martes, 31 de mayo de 2011

Futilidad

Sentí ganas de disparar, cerré los ojos con fuerza, y vi como en el interior, en el negro, tan profundo, se formaba una imagen amorfa de color rojo, que comenzaba a volverse fucsia, y luego azul. Abrí los ojos, y, con la mirada distorsionada, recorrí el entorno, estaba desordenado, como lo había dejado cinco segundos atrás, antes de tratar de encontrar respuestas inexistentes en la oscuridad de mis párpados.
Acaricié el frío metal del revolver, no pesaba mucho, por alguna extraña razón, contemplé aquél negro opaco que se confundía con el de mis ojos cerrados, cada pequeño detalle... titubeé, desvarié, y acaricié el gatillo con mi índice, estaba frío, mi respiración también estaba fría, y el sudor que bajaba por mi nuca.

Pasaron unos minutos de reflexión, en los que, tal vez sin darme cuenta, me despedí de todo lo que había abandonado sin decir palabra, y de todo lo que iba a abandonar de la misma manera. Mis familiares lejanos, mis padres, mis hijos, y mis amigos, no sabrían nada de mí hasta que fuera demasiado tarde, hasta que la macabra imagen de un yo en descomposición, rodeado de insectos que, irrespetuosos y ajenos al dolor de aquellos que me quisieron, o fingían quererme, se posara fija en sus ojos.
Hice una mueca de dolor, presioné los dientes hasta que me dolieron los oídos, volví a cerrar los ojos, era demasiado cobarde para actuar con los ojos cerrados, y puse mi cabeza apuntando contra el frío techo que, indiferente, seguía ahí estático como siempre, lleno de un color blanco inexpresivo. Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero antes que se deslizaran juguetonas hasta mis labios, presioné el gatillo.

No pasó nada, lo presioné otra vez, sonó una explosión, y de forma instintiva abrí los ojos, me encontraba con las manos pegadas al cuerpo, aprisionadas por la camisa de fuerza, sentado en un rincón de una habitación con un tedioso color blanco, con las paredes cubiertas de un material blando, pero desconocido para mí, que evitaba que me hiciera daño... más daño del que me producía el encierro, un daño mental y devastador, pero que no era letal, y por tanto no me mataba.
Estaba despertando de un sueño, un pasaje por mi subconsciente: el único sitio donde podía sentirme libre, ya que, no se me permitía abandonar ese lugar. Sin embargo, en mis sueños tampoco era libre, era la décima vez, en diez noches, que soñaba con la misma escena en la oscura habitación. Era el décimo paseo a un laberinto de futilidad, donde, al igual que en la realidad que se me había obligado a vivir, las cosas nunca salían como lo esperaba.

jueves, 26 de mayo de 2011

Evanescente.

El cielo estaba gris, como si el apacible azul que lo caracterizaba hubiese huido para siempre. El tiempo había pasado, era normal que, a pensar del toque gris de las nubes que lo aprisionaban, ya no fuese un azul oscuro, sin embargo, no había un matiz distinto al implacable e insípido gris, del cual como hilos a punto de desaparecer, salían gotas de la luz de la luna.
Dejé de mirar el cielo, estaba distraído, la intuición me decía que llevaba bastante tiempo alrededor de ese lugar, y entonces, antes de concentrar mi vista en el frente, miré mis pies: Mis zapatillas estaban mojadas, al igual que mi pantalón, al menos hasta la rodilla, parecía que me hubiera sumergido en una especie de lago, y entonces, como volviendo en mí, sentí el peso de la ropa que, llena de agua, me halaba un poco más hacia el suelo.

Algo me decía que no era una total locura mi estadía en ese lugar, que tenía toda la razón para estar ahí, que aquello que estaba buscando, se encontraba muy cerca. Aquello que estaba buscando... ¿Y qué estaba buscando?, la pregunta recorría mi mente como un barco a la deriva que está a punto de hundirse en el inmenso e implacable océano.
Con la mente totalmente perdida y guiado por la inercia, levanté la mirada al frente, y como si la respuesta surgiera de la densa niebla que se posaba adelante, recordé que buscaba a una mujer, la había visto hace rato, no del todo, solo sus ojos, pero se posaban en mí como si buscaran muy adentro de mi corazón, y luego se perdieron... recuerdo haberles seguido la pista, caminar sin rumbo hacia donde se habían movido, esos evanescentes ojos como de una hechicera que, sin compasión alguna, me estaban llevando al desquicio.

