saborear  el sublime caos, pero una milesima después, todo volvió a ser real, y mi mano se encontraba en su cuello, acariciando con la yema del pulgar su mejilla, diciéndole te quiero, y dándole un inexpresivo pero cálido beso de despedida en los labios, para que sus reclamos desaparecieran y yo pudiera volver a fantasear con mil formas de deshacerme de ella, como cada mañana a las 7 de la mañana, justo después de un amargo café negro.

martes, 31 de mayo de 2011

Futilidad

Sentí ganas de disparar, cerré los ojos con fuerza, y vi como en el interior, en el negro, tan profundo, se formaba una imagen amorfa de color rojo, que comenzaba a volverse fucsia, y luego azul. Abrí los ojos, y, con la mirada distorsionada, recorrí el entorno, estaba desordenado, como lo había dejado cinco segundos atrás, antes de tratar de encontrar respuestas inexistentes en la oscuridad de mis párpados.
Acaricié el frío metal del revolver, no pesaba mucho, por alguna extraña razón, contemplé aquél negro opaco que se confundía con el de mis ojos cerrados, cada pequeño detalle... titubeé, desvarié, y acaricié el gatillo con mi índice, estaba frío, mi respiración también estaba fría, y el sudor que bajaba por mi nuca.

Pasaron unos minutos de reflexión, en los que, tal vez sin darme cuenta, me despedí de todo lo que había abandonado sin decir palabra, y de todo lo que iba a abandonar de la misma manera. Mis familiares lejanos, mis padres, mis hijos, y mis amigos, no sabrían nada de mí hasta que fuera demasiado tarde, hasta que la macabra imagen de un yo en descomposición, rodeado de insectos que, irrespetuosos y ajenos al dolor de aquellos que me quisieron, o fingían quererme, se posara fija en sus ojos.
Hice una mueca de dolor, presioné los dientes hasta que me dolieron los oídos, volví a cerrar los ojos, era demasiado cobarde para actuar con los ojos cerrados, y puse mi cabeza apuntando contra el frío techo que, indiferente, seguía ahí estático como siempre, lleno de un color blanco inexpresivo. Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero antes que se deslizaran juguetonas hasta mis labios, presioné el gatillo.

No pasó nada, lo presioné otra vez, sonó una explosión, y de forma instintiva abrí los ojos, me encontraba con las manos pegadas al cuerpo, aprisionadas por la camisa de fuerza, sentado en un rincón de una habitación con un tedioso color blanco, con las paredes cubiertas de un material blando, pero desconocido para mí, que evitaba que me hiciera daño... más daño del que me producía el encierro, un daño mental y devastador, pero que no era letal, y por tanto no me mataba.
Estaba despertando de un sueño, un pasaje por mi subconsciente: el único sitio donde podía sentirme libre, ya que, no se me permitía abandonar ese lugar. Sin embargo, en mis sueños tampoco era libre, era la décima vez, en diez noches, que soñaba con la misma escena en la oscura habitación. Era el décimo paseo a un laberinto de futilidad, donde, al igual que en la realidad que se me había obligado a vivir, las cosas nunca salían como lo esperaba.

jueves, 26 de mayo de 2011

Evanescente.

El cielo estaba gris, como si el apacible azul que lo caracterizaba hubiese huido para siempre. El tiempo había pasado, era normal que, a pensar del toque gris de las nubes que lo aprisionaban, ya no fuese un azul oscuro, sin embargo, no había un matiz distinto al implacable e insípido gris, del cual como hilos a punto de desaparecer, salían gotas de la luz de la luna.
Dejé de mirar el cielo, estaba distraído, la intuición me decía que llevaba bastante tiempo alrededor de ese lugar, y entonces, antes de concentrar mi vista en el frente, miré mis pies: Mis zapatillas estaban mojadas, al igual que mi pantalón, al menos hasta la rodilla, parecía que me hubiera sumergido en una especie de lago, y entonces, como volviendo en mí, sentí el peso de la ropa que, llena de agua, me halaba un poco más hacia el suelo.

Algo me decía que no era una total locura mi estadía en ese lugar, que tenía toda la razón para estar ahí, que aquello que estaba buscando, se encontraba muy cerca. Aquello que estaba buscando... ¿Y qué estaba buscando?, la pregunta recorría mi mente como un barco a la deriva que está a punto de hundirse en el inmenso e implacable océano.
Con la mente totalmente perdida y guiado por la inercia, levanté la mirada al frente, y como si la respuesta surgiera de la densa niebla que se posaba adelante, recordé que buscaba a una mujer, la había visto hace rato, no del todo, solo sus ojos, pero se posaban en mí como si buscaran muy adentro de mi corazón, y luego se perdieron... recuerdo haberles seguido la pista, caminar sin rumbo hacia donde se habían movido, esos evanescentes ojos como de una hechicera que, sin compasión alguna, me estaban llevando al desquicio.

Y así pasaron los minutos, caminaba, sentía el asfalto mojado bajo mis pies, sentía el frío mezclarse con el sudor y apoderarse de mi piel, las gotas que caían, juguetonas, de mi cabello, y pasaban como un escalofrío por mi espalda, o se resbalaban por mis mejillas dejándome una ligera marca, como de lágrimas. Se perdían en mi barba, mojaban mi cuello, hidrataban  mis labios resecos, pero no lograban animar mi alma, que, al parecer, jadeaba como si estuviese muriéndose en la mitad del desierto más caluroso.
...Entonces reaparecían, muy adentro de la niebla, miraban fijos hacia mí, como si el vapor no estuviera presente, era una imagen nítida, permanecían quietos, no parpadeaban, como si yo fuese un punto muerto en la pared, escudriñaban dentro del punto más pequeño de mi mera existencia, me sentía desnudo, aquella ropa húmeda y pesada desaparecía ante ellos, estaba indefenso... pero no sentía peligro, no en absoluto; porque era una mirada cándida e inmaculada, mística y terrible, eran ojos grandes, delicados, de un color indescifrable, entre plateado y azul, como el azul oscuro que le faltaba al cielo, un poco más claros que el pérfido blanco de las nubes del cielo, pero más oscuro que la niebla que los rodeaba... y parecían moverse, sentía que cada vez estaban más cerca, pero se detenían, y entonces parecía que se estuvieran alejando...

Después, cuando, apresurado por la impaciencia, pero frenado por el cansancio y las cadenas biológicas que el ácido láctico imponía en mi cuerpo exhausto, a solo unos metros de mi objetivo, desaparecían, sin dejar rastro. La escena se repetía una y otra vez en mi mente, hasta que, un poco más borrosos, reaparecían, sentía que eran prisioneros por la niebla, como un gran gólem que tenía a un hada prisionera, y volvía a comenzar mi carrera contra el tiempo.
Su mirada se difuminaba, y respirar era difícil, cada vez más, y ya no distinguía sur ni norte, la trémula estela de luz lunar que se posaba arriba la última vez que miré al cielo, ya no se notaba, y, como si fuera un fantasma, mis pies habían desaparecido; donde una vez estaban, solo había niebla... sintiéndome perdido, sentí los ojos detrás de mí, me miraban, ¡me miraban!, pero cuando giré para encontrarme con ellos, me vi totalmente rodeado por la nada... la impenetrable nada blanca de aire condensado que había estado ahí desde un principio, consumiéndome, reduciéndome a un cuerpo cuya mente había desaparecido... haciendo que mi vida se redujera a solo un acto de locura.

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N/a: Dedicado a los ojos evanescentes de Naoko.

viernes, 13 de mayo de 2011

1er aniversario (atrasado por 9 días)

No sé si en todo caso, haya algún motivo que celebrar, después de todo ¿por qué decir aniversario? Tal vez lo veo como un logro personal, -uno muy pequeño por cierto-, pero después de todo, lo es de cierta forma.
A lo largo de un año y nueve días (no todos los días, por cierto) me he dedicado a escribir acá, cuando miro las primeras notas, no puedo evitar sentir que son basura, para muchos lo han de ser también, para otros, no. En todo caso hay una ligera nostalgia en ellas.

Muchas veces me pregunto: ¿por qué sigo escribiendo? A veces me calma, a veces me frustran los resultados,  otras veces, por el simple hecho de alguien que lo pide. En cualquier caso, casi nunca me gusta el resultado. Pero a veces pasa; supongo que de alguna forma es una muestra de progreso, si no, pura vanidad. O lo que sea.

A lo largo de este año, he aprendido muchas cosas relacionadas a la escritura: Vi que me estaba enfrascando en un entorno, el hombre matando a la mujer en una zona gélida que se llena de sangre, antes de eso, la pequeña necesidad de "imitar" la escritura de Rafael Chaparro Madiedo, y así. He tratado (y a veces pienso que sin éxito) De no estancarme, si lo he logrado o no, supongo que lo sabré tiempo después. Aunque puedo decir (y tal vez, otra vez con la vanidad hablando por mí) que he mejorado mi uso de la ortografía, la puntuación, y mi léxico. Esto último, no es un mérito exclusivamente propio, ni mucho menos: gracias a todos los escritores que he leído, que también usan un blog o por el medio de una nota de facebook, me han hecho progresar, al igual que las criticas constructivas de unos pocos, que por encima de las formalidades de un elogio, me han dicho ¡hey!, aquí te equivocaste; mejora esto, etcétera, y como escritor en formación -al igual que todos los demás-, es incalculable la utilidad de dichas palabras. Aunque debo decir con tristeza, aunque suene de alguna forma, pedante, que nunca he recibido una crítica negativa. Espero encontrarla alguna vez, y aprender de ella, o saber que al menos,  hay alguien que detesta lo que hago, y que debo estar haciendo algo demasiado bien, o que la gente que me rodea me quiere demasiado para decir que lo estoy haciendo terriblemente mal.

No sé si se me escapa algo... en todo caso, creo que he dicho suficiente. Ahora a la parte más importante: Ustedes.

