sábado, 18 de agosto de 2012

"And seven kingdoms couldn't fill the hole she left behind"


"When the sun rises in the west and sets in the east, when the seas go dry and mountains blow in the wind like leaves... when your womb quickens again, and you bear a living child. Then she will return, and not before" 
 Estiré la mano con deseo de acariciar su rostro, pero no encontré nada: había desaparecido, se había difuminado con el aire casi imperceptible que nos rodea siempre y que sólo notamos cuando sopla lo suficientemente fuerte, busqué desesperadamente tanteando el vacío, convencido que en él mi tacto se conectaría con ella, que el peso de mis dedos reposaría en su cálida piel y que cambiaría de lugar con las pesadillas de la noche anterior: ellas se disiparían y ella sería tangible, pero no fue así. Me quedé ahí con los ojos cerrados, con visiones que no tenían sentido y que además de perturbarme, no hacían nada. Me quedé acostado; las sábanas se fueron con ella y sólo me cobijaron mis miedos. El aroma cálido de su cuello ya no estaba, tampoco el de las flores que estaban en la mesa de noche, tampoco el aroma a café que inundaba la casa temprano en las madrugadas, no había ningún aroma absoluto aparte del mío, y yo hedía al letargo interminable de una existencia que se había quedado en puntos suspensivos hace ya demasiado tiempo.
Abrí mis ojos convencido que encontraría la cama desorganizada a mi lado y la almohada aún con la forma de su cabeza, que vería sus zapatos cerca de la puerta, o en el mejor de los casos, la vería a ella volviendo de la sala con una sonrisa sonrojada iluminándole la cara, sin embargo, no vi ninguna imagen que pudiera presentar el menor rastro de alivio para mí, en cambio, sólo vi un lado de la cama inmaculado, las cortinas cerradas y las luces apagadas. Ni siquiera el primer rayo de sol se atrevía a entrar en la habitación, la soledad y yo estábamos solos. Ella en la habitación de al lado, y yo en mi celda... digo, habitación. Procedí a agudizar  el oído, reuní toda la concentración en escuchar algún sonido, la cafetera, la ducha, pasos, risas, lo que fuera, pero los únicos sonidos presentes eran mi respiración agitada y mi corazón que desde hace mucho tiempo, estaba desacompasado.  Y como nada de lo anterior sirvió, apelé a mi último recurso: pasé la lengua por mis labios con la esperanza de sentir en ella el sabor a fresa de sus besos, sin embargo, con el paso del tiempo, ellos también se habían marchado y el insípido sabor que había en mi boca, que se define como cualquiera que no sea el de sus labios, estaba tan presente como lo estaba la pesadilla de la que había hablado anteriormente.

Como ninguno de mis sentidos funcionó, y mi sentido común estaba dañado desde antes de conocerla, al igual que mi sentido de la ubicación, recurrí a la absurda ilusión de la existencia de un sexto sentido, y la llamé con mi mente en mil idiomas, pronuncié su nombre mil veces, le hice un pequeño monólogo sin pronunciar ni una palabra, esperanzado que si lo hacía solo en mi cabeza, me escucharía y saldría de donde estaba escondida, jugándome una broma, que sentiría como terciopelo sus brazos alrededor de mi cuello, oiría el latido de su corazón en donde yo solía vivir y sentiría de nuevo después de tanto tiempo el sabor a fresa de sus labios, que me hablaría en dothraki al oído y vería sus ojos brillar  como ni siquiera el sol puede hacerlo. Sin embargo, y por variar, en el sexto intento tampoco paso nada. O, bueno, pude inferir que mi sentido común no estaba tan dañado como yo creía, y llegué a la conclusión que la pesadilla de la noche anterior, y la anterior a esa, y la de los años que pasaron casi por obligación, en realidad no eran una pesadilla: eran el recuerdo de cuando ella se había ido para siempre del planeta tierra y había regresado a orión, y yo me quedaba mirándola ascender en el cielo, aferrándome únicamente a una canción de un dialecto que en realidad nunca logré entender, y sin embargo lograba llegar a mí con más intensidad que el único recuerdo de mi infancia; que yo le preguntaba si la última línea de esa canción seguiría siendo verdad y ella respondía con una sonrisa eclipsada por una lágrima, diciéndome algo que, como era costumbre cuando hablábamos, no alcanzaba a oír la primera vez, con la diferencia que en esta ocasión, cuando pregunté "¿qué dijiste?" ya no estaba aquí para responderme.

N/a: Yer jalan atthirari anni

jueves, 15 de marzo de 2012

Khaalesi

Dime, Khaalesi, qué clase de fuego es el que me rodea cada vez que me abrazas, y cómo lograste pulir y restaurar un corazón reducido a cenizas por su propio dueño, tan solo con el toque gentil y puro de tus manos. ¿Sabes? Cada noche en la que crece la luna espero a que despiertes, en silencio, porque después de tanto tiempo, no llego a la respuesta que estoy buscando: ¿fueron tus ojos quienes le dieron su luz a la luna, o es el brillo de tus ojos un reflejo de la luna? 
Si mis manos que se volvieron ásperas al tacto por tantos años cargando una espada no perturban tus sueños, quisiera acariciar tu cabello bajo el alba. 