Y así pasaron los minutos, caminaba, sentía el asfalto mojado bajo mis pies, sentía el frío mezclarse con el sudor y apoderarse de mi piel, las gotas que caían, juguetonas, de mi cabello, y pasaban como un escalofrío por mi espalda, o se resbalaban por mis mejillas dejándome una ligera marca, como de lágrimas. Se perdían en mi barba, mojaban mi cuello, hidrataban  mis labios resecos, pero no lograban animar mi alma, que, al parecer, jadeaba como si estuviese muriéndose en la mitad del desierto más caluroso.
...Entonces reaparecían, muy adentro de la niebla, miraban fijos hacia mí, como si el vapor no estuviera presente, era una imagen nítida, permanecían quietos, no parpadeaban, como si yo fuese un punto muerto en la pared, escudriñaban dentro del punto más pequeño de mi mera existencia, me sentía desnudo, aquella ropa húmeda y pesada desaparecía ante ellos, estaba indefenso... pero no sentía peligro, no en absoluto; porque era una mirada cándida e inmaculada, mística y terrible, eran ojos grandes, delicados, de un color indescifrable, entre plateado y azul, como el azul oscuro que le faltaba al cielo, un poco más claros que el pérfido blanco de las nubes del cielo, pero más oscuro que la niebla que los rodeaba... y parecían moverse, sentía que cada vez estaban más cerca, pero se detenían, y entonces parecía que se estuvieran alejando...

Después, cuando, apresurado por la impaciencia, pero frenado por el cansancio y las cadenas biológicas que el ácido láctico imponía en mi cuerpo exhausto, a solo unos metros de mi objetivo, desaparecían, sin dejar rastro. La escena se repetía una y otra vez en mi mente, hasta que, un poco más borrosos, reaparecían, sentía que eran prisioneros por la niebla, como un gran gólem que tenía a un hada prisionera, y volvía a comenzar mi carrera contra el tiempo.
Su mirada se difuminaba, y respirar era difícil, cada vez más, y ya no distinguía sur ni norte, la trémula estela de luz lunar que se posaba arriba la última vez que miré al cielo, ya no se notaba, y, como si fuera un fantasma, mis pies habían desaparecido; donde una vez estaban, solo había niebla... sintiéndome perdido, sentí los ojos detrás de mí, me miraban, ¡me miraban!, pero cuando giré para encontrarme con ellos, me vi totalmente rodeado por la nada... la impenetrable nada blanca de aire condensado que había estado ahí desde un principio, consumiéndome, reduciéndome a un cuerpo cuya mente había desaparecido... haciendo que mi vida se redujera a solo un acto de locura.

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N/a: Dedicado a los ojos evanescentes de Naoko.

viernes, 13 de mayo de 2011

1er aniversario (atrasado por 9 días)

No sé si en todo caso, haya algún motivo que celebrar, después de todo ¿por qué decir aniversario? Tal vez lo veo como un logro personal, -uno muy pequeño por cierto-, pero después de todo, lo es de cierta forma.
A lo largo de un año y nueve días (no todos los días, por cierto) me he dedicado a escribir acá, cuando miro las primeras notas, no puedo evitar sentir que son basura, para muchos lo han de ser también, para otros, no. En todo caso hay una ligera nostalgia en ellas.

Muchas veces me pregunto: ¿por qué sigo escribiendo? A veces me calma, a veces me frustran los resultados,  otras veces, por el simple hecho de alguien que lo pide. En cualquier caso, casi nunca me gusta el resultado. Pero a veces pasa; supongo que de alguna forma es una muestra de progreso, si no, pura vanidad. O lo que sea.

A lo largo de este año, he aprendido muchas cosas relacionadas a la escritura: Vi que me estaba enfrascando en un entorno, el hombre matando a la mujer en una zona gélida que se llena de sangre, antes de eso, la pequeña necesidad de "imitar" la escritura de Rafael Chaparro Madiedo, y así. He tratado (y a veces pienso que sin éxito) De no estancarme, si lo he logrado o no, supongo que lo sabré tiempo después. Aunque puedo decir (y tal vez, otra vez con la vanidad hablando por mí) que he mejorado mi uso de la ortografía, la puntuación, y mi léxico. Esto último, no es un mérito exclusivamente propio, ni mucho menos: gracias a todos los escritores que he leído, que también usan un blog o por el medio de una nota de facebook, me han hecho progresar, al igual que las criticas constructivas de unos pocos, que por encima de las formalidades de un elogio, me han dicho ¡hey!, aquí te equivocaste; mejora esto, etcétera, y como escritor en formación -al igual que todos los demás-, es incalculable la utilidad de dichas palabras. Aunque debo decir con tristeza, aunque suene de alguna forma, pedante, que nunca he recibido una crítica negativa. Espero encontrarla alguna vez, y aprender de ella, o saber que al menos,  hay alguien que detesta lo que hago, y que debo estar haciendo algo demasiado bien, o que la gente que me rodea me quiere demasiado para decir que lo estoy haciendo terriblemente mal.