Debo y quiero agradecer (en desorden) a varias personas -y posiblemente se me escape alguna, y me disculpo, los que me conocen, saben muy bien lo distraído que soy-, porque, gracias a ellas, es que esto sigue (y seguirá) estando aquí.
Cuando comencé a escribir, recuerdo muy bien que, no pasaba de 4 followers, ahora son cuarenta, y, aunque no los conozco a todos, y no sé si, todos ven cada entrada, cada vez que publico, sé muy bien que alguna vez leyeron algo que les gustó, y les agradezco, aunque no sabía que alguien fuera a leer esto, es gratificante ver cuando ese número aumenta.

Iwana: mi mejor amiga, mi primer follower, y en general, la persona que está ahí por excelencia, por años, y que realmente espero, nunca dejes de estar. Eres la mejor, y'know. <3

Laurah: Por ti abrí este blog, hay varios escritos para ti en él, y si hoy dedico parte de mi tiempo cada noche, a dejar volar mi imaginación y escribir con la esperanza que a alguien le guste más que a mí, lo que sale de  mi  (muy corroída) mente, es por ti. Creo que nunca podré decirte con palabras, cuán agradecido estoy, y seguiré estando, si hoy puedo burlarme de lo mal que escriben algunos, es por ti.

Ana, o Chuu, o Annie, o Spaghetti, o lo que sea (?): Well, tú sabes muy bien que la mayoría de lo que hay en este blog, lo escribí para ti, o para que tuvieras algo qué leer, y no te aburrieras, así que, en todo caso, supongo que el mayor progreso del año pasado te lo debo a ti, entre otras cosas, porque aunque solo te leí unas 5 veces, eres una escritora maravillosa.

Naoko: este año, casi todo el año, he escrito para ti, y en todo caso, las pocas veces que me ha gustado algún texto, ha sido para ti creo que si he sentido algún progreso este año -y en efecto lo he hecho-, es casi en su totalidad por ti, y es que recalcar tu imagen con letras, es todo un reto, especialmente por esos ojos de un color indescifrable...

Leopard: a ti también te he escrito, y, puedo decir por cierto, que gracias a ti he podido ver una gran diversidad de entornos, y es algo que estaba buscando desesperadamente, por aquello que sentía, que todo era igual.

Pachi, eres mi lectora más antigua, y aunque ya no tengo la oportunidad de saber qué piensas, siempre tenías algo que decir que podía ayudarme a mejorar, siempre que escribo, me acuerdo de ti.

Nat: tú siempre me dices qué quedó mal, siempre miras más allá, y me ayudas a darme cuenta de mis errores, es lo más importante en el camino de forjar un estilo bien definido y sin fallas, te estoy eternamente agradecido ♥

Akiha: siempre diré que, espero escribir tan bien como tú algún día, y me has dado muchos consejos, en persona, que me han ayudado.

Klass: usted escribe excelente, y siempre me ha animado a seguir escribiendo, también me ha dicho sobre escribir un libro, y sé que viniendo de usted, va muy en serio.

Vlad: Usted me introdujo al mundo de los recitales poéticos, donde he aprendido -y seguiré aprendiendo- muchísimo, además, sus textos son maravillosos.

Narda: de ti he aprendido mucho, y de la constante motivación que obtengo de tu parte, además, es maravilloso escucharte declamar, no conozco a nadie que lo haga tan bien como tú, además de todo lo que he podido aprender en los recitales.

Nessie: eres una escritora maravillosa, y siempre me alegra cuando me muestras un escrito, siento que puedo aprender mucho de tu narrativa tan particular y espléndida, muchas gracias.

Daniel:  creo que siempre me voy a acordar del día que leí su escrito sobre la panadería, tan diferente a todo lo que había leído, pero tan envolvente como un libro de misterio, además, usted me ayudó en gran parte a salirme de ese Rafael Chaparro style en el que estaba tan penosamente estancado, creo que he aprendido mucho hablando con ud; no solo de escritura, sino de vivir en general.

También he conocido gente que me leía y por eso comenzamos a hablar, como tú, Teff, me alegra haber creado, y seguido con este espacio, pues gracias a él es que hoy hablo contigo.

Y a mis lectores en general... esto podría rayar en el cliché, pero, este blog existe por, y para ustedes. Si escribo acá, no es por desahogo, para eso podría usar una bitácora, si este espacio existe y trato de mantenerlo actualizado, es para que ustedes lean -y si es posible, que les guste-

Muchas gracias a todos. Si soy la despreciable persona que soy ahora mismo, es precisamente por esto -y otras cosas varias-, ustedes han estado ahí (algunos) desde el comienzo, otros, desde mucho tiempo después...
En todo caso, espero que sigan encontrando alguna especie de salida al aburrimiento, así sean por cinco minutos, cuando entran a este lugar.
Una vez más, me disculpo si olvidé a alguien.

(por cierto, creo que hice de esto un graaaaaaan asunto, o algo así, pero bueno, los que me conocen saben que tengo la manía de no dejar de escribir).

miércoles, 11 de mayo de 2011

Tarde de Verano

Y entonces salió el sol, rápidamente ganó altura en el cielo. Se posicionó imponente, todos podían verlo, sus ondas generaban una gran cantidad de luz, y calor. El césped de un intenso color amarillo, que había perdido la mayor parte de sus pigmentos verdes, se secaba rápidamente bajo el yugo permanente del imponente sol de finales de verano, las plantaciones de maíz, también. Los alambres y la madera que indicaban los límites de las propiedades en aquél sector del campo tenían temperaturas muy elevadas, tanto, que las aves y cuervos, resignados, tenían que alejarse y permanecer ocultos en el sosiego que ofrecían los árboles, ellos, al igual que el césped, perdían su clorofila muy lentamente, las hojas comenzaban a cercarse, y caían. Era un paisaje maravilloso, sin embargo, algo más en el árbol más viejo y alto, exigía que toda mirada, de hombre, animal o fantasma, se centrara en él.
Imponente, él permanecía a contraluz, se veía negro, indiferente. El viento, que en esta época no solía llevar gran velocidad, apenas movía sus hojas, solo de vez en cuando se escuchaba un leve silbido, quebrantando la quietud en el campo, el sonido se perdía tan rápido como aparecía, pero con la calma propia de la vejez del tronco, y con sigo, se llevaba también los recuerdos... todos menos uno, uno que colgaba de él, al cual no se le podía dar nombre: no existía forma de llamar en una sola palabra tal clase de abominación.

Al igual que el árbol, su extraño huésped también estaba a contraluz, y es que no había lugar para la luz en una escena tan lúgubre, como tampoco lo había para el (si se me permite decirlo) inusual visitante.
De la rama más gruesa y antigua del árbol, colgaba una soga, ancha; de una textura muy tosca, era muy pesada, y también muy resistente. La soga tenía un nudo que parecía difícil de hacer: solo unas manos fuertes, y posiblemente con guantes para no lastimarse, hubieran podido hacerlo tan bien, pero habían manchas de sangre... todo indicaba que aquél que lo hizo, no tenía preocupación alguna. En todo caso, la sangre no se notaba, hasta estar muy cerca del nudo, pues la soga, al igual que todo lo demás, permanecía totalmente ajena a la luz.
Más abajo, había otro nudo, pero este no estaba sujeto a una rama, ni a alguna parte del árbol: estaba sujeto al cuello rojo y lastimado, de lo que parecía ser un niño, no mayor a 14 inviernos. No se podía decir muy bien cómo era, la oscuridad lo tapaba como una túnica, pero conforme la distancia era más corta, los detalles comenzaban a surgir: él estaba totalmente desnudo, era pálido, no tanto como la nieve, pero sí como una rosa blanca que comenzaba a morir, y se volvía opaca. Sus labios comenzaban a volverse de un ligero color violeta, parecían del color de las lilas, hubiera querido tener cerca alguna, para asegurarme, pero el calor de la tarde conservaba el cuerpo ligeramente tibio, pues de lo contrario, los labios ya estarían de un color azul, profundo como una laguna, y frío como la madrugada, con el mismo efecto escalofriante que poseían esos dos componentes.
Su cuello tenía manchas escarlata, parecían dibujadas en la piel casi inmaculada, y la soga se manchaba también, el nudo parecía bastante apretado, y mantenía a aquél cuerpo trémulo, como con la sensación que siguiera agonizando en sueños, pues la inocencia que reflejaban sus ojos, era totalmente ajena a la muerte: más bien pertenecía a un sueño profundo... pero él no iba a despertar.

Sus extremidades permanecían inmóviles, solo ocasionalmente mecidas por el viento cálido que pasaba; absorbía la triste escena, la mezclaba con las hojas que se secaban, y cantaba... aquél canto extendía la triste escena a los oídos de los pájaros, que, ajenos a la situación, también parecían víctimas de la escalofriante imagen.
Al llegar a las muñecas, se observaban heridas, incontables heridas que marchitaban la piel del niño, al parecer, él mismo había hecho el nudo, y por esos sus manos estaban llenas de sangre, y muy maltratadas... seguramente sufrió más haciéndolo, que estrangulándose, y es que, la línea que las separaba de comenzar a sangrar a borbotones, era casi transparente.

N/a: dedicado a Naoko.

viernes, 6 de mayo de 2011

Lo que más me gustó de ti

La noche pasó rápida, y ellos olvidaron cerrar las persianas, una vez el sol ganó suficiente altura en el firmamento, sus ondas se filtraron a través de las rendijas, y sus ojos se expusieron a la luz, despertándose al tiempo, con una ligera mueca somnolienta, y un gran gesto de satisfacción.
Él comenzó a pasar sus dedos por el rostro de ella, y le dio un beso en la sien, dándole los buenos días, ella lo abrazó. Pasaron unos minutos, y ella volvió a poner su cabeza, en el hombro de él, mientras los dos estaban somnolientos, él pasaba sus dedos sobre el cabello rojo y ondulado de su amante, daba círculos en el, muy suavemente, y ella de vez en cuando ronroneaba, como un gato.