Esa habilidad tuya, reina mía, de darle color a mis ojos inexpresivos, nunca la alejes de mi lado, pues quiero que te veas reflejada en ellos mientras pasa el tiempo, hasta que el sol se congele y la luna se evapore. Permíteme tomarte de la mano mientras caminamos al encuentro de nuestros ancestros. Se tú quien curará mis heridas de guerra con sus labios, si acaso tuviere que empuñar una espada de nuevo, para proteger el amanecer de nuestra progenie. 

Sigue siendo tú, a través de los años, la portadora de alegría y esperanza, porque mis sueños seguirán llevando grabado tu nombre, y mi insomnio tu apellido. 

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N/a: dedicado a quien me sacó del sueño en donde yo era aquél que vivía bajo un cielo sin luna. 

martes, 13 de marzo de 2012

Musa

¿Quién decide quién está loco? Cantaré para ti, si quieres que lo haga (...) Y esas canciones que le cantas a tus bebés, serán las canciones para verte.
Ojos de café, labios de fresa, sonrisa de niña e inocencia de bebé, cuerpo de mujer, alas de ángel, manos de princesa y amor depredador. Musa mía, arrastras mis fantasías a lo largo de tu nombre, encierras mi mente en tus recuerdos adimensionales; llevas el compás de mi sístole, y retrasas la llegada de mi diástole, el sonido de tus suspiros está grabado en mí como una marca de agua, imperceptible, excepto por tus ojos; tus ojos todo lo ven. Creaste el mundo bajo tu propio concepto de belleza, marcas mi camino con cada paso de tus pies descalzos, como alguien que camina, muy despacio por la nieve.  Creaste a tu imagen y semejanza mi diccionario, cambiaste el nombre del amor por el tuyo, y nombraste la tristeza como tu ausencia. ¡Oh! ángel de mejillas sonrojadas, es por ti que mis palabras cobran sentido, es por ti que se forman versos en mi mente de la nada, como si fuese un poeta maldito y tu fueres mi amada inmortal.
¡Dime, musa mía! ¿qué clase de magia se lleva a cabo en tu iris, qué universo inexorable se crea cuando sueñas, por qué cuando sueño con harpas ronronean tu nombre, qué le hiciste tú a los nocturnos de Chopin para que me hablaran siempre de tu recuerdo? ¿Qué tienen tus manos que al contacto con las mías provocan la reminiscencia de la añorada infancia? ¿Quién sincronizó tu llanto con el llanto de la luna y quién te hizo señora absoluta de la lluvia? Quisiera saber cómo es que un eclipse de sol son tus ojos cerrados; ¿por qué cuando yo los cierro aún te miro? Quisiera saber quién labró tu aparato fonador, pues lo hizo con cuerdas y martillos, como si de un piano nostálgico se tratase, como si en tu mente siempre hubieran cuatro pinos.
Dime, mi amada inmortal, ¿cómo entras a mi mente por las noches y te vuelves protagonista de todos mis sueños? ¿Cómo puedo volver los lúcidos, para así caminar contigo incluso en el mundo de Morfeo? ¿Cómo alejaste de mi las pesadillas y las cambiaste por el júbilo de tus caricias? Ojalá pudiera estar ahí cuando duermes... para verte en la oscuridad soñar al lado mío.
Oh, musa mía, maldigo a las palabras que habitan adentro de mí, pues no son suficientes para decirte cuanto pasa por mi mente, siempre que ésta levita sobre ti.

¿Estoy enloqueciendo, musa mía? Hay un fuego en tus labios que me quema, y solo un loco podría encontrar calma al quemarse, ¡más aún no me acostumbro! ¿Quién pudiere alguna vez acostumbrarse al paraíso? ¡No me acostumbro a ellos, como los ojos no se acostumbran a ver el amanecer! Porque, después de todo, ¿quién podría acostumbrarse alguna vez a la magia?
Dime, Musa mía, ¿Cuándo me mostrarás que más es irreal? Pues, desde que me proteges en silencio abriste mis ojos a tantas cosas, tantas que de ninguna otra forma podría haber conocido; ¡soberbios fueron mis labios al decir que el amor no existe! pues tú lo marcaste sobre mí, fuerte y refulgente como fuegos artificiales. Dime, Musa mía, ¿Qué más es irreal? Ahora que estás a mi lado, a veces me pregunto si estoy vivo... porque, si lo estoy, ¿por qué me encuentro en el paraíso?