No sé si se me escapa algo... en todo caso, creo que he dicho suficiente. Ahora a la parte más importante: Ustedes.

Debo y quiero agradecer (en desorden) a varias personas -y posiblemente se me escape alguna, y me disculpo, los que me conocen, saben muy bien lo distraído que soy-, porque, gracias a ellas, es que esto sigue (y seguirá) estando aquí.
Cuando comencé a escribir, recuerdo muy bien que, no pasaba de 4 followers, ahora son cuarenta, y, aunque no los conozco a todos, y no sé si, todos ven cada entrada, cada vez que publico, sé muy bien que alguna vez leyeron algo que les gustó, y les agradezco, aunque no sabía que alguien fuera a leer esto, es gratificante ver cuando ese número aumenta.

Iwana: mi mejor amiga, mi primer follower, y en general, la persona que está ahí por excelencia, por años, y que realmente espero, nunca dejes de estar. Eres la mejor, y'know. <3

Laurah: Por ti abrí este blog, hay varios escritos para ti en él, y si hoy dedico parte de mi tiempo cada noche, a dejar volar mi imaginación y escribir con la esperanza que a alguien le guste más que a mí, lo que sale de  mi  (muy corroída) mente, es por ti. Creo que nunca podré decirte con palabras, cuán agradecido estoy, y seguiré estando, si hoy puedo burlarme de lo mal que escriben algunos, es por ti.

Ana, o Chuu, o Annie, o Spaghetti, o lo que sea (?): Well, tú sabes muy bien que la mayoría de lo que hay en este blog, lo escribí para ti, o para que tuvieras algo qué leer, y no te aburrieras, así que, en todo caso, supongo que el mayor progreso del año pasado te lo debo a ti, entre otras cosas, porque aunque solo te leí unas 5 veces, eres una escritora maravillosa.

Naoko: este año, casi todo el año, he escrito para ti, y en todo caso, las pocas veces que me ha gustado algún texto, ha sido para ti creo que si he sentido algún progreso este año -y en efecto lo he hecho-, es casi en su totalidad por ti, y es que recalcar tu imagen con letras, es todo un reto, especialmente por esos ojos de un color indescifrable...

Leopard: a ti también te he escrito, y, puedo decir por cierto, que gracias a ti he podido ver una gran diversidad de entornos, y es algo que estaba buscando desesperadamente, por aquello que sentía, que todo era igual.

Pachi, eres mi lectora más antigua, y aunque ya no tengo la oportunidad de saber qué piensas, siempre tenías algo que decir que podía ayudarme a mejorar, siempre que escribo, me acuerdo de ti.

Nat: tú siempre me dices qué quedó mal, siempre miras más allá, y me ayudas a darme cuenta de mis errores, es lo más importante en el camino de forjar un estilo bien definido y sin fallas, te estoy eternamente agradecido ♥

Akiha: siempre diré que, espero escribir tan bien como tú algún día, y me has dado muchos consejos, en persona, que me han ayudado.

Klass: usted escribe excelente, y siempre me ha animado a seguir escribiendo, también me ha dicho sobre escribir un libro, y sé que viniendo de usted, va muy en serio.

Vlad: Usted me introdujo al mundo de los recitales poéticos, donde he aprendido -y seguiré aprendiendo- muchísimo, además, sus textos son maravillosos.

Narda: de ti he aprendido mucho, y de la constante motivación que obtengo de tu parte, además, es maravilloso escucharte declamar, no conozco a nadie que lo haga tan bien como tú, además de todo lo que he podido aprender en los recitales.

Nessie: eres una escritora maravillosa, y siempre me alegra cuando me muestras un escrito, siento que puedo aprender mucho de tu narrativa tan particular y espléndida, muchas gracias.

Daniel:  creo que siempre me voy a acordar del día que leí su escrito sobre la panadería, tan diferente a todo lo que había leído, pero tan envolvente como un libro de misterio, además, usted me ayudó en gran parte a salirme de ese Rafael Chaparro style en el que estaba tan penosamente estancado, creo que he aprendido mucho hablando con ud; no solo de escritura, sino de vivir en general.