Permanecieron así unos minutos, sin pronunciar palabra, ella pasaba su dedo índice por el pecho de él, que dormía desnudo, menos por las medias, el resto de su torso estaba apenas tapado con una sábana, era una sábana negra comprada la semana anterior.
Sus miradas se cruzaron, y entonces, dijo él titubeando: -¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?
-¿Qué es lo que más te gusta de mí? -preguntó ella adormecida.
-Soñar contigo.
Ella sonrió con los ojos entrecerrados, y se aferró más a él.
-¿Sabes qué me entristece un poco, sin embargo?
-¿Qué? -Dijo ella.
-El saber que son solo sueños, y así será para siempre...
-No tiene por qué ser así, yo estaría feliz de cumplir todos tus sueños.
-¿En serio? -se pregunto él, bastante sorprendido.
-Por supuesto, cualquier cosa, solo con una condición -sostuvo el aire, y suspiró, mirándolo juguetonamente-, no debes decirme cuál es tu sueño.
En el rostro de él se formó una sonrisa, un poco rota, y un poco demente, se mezclaba, sin embargo, con total éxito con aquella expresión de satisfacción que tenían los dos cuando despertaron.

Él dio media vuelta en la cama, mirando hacia la mesa de noche, y ella besó su espalda. -Tapa tus ojos, con las manos- dijo él, y ella le hizo caso, sin preguntar. Él la besó en los labios, y como por obra de un arquitecto, construyó en su rostro la mayor sonrisa que ella hubiese concebido en toda su vida, y en verdad, no habría nunca, una sonrisa más sincera que esa, hasta el final de sus tiempos...
-No vayas a hacer trampa -dijo él, parándose de la cama muy despacio, mientras la miraba inquieto. Ella hizo un gesto con el rostro, aún con sus finos dedos cubriéndolo, indicándole que no se movería ni un centímetro. Él suspiró, y muy lentamente, sacó un revolver del cajón de la mesita, estaba previamente cargado.
Con mucho cuidado de no hacer ninguna especie de ruido, en el suelo de madera, dio dos pasos hacia atrás, mirándola a ella, que seguía sonriendo, como si se hubiese congelado en el tiempo.
-Retira las manos de tu rostro, muy lentamente, sin abrir los ojos, mi ángel -dijo él, ella obedeció sin pronunciar palabra, y cambiando la sonrisa por un pequeño gesto de pícara curiosidad, como un niño abriendo un regalo en navidad.
Él apuntó, y unos segundos después, pronunció las palabras mágicas: "Abre los ojos, mi ángel", y una vez más, ella obedeció, muy lentamente.

Una vez ubicó a su amado, a dos pasos de la cama, con el arma en las manos, su sonrisa inocente e inmaculada se transformó en un gesto de duda y desesperación, gritando, sin moverse ni un centimetro. Él, disparó sin dudar. La cándida figura de la mujer con quien convivía desde que tenía memoria, no existía más, y no era otra cosa, ahora, que un cadáver, con una bala justo en donde él la había besado más temprano en la mañana.

En cuanto a las paredes blancas de la habitación, y las persianas de madera, al igual que aquella mujer, dejaron de ser inmaculadas, y se tiñeron de forma errática, por aquél carmesí tibio y honesto de alguien cuyo único deseo en vida, fue hacer feliz al hombre que acababa de matarla, quien ahora, lloraba, desquiciado, por una felicidad tan grande que desfiguraba su rostro, y pronunció, con voz titubeante: Lo que más me gustó de ti, fue poder soñar contigo, pues sabía que tu amor ciego haría realidad mis más retorcidos sueños.

martes, 3 de mayo de 2011

Acechas

Apareces de la nada, me buscas, acechas.
Te apareces frente a mí en los momentos inesperados, destruyes como meteoros, todo cuanto está a tu paso. Buscas en mí hasta el punto más débil, y lo atacas. No demuestras compasión, nada para ti es sagrado: devastas.
Cierro mis ojos buscando una salida, pero no la encuentro, ahí estás tú, grito para ahogar tu voz, pero es más fuerte que yo, y estás ahí, enloqueciéndome.

Corro, corro con los pies cansados, pero miro atrás, solo de reojo para asegurarme que ya no estás, y cuando creo que te he dejado, vuelves a aparecer a mi lado. Eres una sombra, en los momentos de gran felicidad, apareces proyectada en la luz como un gigante, y opacas todo a tu paso, eres una sucubbus: vienes del inframundo generando tu propia luz cuando todo es oscuridad, y te aseguras así, de no desaparecer jamás. No me dejas solo.

Mis pasos torpes me arrastran al suelo, vuelvo a levantarme, huyo al laberinto enmarañado en el que sin darme cuenta, me he comenzado a perder más y más, pero me sigues, estás a mi lado, acechas.
Tu rugido feroz como de dragón desgarra mis oídos, choca con las paredes, se vuelve eco: se multiplica, se materializa, toma la forma de miles de siluetas, y me rodea. Son siluetas con tu figura, me acorralan. Y entonces desapareces, pero ellas siguen ahí, recordándome que existes, así como tú me recuerdas la existencia de algo que murió mucho tiempo atrás.

Trato de ahogarte en Vodka, pero tú sabes nadar, trato de quemarte con el ardor de las heridas, pero tú naciste del fuego, y la única quemada resulta siendo mi piel, por el filo de la cuchilla que me acaricia cada mañana. Trato de pensar que estás muerta, así que visto de luto, totalmente de negro, con la mirada agachada y la sonrisa quebrada, pero tú sobrevives en mis ojeras y mis lágrimas saladas...

¡Sé que acabarás pronto con mi vida! Así que, una vez me haya ido, por favor, no me persigas en el más allá, oh, melancolía.

N/a: Dedicado a Ruu Chan ♥ ánimo neni, todo laberinto tiene una salida.

lunes, 2 de mayo de 2011

Mariposa.

Dedicado a Naoko, porque ella quería un cuento hace dieciséis horas.

Había una vez una mariposa, era una mariposa negra que se confundía en la oscuridad de la noche. Ella quería brillar, anhelaba ser como las luciérnagas, volaba cerca de la luna, pero nada lograba sacarla de la oscuridad.
La mariposa había nacido creada de la tristeza y los deseos frustrados, cuando volaba, de sus alas salía polvo de sueños rotos, así pues, siempre que ella pasaba cerca de las personas, la luz de sus ojos se apagaban, pues estaban cubiertos por el manto de tristeza que ella portaba.

La mariposa era inmortal, la tristeza la mantenía viva, el vacío en las almas de las personas la alimentaba.

Así fue pasando su existencia de agonía, hasta el día en que se comenzó a usar la electricidad en las calles. La mariposa salió de su guarida en la caverna de los murciélagos, y se encaminó a la ciudad buscando algo que la pudiese iluminar, y entonces vio que las farolas sí estaban a su alcance, y posó sus patas en ella; el calor la comenzó a quemar, y mientras se quemaba, aleteó fuertemente, del cielo cayeron sus partes incineradas brindándole por primera vez felicidad a quienes estaban debajo de ella, pues, mientras moría, por fin cumplió su deseo de estar llena de luz.

lunes, 25 de abril de 2011

A' Arab Zaraq lucid dreaming.

N/a: Está dedicado a Teff<3 y el título lo saqué de Therion.

Soñé que despertaba, y estaba vivo. Que me levantaba de aquella cama en el hospital descuidado, que mis pies tenían vitalidad, y yo me sentía enérgico. Que caminaba con los pies descalzos, salía del lugar que se había destruido mientras me encontraba en coma, lo dejaba atrás, y a mi paso crecía el césped y me hacía cosquillas en los pies.
Soñé que los árboles crecían y de ellos caían frutas que se estrellaban con el suelo y perfumaban todo con su fragancia, seguía caminando mientras inhalaba aquél aroma, me sentía un poco embriagado, y los cítricos me hacían pensar en vodka: seguí caminando, encontré vodka un poco más allá, a la entrada de una vereda, la tierra era suave; mis pies se hundían en ella, la madre tierra me acariciaba. Tenía total libertad de mis movimientos: todo mi ser era libre, el planeta estaba desolado, parecía una especie de Nirvana, sin embargo sabía que estaba soñando porque la sensación de vacío que nació junto a mí, también había muerto, y si ella no estaba, nada era verdad. Sin embargo el sosiego que sentía en aquella vereda que se prolongaba hasta más allá de donde llegaba la vista, me alejaba de cualquier pena que pudiese sentir mi consciencia en este sueño lúcido.

Después de horas de caminar por la vereda, llegué a una pradera que tenía un abismo, con un pequeño puente que se veía bastante dañado, pero nada más me podía pasar, no podría sentir dolor alguno: avancé.
Al terminar de cruzar el puente llegué a una pradera, y en dicha pradera se mezclaban los colores en el cielo, la briza caía muy suave acariciándome todo el cuerpo, yo pasaba los dedos por mi cabello que, al contacto con el agua, dejaba de ser gris y retomaba su color negro original; lo mismo pasaba con todo mi cuerpo, las arrugas se iban poco a poco, mi barba perdía su grosor, volvía a ser muy delgada, ya no era gris oscura, y aquellos pequeños rastros de un extraño color rojizo, volvieron a mezclarse entre la oscuridad de ella. Mi piel perdía sus heridas, sus arrugas, recobraba la suavidad, y mis ojos ya no estaban cansados.

Estaba estupefacto, y cerré los ojos. Cuando los abrí, vi que de la mezcla de colores se volvía humo, y se mezclaba con las nubes, todo el cielo se teñía, y después caía en gotas de lluvia al césped que a su contacto, generaba un arcoíris. Sonaron truenos, todo se volvió oscuro por unos segundos, y cuando la bruma se diluyó, salió la luna eclipsada por el sol, en la mitad del día, soltando destellos de color naranja, haciendo que las flores giraran hacia dicha dirección, llenando todo de vida.