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Nota de Autor: Dedicado a aquella que le cuenta sus secretos a los cuatro pinos.

viernes, 13 de enero de 2012

Luna

Entonces él miró al cielo una vez más buscando las estrellas, y se dio cuenta que había una masa blanca, redonda, luminosa; perfecta. Era la luna. Él ya no vivía en un cielo sin luna. Él ya no tenía que nadar una cascada ascendiente. Él ya no estaba solo y ya no sangraría por desesperación, había dejado de marchitarse. No habían estrellas cayendo del cielo nocturno como meteoros en sus sueños.
Sus palabras dejaron de ser crudas y grotescas, y tenían un lugar de procedencia y un destino al cual llegar, y lo cumplían: llegaban al corazón de ella. Aliviaban por unos instantes sus llantos silenciosos. Ella sonreía. Él sonreía, sentía que ella era feliz.
Él despertó de su pesadilla y al abrir los ojos vio que la luna seguía ahí, y aunque ella había abandonado su lugar en la cama, y todavía lo sentía tibio, todavía olía a ella, él sabía que las estrellas la guiarían de regreso.
Él suspiró. Se sentía incompleto, pero sabía que valía la pena esperar, y una vez más, se quedó mirando a la luna y las estrellas, pues esta vez se quedarían en el cielo: permanecerían.
Él supo que cuando le dijo a ella que era la luna, no había pensado en las noches de luna nueva, cuando ella estaría ausente. Él suspiró nuevamente y antes de girar en la cama aún cálida, recordó que al igual que la luna, ella seguiría estando ahí.

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jer jalan atthirari anni.

lunes, 9 de enero de 2012

Fábula

I wrote this to cheer you up.
I wrote this, to make you smile.
This, is for you, my moonlight.

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Existió una vez, una abeja que pasaba todo el tiempo en el panal, cuestionándose qué era la felicidad, sin embargo, no obtenía respuesta. Cansada de estar encerrada en el panal, y de estar encerrada en una idea incompleta, decidió abandonar su colonia y encontrar una respuesta aunque le costara la vida.
La abeja sabía que aunque solo viviría un día más, y que no volvería a ver a la reina, ni a probar el sabor de la miel, se alejó del panal con un nudo en la garganta.

La abeja voló muy alto, creía que si se encontraba en frente al sol, la luz le daría sabiduría, pero mientras subía, sintió cada vez más frío en las alas y vio el cielo lleno de nubes, y supo que no había forma de encontrar la luz, pues grandes nubes tapaban su camino, y decidió bajar.
Pensó después que si veía su reflejo en un lago cristalino, podría encontrar su verdadera esencia, y el significado de la vida, y por tanto, el significado de la felicidad. La abeja voló muy lejos por la pradera hasta llegar a un gran lago, pero al llegar, las nubes en el cielo dejaron caer pequeñas gotas de briza, y en lugar de verse reflejada, vio una imagen distorsionada de sus franjas amarillas y negras, y viéndose forzada a protegerse de la lluvia, abandonó el lugar. 
La abeja estaba empezando a desesperarse, le quedaba poco tiempo para concluir su búsqueda, porque cuando decidió salir, gran parte del día había pasado, y el atardecer estaba cerca, sintiéndose desesperada, pensó que la felicidad era descubrir el mundo, y quiso recorrer todo su entorno, ir más allá de los confines de su mente. Así pues, voló a toda velocidad hasta llegar a un pueblo, y vio humanos por primera vez, al descubrir que le temían y se alejaban mientras movía las alitas graciosamente, sintió una profunda sensación amarga en el fondo de su corazón. Además. ¿por qué esos monstruosos seres gigantes la miraban de esa forma, y hasta trataban de golpeaerla?
Muy triste se dijo a sí misma que la felicidad era hacer eso para lo que habías nacido, y buscó la flor más cercana para extraer el polen y llevarlo al panal, y así después de estar entre cera y cubierto de miel, ella y su familia podrían comer. Entonces recordó que el panal estaba muy lejos, y que no alcanzaría a llegar con vida.
Habiendo abandonado toda esperanza, decidió simplemente deambular hasta el último momento, lejos de su familia, y aún más lejos de su respuesta.

Encontrándose casi afuera del pueblo, vio que una abeja perdida y con poco tiempo de nacida estaba intentando escapar de un humano muy malo, que trataba de matarla a toda costa. La abeja voló a toda velocidad, y diciéndole a la abeja bebé que escapara, picó al humano en el cuello, sabiendo que moriría después de eso, y que, de todas formas, faltaba menos de media hora para su muerte.
La abeja se sintió más feliz que nunca, aunque sentía dolor, pues, aunque nunca supo el significado de felicidad, y estaba lejos de todo cuanto conocía, supo que ser feliz no estaba relacionado con su entorno, ni con el significado de la existencia... en sus últimos segundos, la abeja supo que la felicidad es esa sensación que llena nuestro ser, cuando estamos seguros de haber hecho lo que dicta nuestra alma; de haber seguido al corazón.

En cuanto a la abeja bebé, encontró su camino al panal, y todos en la colonia festejaron el regreso de la pequeña cría de la reina que se había extraviado momentos después de nacer.