También he conocido gente que me leía y por eso comenzamos a hablar, como tú, Teff, me alegra haber creado, y seguido con este espacio, pues gracias a él es que hoy hablo contigo.

Y a mis lectores en general... esto podría rayar en el cliché, pero, este blog existe por, y para ustedes. Si escribo acá, no es por desahogo, para eso podría usar una bitácora, si este espacio existe y trato de mantenerlo actualizado, es para que ustedes lean -y si es posible, que les guste-

Muchas gracias a todos. Si soy la despreciable persona que soy ahora mismo, es precisamente por esto -y otras cosas varias-, ustedes han estado ahí (algunos) desde el comienzo, otros, desde mucho tiempo después...
En todo caso, espero que sigan encontrando alguna especie de salida al aburrimiento, así sean por cinco minutos, cuando entran a este lugar.
Una vez más, me disculpo si olvidé a alguien.

(por cierto, creo que hice de esto un graaaaaaan asunto, o algo así, pero bueno, los que me conocen saben que tengo la manía de no dejar de escribir).

miércoles, 11 de mayo de 2011

Tarde de Verano

Y entonces salió el sol, rápidamente ganó altura en el cielo. Se posicionó imponente, todos podían verlo, sus ondas generaban una gran cantidad de luz, y calor. El césped de un intenso color amarillo, que había perdido la mayor parte de sus pigmentos verdes, se secaba rápidamente bajo el yugo permanente del imponente sol de finales de verano, las plantaciones de maíz, también. Los alambres y la madera que indicaban los límites de las propiedades en aquél sector del campo tenían temperaturas muy elevadas, tanto, que las aves y cuervos, resignados, tenían que alejarse y permanecer ocultos en el sosiego que ofrecían los árboles, ellos, al igual que el césped, perdían su clorofila muy lentamente, las hojas comenzaban a cercarse, y caían. Era un paisaje maravilloso, sin embargo, algo más en el árbol más viejo y alto, exigía que toda mirada, de hombre, animal o fantasma, se centrara en él.
Imponente, él permanecía a contraluz, se veía negro, indiferente. El viento, que en esta época no solía llevar gran velocidad, apenas movía sus hojas, solo de vez en cuando se escuchaba un leve silbido, quebrantando la quietud en el campo, el sonido se perdía tan rápido como aparecía, pero con la calma propia de la vejez del tronco, y con sigo, se llevaba también los recuerdos... todos menos uno, uno que colgaba de él, al cual no se le podía dar nombre: no existía forma de llamar en una sola palabra tal clase de abominación.

Al igual que el árbol, su extraño huésped también estaba a contraluz, y es que no había lugar para la luz en una escena tan lúgubre, como tampoco lo había para el (si se me permite decirlo) inusual visitante.
De la rama más gruesa y antigua del árbol, colgaba una soga, ancha; de una textura muy tosca, era muy pesada, y también muy resistente. La soga tenía un nudo que parecía difícil de hacer: solo unas manos fuertes, y posiblemente con guantes para no lastimarse, hubieran podido hacerlo tan bien, pero habían manchas de sangre... todo indicaba que aquél que lo hizo, no tenía preocupación alguna. En todo caso, la sangre no se notaba, hasta estar muy cerca del nudo, pues la soga, al igual que todo lo demás, permanecía totalmente ajena a la luz.
Más abajo, había otro nudo, pero este no estaba sujeto a una rama, ni a alguna parte del árbol: estaba sujeto al cuello rojo y lastimado, de lo que parecía ser un niño, no mayor a 14 inviernos. No se podía decir muy bien cómo era, la oscuridad lo tapaba como una túnica, pero conforme la distancia era más corta, los detalles comenzaban a surgir: él estaba totalmente desnudo, era pálido, no tanto como la nieve, pero sí como una rosa blanca que comenzaba a morir, y se volvía opaca. Sus labios comenzaban a volverse de un ligero color violeta, parecían del color de las lilas, hubiera querido tener cerca alguna, para asegurarme, pero el calor de la tarde conservaba el cuerpo ligeramente tibio, pues de lo contrario, los labios ya estarían de un color azul, profundo como una laguna, y frío como la madrugada, con el mismo efecto escalofriante que poseían esos dos componentes.
Su cuello tenía manchas escarlata, parecían dibujadas en la piel casi inmaculada, y la soga se manchaba también, el nudo parecía bastante apretado, y mantenía a aquél cuerpo trémulo, como con la sensación que siguiera agonizando en sueños, pues la inocencia que reflejaban sus ojos, era totalmente ajena a la muerte: más bien pertenecía a un sueño profundo... pero él no iba a despertar.