Bebía del vodka que se había impregnado del aroma de los cítricos dándole un sabor muy agradable, observaba el paisaje, y después de suspirar, el suelo se abrió debajo de mis pies, creando un nuevo abismo por el cual caí, y cuando me sentí caer al igual que en la realidad, desperté. No sé si era el término correcto, pues, al despertar, me di cuenta que simplemente era un cadáver, y aquél Nirvana donde me encontraba era simplemente una visualización lúcida de aquél lugar donde un alma tan pútrida y corroída como la mía, que habitó por muchos años en un cuerpo profanado, nunca podría estar.

sábado, 23 de abril de 2011

The fields ov Aqert.

Khrevsu tvahyu gradu tore, khrevsu kvatro midvhu piedhvro, khrevsu Kristo midhvu vhradro, medvro vhtrienn utrah vreghgrho

¿deidad?

-Dios sabe cómo hace sus cosas. -Dijo un humano.
Estaba quedándome dormido en mi trono, cuando oí aquellas palabras que, por su condición particular, atrajeron mi atención. La ironía esbozó una sonrisa en mi rostro, salió veneno gaseoso de mis fosas nasales, vi desde mi trono en la cima del mundo, cómo, absolutamente todo me pertenecía. Alcé la mirada, y vi el cielo rojizo, sus colores ardientes y sus nubes de azufre. Sentí los débiles intentos del sol por traspasar la densa atmósfera corroída de este planeta moribundo, me dejé llevar por el olor de la putrescina, intercalándose a la cadaverina.
La raza bastarda se estaba extinguiendo, en lo que, supongo, ellos llamaron apocalipsis. Los pocos que seguían aferrados a su fe inservible y obsoleta, no paraban de hacer comentarios hipócritas sobre como, su Dios los salvaría, aunque en el fondo de su alma sabían que iban a convertirse en carne pútrida; más pútrida, en todo caso.
El cielo enrojecido reflejaba el fuego en mis ojos, mientras tanto, a mis pies, estaba mi padre. Aquél Dios al que ellos le rezaban, me suplicaba de rodillas por regresar a aquellos días en el que el equilibrio entre el bien y el mal aún existían. Yo lo dejaba humillarse, mientras su bastarda creación se extinguía poco a poco, y yo le recordaba aún sonriente, como, por su soberbia, se vieron obligados a abandonar su tierra prometida y adentrarse en la embriagadora lujuria de la oscuridad.

lunes, 18 de abril de 2011

Doppelgänger

N/a: Quiero que sepan que escribí esto mientras escuchaba a http://nyan.cat/ por ende, podría no tener coherencia alguna. Y me disculpo por eso.

Después del último corte, me aparté con sutileza. No quiero arruinar mi traje, no es fácil conseguir atuendos en esta época, la depresión ataca Alemania. Lo último que quiero es, que mi pasión me lleve a la penuria. Porque en todo caso, la una existe para acabar con la otra.
Unas gotas de sangre salpicaron en mi bota. No importa, la lluvia la diluirá hasta que no haya rastro alguno de ella.

Las calles de Múnich, tenían una fascinación inexplicable. Me hechizaban. Especialmente si, como en este momento, se encontraban vacías. Así debía ser en una madrugada lluviosa, supongo; eso pasaba por mi mente mientras, con un pañuelo de seda blanco, limpiaba mi daga. Siempre era el mismo procedimiento: cortes en arterias, con la misma daga, untada del mismo veneno que paralizaba a las personas, y después la limpiaba para que no se atrofiara con la sangre. Mientras pasaba el pañuelo, miraba a la víctima.
Sus ojos siempre mostraban alguna expresión característica, siempre la misma; tristeza, mezclada con duda y desesperación. Y es que todos los que habían muerto bajo mi daga tenían algo en común: eran amigos muy cercanos a mí, más que algunos familiares, o eran familiares, en efecto. No sentía nada además de placer, veces satisfacción.

No tengo recuerdo alguno, de lo que era mi vida, antes de hace 6 meses. Nada, a parte de mis víctimas. Sabía todo acerca de ellos, sin embargo, no había una sola imagen en la que yo estuviese presente. Sabía donde vivía, pero preferí no volver. Nunca los volví a ver, y al parecer ellos no estaban molestos con dicha situación: de todos los que he asesinado, ninguno se mostró sorprendido al verme, pero cuando sintieron su carne desgarrarse, la cara de duda se apoderó de ellos. Las lagrimas corrieron por su rostro. Estoy seguro que si hubiesen podido hablar, sus gritos desesperados habrían destrozado mis oídos, y los de ellos también.

Una vez acabé de limpiar mi daga, la guardé, y, me agaché con mucho cuidado. Deposité junto a mi moribunda madre, una rosa blanca, para que se tiñera con su sangre. Una lágrima inexplicable, hecha con sangre y veneno, salió de mi rostro, tiñendo el corazón de la rosa, cuando estuvo cerca a su cuello, ya estaba marchita, como mi vida misma, una rosa muerta, para mis recuerdos muertos, y para el último vínculo que tenía con este mundo: mi madre. Pues, solo quedaba ella: ya los había matado a todos, y solo hasta este momento, el placer se mezcló con amargura, la cual se desvaneció con la sangre que corría diluida con lluvia.

Me paré, y con la frente en alto, di media vuelta. Allá a más o menos 20 pasos, se encontraba una figura muy familiar para mí. Dicha imagen, era yo. Yo me miraba a lo lejos. Yo tenía el rostro desfigurado. Yo trataba de procesar la escena en mi mente, sin éxito. Yo me veía a mí mismo después de haber matado a mi madre. Yo acababa de matar a mi madre. Yo me estaba mirando mientras yo descubría que yo estaba al frente de mis ojos. Yo estaba desconcertado, y quería una explicación. El yo que estaba lejos de mí, se acercaba, con paso constante y odio mortal. Yo, y mi otro yo, irradiábamos muerte de los ojos. Yo por generarla, y él por observarse generándola. Yo, no sabía cuánto tiempo llevaba yo parado observando todo. Yo, solo tenía una respuesta. Aquél parte de mí que tenía una daga y había acabado con todo lo que había tenido desde mi nacimiento, era en realidad un Doppelgänger. Yo era el otro yo, y había acabado con la vida de alguien que, ahora, y a manos de sí mismo, ya no tenía absolutamente nada, a parte de la mirada perdida del cadáver de su madre, que seguía desangrándose bajo la lluvia...

N/a número dos:
Dedicado a:
Teff, pues es mi clon.
Ana, pues a ella le gusta este tema, y supongo que, querrá ver una versión mía de él (Aunque suene presuntuoso, y probablemente lo sea)
por último (pero no menos importante (?)) a Naoko & Leopard, porque siempre leen cada cosa que escribo, y generalmente escribo para ellas, en esta noche de lluvia y luna llena, no voy a hacer excepciones.

domingo, 10 de abril de 2011

El llanto del nihilista.

Sonaba the End of this chapter. Era una noche fría como cualquier noche en noviembre, la briza golpeando las ventanas me despertó, ella seguía durmiendo, su cuerpo de lado casi no hacía movimiento, estaba de espalda a mí. Se había quedado dormida mientras la abrazaba. El mareo no me dejaba recordar qué había pasado el día anterior, solo recordaba copa más copa de vodka, no podía ver su rostro en ninguno de los recuerdos, no recordaba ni una sola palabra, ni en qué momento me quedé dormido. Supongo que fue algo súbito, la música seguía sonando. "Tell me that old lies are alive".
Mucho tiempo había pasado desde que no la veía. Una década al menos, y hace más de dos años, pensaba que simplemente había muerto. A diferencia de mí, que había tenido una muerte espiritual; creía que ella había muerto totalmente. Me aferraba a ello para olvidarla. Era mentira. Apareció de la nada; era como un copo de nieve en la primavera temprana, su sonrisa demostraba que no solo estaba viva, sino que había absorbido mi vida también.

Aún en este momento, mientras dormía, sentía que drenaba mi vitalidad. Ella era la encarnación de una vieja maldición que venía a terminar de consumirme. El fantasma que me persiguió por incontables vidas pasadas y que por fin me había encontrado.
Veía en el reflejo de la ventana, que había una ligera sonrisa en sus labios, debía estar pasando algo en la profundidad de sus sueños, y sin embargo parecía para mí que simplemente estaba feliz de consumir mi alma a cada instante.

Tal vez soy solo un cobarde pues siempre huí de su recuerdo, cuando nuestros caminos se separaron; y antes de ello, huí de la profunda atracción que sentía por ella tratando de no enamorarme, de no volverme débil. Tal vez, huía del simple hecho de aceptar que dicha debilidad siempre estuvo ahí consumiéndome, y que cuando ella se fue, la luz en mis ojos se apagó.
Sonaron truenos, me dejé llevar por mi llanto nihilista, el llanto silencioso que había guardado muy adentro del vacío de mi alma por todos estos años. Las lágrimas, que esta vez eran especialmente saladas, mojaban mis labios y mi cuello, hasta que se secaban. Sentía el aire pasar, muy frío por el lugar que mojaron las lágrimas, mientras caminaba en búsqueda de una antigua pero muy afilada navaja escandinava.
Una vez teniéndola en mis manos recordé cuando mis ancestros me dijeron de la antigua maldición y la ignoré por completo. Ahora me estaba consumiendo; y seguramente cuando mi alma estuviese atrapada en la oscuridad del bajo astral, también terminaría consumiéndola; así no hubiera materia de la cual aferrarse.

Y en realidad no importó en lo más mínimo, como nunca importó nada. Dirigí el filo, que aún mostraba brillo hacia mis amígdalas, y rasgué la piel tratando de no hacer ningún ruido que pudiese despertarla, y lo bajé lentamente con la poca fuerza que tenía en las dos manos, desagarré mi cuello hasta toparme con la clavícula. Según mi vago conocimiento sobre medicina, deduje que en menos de 30 segundos estaría muerto. Pasé mi mano por su rostro para sentir la suavidad de su piel una última vez,  manché su piel inmaculada con mi sangre maldita, y sus labios también se tiñeron de carmesí. Una vez dejé mi marca en ella para que supiese qué fue de mí, cuando despertara y supiera que me había desvanecido y que al fin había consumido todo de mí, me dejé caer sintiendo que la vida escapaba de mí en forma de líquido, y cerré los ojos, esperando el final, ese final que fue lo único que yo pude elegir en mi corta estadía en esta realidad.

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N/a: Dedicado a Ale Leopard, una vez más, y el título es una canción de children of bodom, by the way.

viernes, 8 de abril de 2011

My silent undoing.

N/a: Alguna vez dije, que era amante del simbolismo en los escritos. De esos mensajes que abundan en todo el lugar, pero que nadie puede ver.

Día uno: El sol se cansó de brillar para nosotros, y se fue muy lejos, donde nadie pudiese verlo. Fui feliz, pues solo habría noche, y oscuridad.En la oscuridad viviríamos, los espíritus antiguos volverían a reinar, en el anonimato; sin que nadie los viera.
Día dos: Las estrellas lloraron, se fueron tras del sol. Suspiré, pues ahora solo la luna iluminaría su rostro, sin embargo extrañaba a polaris, que había sido mi guía desde el primer día, sin embargo, seguiría adelante en la oscuridad, estaba decidido a tropezarme todo lo que fuese necesario, si ya no podía ver el camino. Volvería a levantarme, y la ayudaría a ella a levantarse nuevamente.
Día tres: El otoño asesinó a la primavera, y al verano, como ya no había sol, los árboles murieron lentamente,  muy lentamente; y se pudrieron, solo quedaron las hojas secas y las flores marchitas rodeándonos. Levanté una hoja y dibujé versos en el cielo, al terminar, la pasé por el cuello de ella, para despertarla con un masaje del último matiz ligeramente verde que quedaba en la tierra.
Día cuatro: llegó el invierno, y congeló todo cuanto alguna vez existió, pero ella y yo estábamos escondidos, muy lejos de su gélido abrazo, y cuando se fue, salimos a caminar, pero el hielo era demasiado frágil; el viento demasiado frío, y nuestros pasos demasiado erráticos, pues ya no había una estrella que nos guiara. Todo a nuestro tacto se rompió, así que solo estábamos ella y yo, rodeados por la oscuridad, los espíritus, y los suspiros de escarcha que tenía el invierno para nosotros.
Día cinco: Ya no había agua líquida, ni sol, ni árboles. Como ya no quedaba oxígeno, también se fueron nuestros suspiros, entrelazados al vacío que era el único paisaje que quedaba, inerte y denso, nos sofocaba para contrastar al frío que nos congelaba. Cuando ya no existieron sus suspiros, por primera vez sentí realmente, la ciencia de la nada, siempre supe que eran efímeros, pero en realidad, nunca pasó por mi mente que ya no estarían ahí, y junto a los suspiros; se fueron gateando los besos, y las caricias en el cuello con los dedos casi congelados.
Día seis: Rodeados por la nada, y alejados uno del otro, para que nuestros cuerpos no se congelaran entre sí, sin hablar, para  no morir asfixiados, y sin rozar nuestras manos, para no perder el poco calor corporal que teníamos, pasaban por nuestras mentes muchas cosas que decir, pero no teníamos forma de comunicarlas, pues ya no estaban los suspiros, ni las caricias, ni los besos; también había muerto la comunicación, y junto a ella se fueron sus sonrisas, y por primera vez, ni siquiera el brillo de la luna fue suficiente para sacarme de la oscuridad total en la que me encontré en ese instante. Porque cuando su sonrisa abandonó este mundo, se fue ella persiguiéndola; yo me quedé solo. Le dije que aquí estaría, si aún me estaba buscando; parte de mi fuerza vital se fue cuando musité dichas palabras, y no pude moverme, para ir detrás de ella.
Día siete: En el final, solo existió el caos, que me rodeaba completamente, pero hasta la muerte había desaparecido, siguiendo la pauta del sol. y se deshizo mi realidad, y todo cuanto conocí, en un silencio sepulcral.
Acurrucado en el vacío, y consumido por los espíritus, solo quedó una cosa que nunca pudo irse, pues, aunque efímera, estaba ligada a mi final, y a maldición sanguínea; era su recuerdo, que junto a toda ausencia, estaba ahí para atormentarme.

lunes, 4 de abril de 2011

Sol solecito, caliéntame un poquito.

N/a: No se tomen el título en serio.

Y la vida se convirtió en la tinta de la pluma regándose en el papel, tachando las palabras que había escrito casi inconsciente, y reformando mi obra sin mi consentimiento, el mero acto de vivir se convirtió en la hoja de papel desaparecida a la mitad del desenlace de un buen libro.
Vivir era, en resumen, la sensación de inseguridad incrustada en la mitad del pecho al despertar de un sueño en el que sentía que caía a un abismo sin fin, ese abismo no era nada más que la vida;  despertar no era más que una prueba que aquél sueño simbólico era una representación de mi realidad, se mimetizaban, eran uno solo, porque cuando mi cabeza golpeaba el frío y áspero fondo del abismo, justo ahí abría los ojos y me veía, vivo, fatigado; con miedo y desorientado, al igual que vine al mundo, al igual que me iré de él.

No era el hecho de vivir lo que volvía tediosa la vida, era la vida misma quien se encargaba de acabarse a si misma. Definirla y magnificarla cada segundo era, lo que realmente, la volvía despreciable. Agradecer por la inercia, celebrar esa inercia, llorar al pensar que la inercia se acaba; eso era la carga que se fatigaba a si misma y me fatigaba a mí, y me golpeaba cuando estaba mirando por una ventana como la gente corría escondiéndose del granizo; esa carrera que nunca iban a ganar.

La vida, apartándola de su mero significado no era tan mala como en realidad es, también era tener tinta en cada segundo, y escribir en cada exhalación un Haiku perfecto sobre la mera actividad enzimática, y la respiración celular, era bosquejar en un lienzo inexistente las pupilas dilatadas y saber que más que amor, simplemente era una reacción hormonal. Era más o menos, caminar por la calle con una botella de agua llena de vodka y beberla sin ningún afán, tal vez era sentir en la garganta el humo juguetón y expulsarlo muy despacio, observar cómo el aire se vuelve tóxico, blanco, pesado; intercambiar miradas con aquellos que indignados, nos recuerdan que fumar está mal, decirles con los ojos que está mal que estén respirando ahora mismo, que no deberían existir pero aún así lo hacen.

Y el tedio, el tedio era una parte esencial, era su alter-ego, su antítesis; su reflejo en el agua. Ese que nos llevaba a decisiones incomprensibles en entornos insospechados y muy seguramente llegábamos a lamentar aquella decisión, que era un poco como despertar con sangre ajena en los labios y ver que alguien se acaba de suicidar a nuestro lado, y no tener control de absolutamente nada. Esperar incansable un bus que no va a llegar, una respuesta que no existe, escuchar por horas los problemas de un desconocido que está a punto de morir.

Vivir se convirtió en estar regido por reglas más allá del entendimiento y la lógica, pensar de una manera complaciente para todos los demás, hacer las cosas porque se debía, o se acostumbraba, ser un vil niño explorador hasta los 85 años (si se tiene tan mala suerte).
Rezar para no ir a donde se encontraba alguien que no existe, y a cambio, ir al lado de otro igualmente inexistente.
Vivir era en esencia cubrir con carbón incandescente el manuscrito de tu obra maestra en un ataque psicótico; arrojar el codex gigas que te había sido confiado en un sueño a un mar de sangre, porque tu voluntad estaba atrapada por hilos de marioneta...

Afortunadamente, al morir deduje que, podía escribir con la tinta de mi propia inexistencia sobre el papel infinito de mi recuerdo profanado, la esencia misma de la lujuria y pasión de lo desconocido, embriagarme con el veneno de la prohibición, recitar con mi garganta -en vida- desgarrada los cánticos profanos que relataban la búsqueda épica de aquella llave que pudiese abrir las puertas de la muerte, y cruzarlas; y después ingerir la llave, para recordarle a la misma inercia, que ella había labrado su propio camino hacia aquella fuerza externa que me pudiese liberar de sus cuerdas de marioneta, y ahogarla junto al tiempo en mi sangre venenosa.

jueves, 24 de marzo de 2011

Somnífero.

Dedicado a Naoko, pues le duele la cabeza... ♥


Él se sentó a su lado y la contempló mientras estaba acostada. Tenía la mano extendida, y sujetaba la mano de ella, eran las nueve de la noche. Ella, estaba en la cama, ya preparándose para dormir, solo faltaba el somnífero, lo había olvidado y se dispuso a pararse pero...
-No te molestes, yo iré por él -Dijo su compañero, con una voz sutil y atenta.
-No te molestes...
-No es ninguna molestia. Espérame aquí. ¿Te traigo agua?
-Si eres tan amable, muchas gracias.
-No tienes que ser tan formal; comienza a contar ovejas, no tardaré. -Concluyó él.