Sus extremidades permanecían inmóviles, solo ocasionalmente mecidas por el viento cálido que pasaba; absorbía la triste escena, la mezclaba con las hojas que se secaban, y cantaba... aquél canto extendía la triste escena a los oídos de los pájaros, que, ajenos a la situación, también parecían víctimas de la escalofriante imagen.
Al llegar a las muñecas, se observaban heridas, incontables heridas que marchitaban la piel del niño, al parecer, él mismo había hecho el nudo, y por esos sus manos estaban llenas de sangre, y muy maltratadas... seguramente sufrió más haciéndolo, que estrangulándose, y es que, la línea que las separaba de comenzar a sangrar a borbotones, era casi transparente.

N/a: dedicado a Naoko.

viernes, 6 de mayo de 2011

Lo que más me gustó de ti

La noche pasó rápida, y ellos olvidaron cerrar las persianas, una vez el sol ganó suficiente altura en el firmamento, sus ondas se filtraron a través de las rendijas, y sus ojos se expusieron a la luz, despertándose al tiempo, con una ligera mueca somnolienta, y un gran gesto de satisfacción.
Él comenzó a pasar sus dedos por el rostro de ella, y le dio un beso en la sien, dándole los buenos días, ella lo abrazó. Pasaron unos minutos, y ella volvió a poner su cabeza, en el hombro de él, mientras los dos estaban somnolientos, él pasaba sus dedos sobre el cabello rojo y ondulado de su amante, daba círculos en el, muy suavemente, y ella de vez en cuando ronroneaba, como un gato.

Permanecieron así unos minutos, sin pronunciar palabra, ella pasaba su dedo índice por el pecho de él, que dormía desnudo, menos por las medias, el resto de su torso estaba apenas tapado con una sábana, era una sábana negra comprada la semana anterior.
Sus miradas se cruzaron, y entonces, dijo él titubeando: -¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?
-¿Qué es lo que más te gusta de mí? -preguntó ella adormecida.
-Soñar contigo.
Ella sonrió con los ojos entrecerrados, y se aferró más a él.
-¿Sabes qué me entristece un poco, sin embargo?
-¿Qué? -Dijo ella.
-El saber que son solo sueños, y así será para siempre...
-No tiene por qué ser así, yo estaría feliz de cumplir todos tus sueños.
-¿En serio? -se pregunto él, bastante sorprendido.
-Por supuesto, cualquier cosa, solo con una condición -sostuvo el aire, y suspiró, mirándolo juguetonamente-, no debes decirme cuál es tu sueño.
En el rostro de él se formó una sonrisa, un poco rota, y un poco demente, se mezclaba, sin embargo, con total éxito con aquella expresión de satisfacción que tenían los dos cuando despertaron.

Él dio media vuelta en la cama, mirando hacia la mesa de noche, y ella besó su espalda. -Tapa tus ojos, con las manos- dijo él, y ella le hizo caso, sin preguntar. Él la besó en los labios, y como por obra de un arquitecto, construyó en su rostro la mayor sonrisa que ella hubiese concebido en toda su vida, y en verdad, no habría nunca, una sonrisa más sincera que esa, hasta el final de sus tiempos...
-No vayas a hacer trampa -dijo él, parándose de la cama muy despacio, mientras la miraba inquieto. Ella hizo un gesto con el rostro, aún con sus finos dedos cubriéndolo, indicándole que no se movería ni un centímetro. Él suspiró, y muy lentamente, sacó un revolver del cajón de la mesita, estaba previamente cargado.
Con mucho cuidado de no hacer ninguna especie de ruido, en el suelo de madera, dio dos pasos hacia atrás, mirándola a ella, que seguía sonriendo, como si se hubiese congelado en el tiempo.
-Retira las manos de tu rostro, muy lentamente, sin abrir los ojos, mi ángel -dijo él, ella obedeció sin pronunciar palabra, y cambiando la sonrisa por un pequeño gesto de pícara curiosidad, como un niño abriendo un regalo en navidad.
Él apuntó, y unos segundos después, pronunció las palabras mágicas: "Abre los ojos, mi ángel", y una vez más, ella obedeció, muy lentamente.