Acto seguido, salió de la habitación sin hacer ninguna clase de ruido, sin mirar atrás, con un paso constante, y la espalda erguida; con la mirada al frente, y el orgullo en alto.
Entró a la cocina, sin prender las luces, conocía el lugar de memoria pues había vivido con ella más de seis años, y cuando él se fue, ella no pudo volver a dormir, no sin medicamentos.
Incluso cuando él iba a visitarla y pasaba las noches, y semanas con ella, las pastillas nunca podían faltar. Ella no dormía para poder pensar más en la falta que él le hacía, y cuando estuvo de vuelta, comenzó a pensar en la falta que le hizo y en los errores inexistentes que hicieron que se alejara.
Sacó el vaso de cristal de una puerta de madera guiándose únicamente por sus recuerdos, todo estaba oscuro. Lo sostuvo y abrió la llave a su mínima potencia, para no generar ningún ruido que pudiese perturbarla a ella. Llenó el vaso lentamente con la mirada fija en el grifo de metal, con mucha paciencia, y con una sonrisa apenas dibujada y muy borrosa en su rostro, una vez terminó de llenarlo pasó los dedos por la llave, apenas la rozó, y el agua dejó de caer. Con la mano libre se acarició el cabello y lo retiró de su rostro acomodándolo detrás de sus oídos, aunque volvería a la posición original después de unos minutos.
Él, le decía a ella que la amaba, que la seguía amando, y todos le creían, ella también le creía a pesar de todo el pasado oscuro que (literalmente) no la dejaba dormir en las noches. Y él también creía desde lo más profundo de su corazón gangrenado y rodeado por hiedra venenosa que la amaba, que la amaba a su manera.

Se detuvo en el comedor, y sacó un frasco de plástico de su maleta, que estaba en la silla que daba contra la puerta, la misma silla en la que siempre había estado. La cerró sin hacer ruido, y la metió en el bolsillo de su pantalón, fijándose que no hiciera ruido con las llaves.
-¿En qué lugar tienes las píldoras? -Preguntó.
-En el baño, al lado del grifo, es el único frasco que hay, es de color naranja traslucido. -Respondió ella somnolienta.

Él se apresuró a entrar, abriendo la puerta con sutileza como un gato caminando en los tejados, y destapó el tarro con cuidado, y sacó el de su bolsillo, depositó varias píldoras en aquél que se encontraba en el baño, y dejó una para ella, y volvió a guardar el frasco, con el mismo cuidado que la vez anterior.
Lo volvió a cerrar, con cuidado, cogió la píldora y entró de nuevo a la habitación, ella lo esperaba con los ojos entre-cerrados, y con una enorme sonrisa en sus labios, era sincera, pero ocultaba una enorme tristeza, la que siempre había estado ahí desde que él se fue, la que creció cuando él volvió, hasta dejarla a un paso de la muerte, pero con un perfecto estado de salud. Ella lo sentía así, pero quería aferrarse a la vida porque él estaba con ella una vez más. Por eso trataba de no llorar, y despertaba con la almohada mojada y sus labios con sabor a sal.

Él se volvió a sentar, dejó el vaso en la mesita de noche, sin pronunciar palabra, acarició su rostro, y su cabello, con mucho cuidado de no lastimarla, y besó cada uno de sus ojos, para que pudiera dormir, ella sonrió; él le cerró los ojos y le dijo que se concentrara en dormir, y le dio la píldora, ella, con la píldora en la boca comenzó a reír y...
-¡Déjame abrir los ojos, no puedo tomarme al agua acostada! -Dijo entre risas, y mordiendo un poco la píldora para no botarla.
-Tus deseos son mis ordenes.
Y la ayudó a parar, dándole el vaso y ayudándola a tomarlo hasta la última gota, pues ella decía que la píldora tenía un sabor horrible que nunca antes había sentido, y después quitándole el vaso de las manos, y poniéndolo en su lugar de nuevo.
-Es que eres demasiado mimada, en realidad. -Agregó él mientras ella hacía un puchero y volvía a su posición para dormir.

...Y puso sus labios en su sien, dijo que permanecería así hasta que se durmiera, y acarició su rostro lentamente.
-Te quiero... -Dijo ella con la voz entre cortada.
-Preocúpate por dormir y dime que me quieres de nuevo al despertar, pues no me iré de aquí.
-Pero... tú...¿Me quieres?
-Tú ya sabes la respuesta.
-...
-Pero sí, te quiero.
Ella sonrió, le gustaba oírlo siempre antes de dormir. Él sonrió también, pero su sonrisa dibujada con un lapiz demasiado fino, no duró demasiado y su rostro volvió a ser tan neutro como siempre.
Acariciando su rostro, ella finalmente se fue al reino de los sueños, mientras su alma escapaba al reino de los muertos y el oxígeno dejaba de fluir, y su piel perdía temperatura muy rápidamente. El somnífero mortal había hecho efecto, y él, sin hacer ruido, para no despertarla de su sueño mortífero, se fue muy despacio, con una nueva sonrisa dibujada con carbón.

Él decía que la amaba, y en verdad se sentía así. Sin embargo, se engañaba a sí mismo y a todos los demás como todos los mentirosos nos vemos forzados a hacer.
Él había vuelto, pues cuando se fue sólo se había llevado sus sueños y esperanzas con él, pero, él quería más, quería su vida como ella se lo había jurado frente al altar. Él había regresado para llevarse con él todo lo que le pertenecía, y ahora dejaba el lugar una vez más, desolado, mientras el cadáver que dormía plácido derramaba una última lágrima entre sueños... pero ella no iba a despertar esta vez con el gusto a sal en sus labios.
Él durmió mejor que nunca, y nunca en toda su vida volvió a dormir también, por fin, después de diez años, había matado a esa persona que odiaba desde la primera vez que besó.

Fact

N/a: Non an actual poem or something.

En el periodo de menos de tres meses que ha transcurrido he, casi, alcanzado la cantidad de escritos del total del año pasado. Tal vez porque comencé en Mayo, o porque, en todo caso, ahora tengo más mierda que escribir.
En todo caso antes me detenía menos a pensar en qué escribir y las letras fluían, y todo se basaba en el mismo tema. Para no entrar en clichés decidí variar un poco. Por lo menos a mí, no me ha dado el resultado que esperaba pues sigo pensando que cada escrito es una cochinada igual o mayor a la anterior.
Pero como no voy a perder el tiempo de escritura cuestionándome qué tan mal lo hice esta vez o cuan parecido es al anterior, prefiero dejarlo aquí plasmado y, compartir bien sea, con mi persona, o con algún lector ocasional que por error entró a este lugar de nadie, aquello que pasa por mi mente siempre que acabo de escribir, además, claro, de una sensación de desahogo que cada vez es menor.
Sospecho, que, como dijo alguna vez Daniel Hernandez, escribir tiene un patrón de vicio. La primera vez que lo hice (en este blog) fue todo un descubrimiento, fue casi mágico, y en verdad, sentí ganas de seguir escribiendo, sin embargo esa sensación desapareció lentamente. A veces sospecho que sigo escribiendo por simple inercia, porque mis pensamientos son demasiados y tengo que plasmarlos en algún lugar para que me causen repudio y así, nunca más vuelvan a estar presente. Otras veces pienso que, simplemente escribo, para esas tres o cuatro personas, que (creo) me leen constantemente.
Como sea.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Confesión

Estábamos sentados en el suelo de madera, eran las tres de la mañana, y ella tenía frío. La chimenea estaba encendida, para quitar dicho frío. No había funcionado. Me ofrecí a abrazarla, pero se negó; me ofrecí a prestarle mi abrigo, sonrió. Dijo que prefería el abrazo.
-¿Entonces te abrazo? -Pregunté.
-Ya te dije antes. No.
Sonreí desanimado.

Pasaron los minutos, pasaban rápido pero yo los sentía, se nos había acabado el tema tiempo atrás. Bebíamos vino. Yo mucho más que ella, por cierto. Tenía la misma copa hace una hora y recién iba por la mitad. Yo ya me había acabado una botella, estaba mareado. No por el vino, en todo caso me miraba su sonrisa indiferente y su mirada iluminada por el fuego.
Nuestras miradas se cruzaban ocasionalmente, mientras hablábamos, hablábamos poco, nos mirábamos menos. Esta vez, era, extrañamente, menos incómodo que las anteriores. Me sentía feliz con ella, las conversaciones a solas, sin embargo, nunca fueron ni fluidas, ni confortables. Excepto si habían chistes de por medio, pero esta vez no era así.

-Oye. -Susurré.
-Dime.
-¿Qué pasa, si te digo que te quiero?
-Te mato. Es inadmisible que digas tal atrocidad.
-Entonces mátame, porque te quiero -Dije, sintiendo que hormigas guerreras devoraban mi garganta, y tejían un nudo con los restos.

Ella abandonó su lugar cálido al lado de la chimenea. Yo no sabía qué pasaba. Volvió con algo en sus manos, yo miraba que el cielo se estaba aclarando, por la ventana.
-Shhh, no digas palabra. -Susurró con sus labios apoyados en mi oído.
Me estremecí. Sus labios estaban helados. Lentamente puso un dedo, de forma vertical, sobre mis labios, sus manos siempre estaban frías, esta vez, no era la excepción.
Lentamente retiró la mano, y comenzó a cortar mi chaqueta, de abajo para arriba, por la línea de la columna; después la camiseta. El frío era impresionante, como si la chimenea no existiese, como si nada aparte del metal frío e indiferente de las tijeras (y sus labios) estuviese presente en ese momento.

Después de pasados varios segundos, puso su mano fría en mi espalda, cerca del pulmón, aferrándose, estaba helada, pero el frío desapareció rápido, cuando, el tibio ardor en mi espalda comenzó a fluir. Ella estaba cortándola con una daga, de abajo hacia arriba una vez más, siguiendo la figura de mis vertebras, lo hacía suave, y muy despacio. No era una herida mortal, ni mucho menos, pero salieron algunas gotas de sangre que ella esparció con su mano por mi espalda. Una vez llegó al cuello, posó el filo de la daga contra mi garganta, tragué saliva, pero no pasó nada.
-¿Qué pasa? -Pregunté, vamos, mátame.
No hubo respuesta. Ella lamió un poco de la sangre de mi espalda, y apoyándose con su mano libre, se giró  hasta estar frente a mí. Sin quitar nunca la daga de mi cuello. Después, con su mano libre, levantó mi rostro y posó su frente contra la mía. No musitaba palabra, respiraba el aire ebrio y fatigado al rededor del lugar, todavía vacío.

Acarició mi rostro lentamente con su mano, sintiendo mi agitación, jugando un poco con mi barba. Volvió a poner sus dedos en mi boca, y la cerró lentamente, hizo presión para que permaneciera cerrada, y quieta. Muy despacio, quitó la daga de mi cuello, y trémula, dejó la punta contra mis labios, temblando cada vez más, cortó en una linea vertical, ambos labios. La herida era ligeramente profunda, exhalé apenas terminó, ella botó la daga al suelo, el sonido contra la madera devolvió instantáneamente todo cuanto estuvo en la habitación antes, a nuestros ojos somnolientos.
La sangre bajó de mi rostro con rapidez manchando mi piel, mientras ella quitaba su mano de mi boca y contorneaba mi rostro con sus dedos ensangrentados. Acercó, sin afán, sus labios a la herida, y los dejó quietos en el lugar donde aún salía sangre, una vez más, lamió de forma sutil, la herida, solo una vez, y después quitó su rostro y su mano de la cercanía del mío. Se puso de pie, y me tendió la mano, ayudándome a parar.

-Vámonos a dormir, -dijo ella, con la voz entre cortada, el licor ha hecho efecto, y ya casi ha salido el sol, y tú debes morir mientras la luna está ahí para presenciarlo.

Atónito, obedecí, sin pronunciar palabra me dirigí a la habitación, con la mirada perdida y la respiración agitada; viendo su imagen distorsionada desaparecer; sintiendo aún sus labios quemando mis heridas; dejando a mi paso las gotas de sangre con sabor a vino envenenado.

lunes, 21 de marzo de 2011

Pensamiento reflejo

...Entonces parpadeé  y después de un simple suspiro la vida se convirtió en disfrutar del frío a tu lado en las madrugadas, cayéndome de sueño pero quedándome despierto para verte sonreír, y oír las palabras somnolientas que musitabas inconsciente en la noche congelada, y dormirme sin notarlo; soñar que juego con tu cabello y acaricio tu rostro, y ver al despertar, que eras la noche de celestes solitarios.

domingo, 20 de marzo de 2011

Veneno.

N/a: Inspirado y dedicado a la señorita Ale Leopard. ♥

Solía mirarla a distancia, a veces era un movimiento mecánico, como de inercia. Cuando me daba cuenta, estaba mirándola sin razón, muchas veces no podía recordar cuando mis ojos pasaban de estar fijos en la nada, a estar fijos en ella, que estaba rodeada por el enigma; mirarla a ella era como mirar al cielo cuando se encuentra despejado en las noches, y buscar estrellas invisibles, y perderse en la inmensidad.
La miraba, buscaba algo que estaba ahí pero era invisible, o al menos; oculto para mis ojos, y sin embargo podía sentirlo, era casi táctil.

Ella solía caminar a paso lento, de forma grácil, despreocupada. Dejaba impregnado con su esencia cada lugar por el cual pasaba. Cuando acariciaba una flor, esta moría tiempo después por la gran depresión que le producía el estar lejos de ella; pues cautivaba cada ser viviente con el que tenía contacto.
Los girasoles ignoraban el astro de fuego en el cielo, cuando ella estaba cerca, para, en cambio, absorber toda su esencia etérea; y se llenaban de su silencio y el recuerdo de sus ojos entre cerrados.
Solía pasear por parajes inhóspitos, siempre descalza, sentía el frío, y la tierra áspera; o el hielo, y entonces suspiraba. Sus suspiros parecían teñir el aire a su paso; como de un color violeta, y el lugar entero quedaba teñido de lujuria; sus labios pálidos y ligeramente húmedos, se abrían muy lento, se seguían rozando; era solo una pequeña apertura por la cual escapaba el oxígeno que, al salir, se teñía, y muy despacio volvían a cerrarse totalmente, mientras todo cuanto estuviese cerca se estremecía, en silencio, para no perturbar el equilibrio de aquel instante, que, efímero y trémulo, se desvanecía y, igualmente en silencio, llenaba el vacío con su ausencia, y todo se volvía gris a su paso, pues al igual que las flores; el entorno la extrañaba.

Su cabello era acariciado por el viento, se confundía con el cielo oscurecido de la noche triste. Se movía, errático; tapaba su rostro, solía meterse entre sus labios. Ella jugaba con él, mientras caminaba, lo movía suavemente entre sus dedos, como un gato jugando con estambre. Estaba hecho de seda, y brillaba bajo la luz de la luna y las estrellas.
Ella simplemente sonreía, sacaba el cabello de sus labios, el cual, inquieto y mecido por el viento, se rehusaba a quedarse entre sus manos, o en su espalda. Cuando sonreía sus ojos se entrecerraban, y sus cejas se arqueaban, y una vez más el ambiente se llenaba de esa sensación indescriptible, pero encantadora, que producían sus suspiros.

Sus ojos, parecían absorber la luz que los tocaba. Nada se veía en ellos, ni siquiera el reflejo de de las luciérnagas que, juguetonas, bailaban a su alrededor. Iluminaban su rostro de amarillo, su pálida piel de nieve se teñía por el brillo de las luciérnagas, sin embargo, sus ojos no reflejaban nada. Aunque, cuando sonreía, ellos emanaban felicidad.

Su mano derecha jugaba con su cabello, con los animales; con el viento, con sus labios. Era tersa y congelada, como el agua de las lagunas, y demasiado gentil. Sus labios, estaban teñido por el veneno de las plantas, un veneno mortal, el cual besaría sin dudarlo, pues era ése su mayor encanto. Ella era la muerte que rondaba alrededor de mí, nos buscábamos, como busca un lobo la luz fría de la luna. Sin embargo, siempre que estábamos cerca, se alejaba sin musitar palabra.
Su mano izquierda cargaba un puñal; la hoja estaba encantada con sus suspiros y sus lágrimas; el puñal era para asesinarme, aunque yo sabía, que iba a morir primero por sus labios... o por su ausencia.

martes, 15 de marzo de 2011

La leyenda de la luna sangrante.

Existió una vez, en las lejanas tierras árticas, en una era ya olvidada, una doncella descendiente de los imponentes dragones nórdicos.
Vivía en una casa alejada de todo, en un lugar con un clima tan bajo que ningun otro humano podría sobrevivir, así que vivía totalmente sola.
Era una casita de leña sin ninguna clase de lujo, solo para protegerla de los vientos torrenciales que solían azotar la sima de la montaña. Aún así, y debido a todo el tiempo libre que tenía, la casa estaba bellamente decorada, ella misma había hecho las decoraciones con un cuchillo. Había tallado sobre la madera la imagen de una cascada, y cerca a su cama habían ramificaciones de rosas de todo tipo, menos los tulipanes.

Constantemente limpiaba las ventanas, así podía ver el paisaje, aunque, en realidad no había mucho que ver. Todo el lugar era blanco, al menos la parte visible, aunque atrás de la casa había un lago congelado y varios robles cristalizados. La nieve se había apoderado de la mayoría de la montaña, sin embargo, no pasaba mucha a ese lugar, solo ocasionalmente, en las noches más frías.
Los robles se habían congelado generaciones más atrás, su madera era maciza y muy fuerte, así que permanecían vivos sin nada que los derrumbase. Las hojas se caían eventualmente, y aún así, siempre volvían a crecer; las hojas eran de vidrio y cuando caían se rompían por todo el lugar; los árboles, por ende, tenían a su alrededor una peligrosa trampa que, más de una vez, había lastimado a la doncella que, llena de curiosidad, había tratado de internarse en el bosque.
No había ningún ser viviente en todo el lugar, ninguno, además de ella; era la luna su única amiga, por lo cual, derramaba lágrimas gélidas cada mañana, causada por su inmensa soledad. Solía esperar paciente, durante las incontables horas, a que llegara el devastador anochecer, pues podía hablar con la luna hasta el amanecer. Una vez llegado, entre lágrimas se despedían, y el ciclo volvía a comenzar, cada día era irremediablemente igual; en un tiempo tan lejano que aún los días no tenían nombre, y el invierno reinaba durante todo el año, era el amo y señor de la tierra; todo era de él y de su mortífero abrazo helado.
Cerca del lago solían crecer tulipanes azules, que eventualmente, cuando las gotas de rocío aparecían lentamente, se congelaban, muy despacio. Ella siempre estaba sentada en el alfeizar, miraba con una leve sonrisa como, uno por uno se iba cubriendo de hielo, eran ellos lo único que alegraban sus días; por lo cual, a pesar de la desolada realidad que había tenido que vivir, aún seguía sonriendo de vez en cuando, y secando sus lagrimas casi congeladas.

De vez en cuando salía de la casa para ir a ver las rosas, pero nuevamente, volvía a lastimarse, pues el césped también estaba hecho de cristales rotos, aún así, ella con gusto derramaba la sangre en el lugar, para sentir la vida cerca aunque fuese por un momento. Su sangre escarlata teñía todo el lugar, y se diluía lentamente; la sangre se deslizaba hasta llegar al lago, y entonces él también se pintaba de un tenue color rojizo.
Después de aquellos días en los que, agobiada por su inagotable soledad, iba a ver a los tulipanes; tenía que esperar pacientemente a que todas sus heridas cerraran, alejada también de la luna y de la ventana, sumida aún más en el oscuro vórtice que consumía su alma inmortal.

Así pasaban los días, los meses y los años; ella, agotada, seguía mirando en la ventana. Sus ojos grises, siempre agotados, siempre llenos de lágrimas, las cuales de vez en cuando se deslizaban por su piel pálida como el entorno que la rodeaba, su cabellera solía moverse con el viento, tapando su rostro de vez en cuando; era roja pues se había teñido con la sangre que incontables veces derramó cerca de los tulipanes congelados. Congelados como su alma y su corazón; congelados como el aire que respiraba sin otra razón que la inercia, congelados como las nubes que ocultaban a las estrellas, congelados... como el tiempo que llevaba sobre sus hombros inmortales.