Una vez ubicó a su amado, a dos pasos de la cama, con el arma en las manos, su sonrisa inocente e inmaculada se transformó en un gesto de duda y desesperación, gritando, sin moverse ni un centimetro. Él, disparó sin dudar. La cándida figura de la mujer con quien convivía desde que tenía memoria, no existía más, y no era otra cosa, ahora, que un cadáver, con una bala justo en donde él la había besado más temprano en la mañana.

En cuanto a las paredes blancas de la habitación, y las persianas de madera, al igual que aquella mujer, dejaron de ser inmaculadas, y se tiñeron de forma errática, por aquél carmesí tibio y honesto de alguien cuyo único deseo en vida, fue hacer feliz al hombre que acababa de matarla, quien ahora, lloraba, desquiciado, por una felicidad tan grande que desfiguraba su rostro, y pronunció, con voz titubeante: Lo que más me gustó de ti, fue poder soñar contigo, pues sabía que tu amor ciego haría realidad mis más retorcidos sueños.

martes, 3 de mayo de 2011

Acechas

Apareces de la nada, me buscas, acechas.
Te apareces frente a mí en los momentos inesperados, destruyes como meteoros, todo cuanto está a tu paso. Buscas en mí hasta el punto más débil, y lo atacas. No demuestras compasión, nada para ti es sagrado: devastas.
Cierro mis ojos buscando una salida, pero no la encuentro, ahí estás tú, grito para ahogar tu voz, pero es más fuerte que yo, y estás ahí, enloqueciéndome.

Corro, corro con los pies cansados, pero miro atrás, solo de reojo para asegurarme que ya no estás, y cuando creo que te he dejado, vuelves a aparecer a mi lado. Eres una sombra, en los momentos de gran felicidad, apareces proyectada en la luz como un gigante, y opacas todo a tu paso, eres una sucubbus: vienes del inframundo generando tu propia luz cuando todo es oscuridad, y te aseguras así, de no desaparecer jamás. No me dejas solo.

Mis pasos torpes me arrastran al suelo, vuelvo a levantarme, huyo al laberinto enmarañado en el que sin darme cuenta, me he comenzado a perder más y más, pero me sigues, estás a mi lado, acechas.
Tu rugido feroz como de dragón desgarra mis oídos, choca con las paredes, se vuelve eco: se multiplica, se materializa, toma la forma de miles de siluetas, y me rodea. Son siluetas con tu figura, me acorralan. Y entonces desapareces, pero ellas siguen ahí, recordándome que existes, así como tú me recuerdas la existencia de algo que murió mucho tiempo atrás.

Trato de ahogarte en Vodka, pero tú sabes nadar, trato de quemarte con el ardor de las heridas, pero tú naciste del fuego, y la única quemada resulta siendo mi piel, por el filo de la cuchilla que me acaricia cada mañana. Trato de pensar que estás muerta, así que visto de luto, totalmente de negro, con la mirada agachada y la sonrisa quebrada, pero tú sobrevives en mis ojeras y mis lágrimas saladas...

¡Sé que acabarás pronto con mi vida! Así que, una vez me haya ido, por favor, no me persigas en el más allá, oh, melancolía.

N/a: Dedicado a Ruu Chan ♥ ánimo neni, todo laberinto tiene una salida.

lunes, 2 de mayo de 2011

Mariposa.

Dedicado a Naoko, porque ella quería un cuento hace dieciséis horas.

Había una vez una mariposa, era una mariposa negra que se confundía en la oscuridad de la noche. Ella quería brillar, anhelaba ser como las luciérnagas, volaba cerca de la luna, pero nada lograba sacarla de la oscuridad.
La mariposa había nacido creada de la tristeza y los deseos frustrados, cuando volaba, de sus alas salía polvo de sueños rotos, así pues, siempre que ella pasaba cerca de las personas, la luz de sus ojos se apagaban, pues estaban cubiertos por el manto de tristeza que ella portaba.

La mariposa era inmortal, la tristeza la mantenía viva, el vacío en las almas de las personas la alimentaba.

Así fue pasando su existencia de agonía, hasta el día en que se comenzó a usar la electricidad en las calles. La mariposa salió de su guarida en la caverna de los murciélagos, y se encaminó a la ciudad buscando algo que la pudiese iluminar, y entonces vio que las farolas sí estaban a su alcance, y posó sus patas en ella; el calor la comenzó a quemar, y mientras se quemaba, aleteó fuertemente, del cielo cayeron sus partes incineradas brindándole por primera vez felicidad a quienes estaban debajo de ella, pues, mientras moría, por fin cumplió su deseo de estar llena de luz.