A veces, del cielo caía granizo; aquél granizo golpeaba la tierra como meteoros, y destruía el césped y las hojas de los robles, y rompía muy lentamente los tulipanes congelados. Ella observaba desde la ventana, sintiendo que se partía su corazón, cuando, irremediablemente uno a uno se rompía hasta volverse polvo que volaba en la atmósfera. Ella lloraba lágrimas de sangre cada vez que esto sucedía, pues, sentía que hasta las flores la abandonaban. La luna oía sus sollozos, y cada vez que pasaba esto, ella lloraba también, pintada de carmesí. Así ha transcurrido por siempre su vida de soledad, desde los tiempos antes de la luz hasta la actualidad.
Se dice que cuando la luna se levanta teñida por el carmín, está consolando a la princesa, que llora amargas lágrimas de sangre por los tulipanes que se rompen al unísono con su corazón.


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N/a: Dedicado a Naoko ♥ Te amo~ <3

lunes, 14 de marzo de 2011

Enclaustrados

Abrí la puerta con una extraña mezcla de alegría, una muy leve satisfacción, y, un poco del vacío propio del conformismo.
Mi mano seguía sosteniendo la perilla girada aunque esta ya había abierto, y mis músculos estaban tensos; estaba haciendo presión sin razón alguna, y mi mano izquierda estaba suavemente ligada a la de ella, nuestras manos estaban entrelazadas.
Terminé de abrir la puerta muy despacio. Sin ningún afán, titubeaba. Ella estaba emocionada, presionaba mi mano como yo presionaba la perilla. Creo que le hacía presión a la perilla para no hacerle daño a ella, su mano era frágil, y muy delicada, además, bastante suave al tacto.

Una vez la puerta se encontró abierta, los dos nos paramos en la línea de entrada, dudábamos. Permanecimos unos minutos ahí, en silencio. Mi mano se aventuró lentamente, temblando, y prendí la luz.

Nos observamos levemente, no queríamos ver lo que estaba frente a nosotros. Ella dio un paso adelante, y tomándome de la mano, me hizo entrar.
Recorrí el lugar con la vista, las paredes eran blancas, habían algunas ventanas, con cortinas negras, estaban entre abiertas. Había una mesa en la mitad del lugar, tenía dos sillas, la mesa era de vidrio templado roto, siempre quise una decoración así. Las sillas, eran de madera, eran sencillas, y en la mitad había un florero en donde más adelante depositaríamos rosas blancas que teñiríamos de negro con la amargura de nuestros días.
Las cortinas, creo, estarían cerradas ocultándonos del sol la mayoría del tiempo. A mi me gustaba la oscuridad y a ella le aterraba un poco. Sin embargo, me sentía más que dispuesto a, en mi egoísmo, abrazarla el tiempo que fuera necesario para que no tuviese miedo. Aunque en todo caso, sabía que cuando yo no estuviese, el inmaculado negro desaparecería y ella abriría las cortinas, y dejaría que el sol violase nuestra paz. Mi paz...

Había una triste bombilla en la mitad del techo blanco, y las paredes tenían varias puertas, la habitación, el baño, al cocina, y el estudio. Las puertas también eran de madera, como las sillas y el suelo.
Era un lugar, más bien triste, más bien solo, más bien, depresivo. Era una mala combinación para nuestro carácter, y una gran inyección de inspiración para mi poesía rota, y para las expresiones incansables de sus labios.
Había un sofá negro en el que, supongo, soportaríamos la carga de los días, los cuales, en todo caso, a parte de su nombre no diferirían en nada al anterior.

El lugar, el pequeño y triste lugar, nos escucharía reír, a veces... y soportaría nuestros gritos reprimidos y nuestros golpes a las paredes. Soportaría la carga de la tristeza compartida y del desinterés exponencial. El lugar, se deterioraría al igual que nosotros, y cada vez sería más gris, al igual que nosotros, y sus paredes se llenarían de manchas, y de suciedad, al igual que nuestras almas, y nuestros besos, y nuestros ojos.
El ambiente se llenaría del olor de las botellas de vino abiertas, de los abrazos rotos, del vendaje invisible para los corazones partidos, de las promesas sin cumplir, y de las palabras de más en los momentos de ira.

Fueron simples segundos de un simple análisis pesimista, pero sabía que todo iba a volverse verdad paulatinamente, si no moríamos primero. Ella seguía sosteniendo mi mano, con entusiasmo, volteó mi rostro con su mano libre y me dio un beso rápido, y preguntó ¿bien, qué piensas? Quise decirle todo lo que creía, quise decirle que estábamos destinados a ir desapareciendo muy lentamente en ese lugar. Ir dejando que nuestra esencia y juventud se escapara por las rendijas de las puertas, que nuestros sueños nos dejarían y volarían por las ventanas abiertas cuando ella abriera las cortinas, que nuestros besos se llenarían de polvo y que la pasión se marchitaría como las rosas blancas tiñéndose de negras por la nicotina en el florero que estaba en la mesa, pero simplemente me limité a sonreír, y devolverle el beso, y decirle que era un lindo lugar... un lindo lugar donde enclaustrados llevaríamos la monotonía a cuestas mientras nuestro amor moría de la mano con nosotros hasta simplemente desvanecernos en el imperecedero tedio de los segundos cargados de la ácida realidad que nos esperaba en el futuro, armada con una escopeta para dispararle en la frente a todas nuestras ilusiones.

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N/a: Dedicado a mi amada, Ale Leopard ♥
últimamente solo me dan ganas de escribir para que ella sonría mientras me lee.

domingo, 13 de marzo de 2011

caminata nocturna

Dedicado a Ale Leopard. ♥

Ella caminaba, lentamente, con calma. Si no fuera una calle vacía en la fría ciudad, diría que disfrutaba el paisaje. Tenía la cabeza agachada y los ojos perdidos. El cabello tapaba parte de sus ojos, no eran muy visibles. Sus labios solían moverse como si estuviese silbando, gesticulaba; creía que decía algo pero, en realidad no decía nada.
Su ropa era oscura y se confundía con la noche, porque la luz que iluminaba las calles estaba en corto, así que su iluminación era intermitente, y demasiado débil. Era un toque escalofriante, porque las calles de esta ciudad suelen ser peligrosas después de las once de la noche; sin embargo, le daban un toque encantador a ella. La luz en su rostro iba y venía, muy despacio desaparecía, porque ella retenía la luz con sus ojos, y cuando todo estaba oscuro, volvía a aparecer de forma súbita, y sus ojos se volvían a llenar de brillo, le molestaba un poco el choque brillante que generaba, creo que por eso tenía la cabeza agachada y los ojos perdidos.

La noche transcurría lenta, al igual que el paso de ella, creo que estaban coordinadas. Cada paso que daba, dejaba la luz un poco más atrás, y ya a lo lejos brillaba como un cerillo que se apaga lentamente... ella iba trémula dejando todo atrás, y el paisaje que era comido por la bruma se iba volviendo vapor lentamente.
En horas más tempranas, había llovido, el asfalto estaba un poco húmedo aún, su rostro se reflejaba ligeramente, pero ella no lo notaba porque no estaba mirando a ningún lado en particular.

En una esquina dobló a la izquierda, se desvió de su camino, parecía no haber razón aparente; era una zona muy oscura, ella no decía palabra. Caminaba errática, temblaba por el frío; pero aún así, no se detenía.
Entró lentamente en un pasaje que estaba lleno de árboles y sillas, ella tropezaba constantemente, pues la visibilidad estaba reducida, sus pasos eran torpes pero llenos de gracia, a veces paraba para recoger las hojas secas que estaban en el suelo, sus manos se untaban de tierra, pues habían algunas hojas húmedas por la lluvia que estaban llenas de lodo, ella ignoraba aquél hecho, se frotaba las manos y seguía en sus asuntos, a veces olvidaba que estaba perdida en sus pensamientos y su rostro retornaba a la vida, y esbozaba una sonrisa llena de inocencia, una sonrisa efímera, duraba apenas un segundo, y volvía a la normalidad, su rostro era totalmente neutro, y sin embargo, estaba lleno de armonía. La tristeza y los pocos destellos de alegría hacían una hermosa mezcla heterogénea que no dejaba a nadie saber en qué estaba pensando en realidad; y sus ojos seguían perdidos, en otro universo, o algo así, en todo caso su mirada era totalmente vacua.

Una vez salida del pasaje, llegó a una avenida con apenas tráfico, ella caminaba en la dirección contraria del sentido de la autopista, de vez en cuando pasaba un carro que, afanado, le pitaba, y con la luz a su máxima potencia trataba de esquivarla, y su rostro parecía iluminado por una antorcha, pero el peligro no significaba nada para ella, ni siquiera notaba el riesgo que corría; ella seguía mirando las hojas secas.

La luna de vez en cuando salía de su escondite en las nubes,y luego volvía a meterse. Cuando salía, la iluminaba directamente a ella, y su pálida piel se tornaba visible, como las flores que son iluminadas por  la ligera capa de rocío sobre ellas en la madrugada, y cuando la luna se ocultaba, ella volvía a estar cobijada por el enigma de la noche.

Después de una leve parada, como para reflexionar a dónde debía ir, después de volver en si, siguió caminando, muy lentamente como antes, dejando que sus pies salpiquen la lluvia juguetona en el asfalto; de vez en cuando sus manos se movían a su rostro, apartaban el cabello juguetón que invadía su rostro, pues ella iba en contra de la dirección del viento.
Una a una fue soltando las hojas que recogió en el camino, como para recordar cómo regresar de su destino a la nada, y se fue fundiendo con la oscuridad que se veía a lo lejos; hasta que no se pudo ver nada, solo se escuchaba el sutil ritmo de sus pasos, que eventualmente, también se perdió en la nada.
Yo caminaba a su lado, pero era invisible para ella.


N/a: realmente soy malo para los títulos, fue lo único que se me ocurrió... no sé qué tan bien cuadre. En todo caso, es lo de menos.