sábado, 5 de marzo de 2011

Paralelo.

La luna nos enfría, es nuestra única forma de mantener la temperatura gélida de nuestros cuerpos, nos escondemos en las mañanas del sol, porque podría quemarnos. No, no somos vampiros. No somos bellos ni irreales, tampoco bebemos sangre, ni amamos con la pasión bizarra de un corazón que no palpita.
Nosotros no amamos, no sentimos, no lloramos. No soñamos, no dormimos, nosotros no vivimos. Estamos muertos, y deseamos seguirlo estando, es la muerte nuestra única realidad conocida, y no queremos adentrarnos en el mito de la vida.

El tiempo se nos pasa, acá en el inframundo, es una inexistencia tranquila, sin las aparatosas complicaciones de los cuentos que balbucean algunos, aquellos que hablan de la vida. Los llamamos abominaciones, ¿cómo puede existir tal cosa? Y sin embargo... al parecer cada día es menos mito, y más una horrenda realidad.
Lucía suele hablarme de ella, de la fantasía de estar vivo, respirar, amar, morir... yo no suelo prestarle atención. Prefería verla hablar, prestaba mucha atención a cómo se congelaba el aire alrededor de sus labios morados, a cómo se movía su garganta... a sus finas facciones, pálidas como la nieve, ni la misma muerte podría lucir tan bien como Lucía, ni la muerte, ni la luna... ni las montañas congeladas.

Muchos aparte de ella balbuceaban la idea de la vida, y en verdad, le temían. Hacían todo para permanecer muertos, para no llegar a ese trágico lugar, para no tener que respirar, ni comer, ni sangrar... la idea de las enfermedades y el amor nos aterrorizaba a todos. Y yo muchas veces creía estar vivo, pues cuando la mano de Lucía se topaba con la mía antes de volver a nuestras tumbas en el amanecer, sentía como si mi sangre fuese tibia y mi corazón tuviese pulso. Estás loco, eres un cadáver loco, me decía. La vida no existe, me decía; sin embargo si existía la calidez inexplicable que me producían sus manos, y el escalofrío en mi columna gangrenosa, cuando miraba en el vacío de sus ojos.

La muerte a veces era aburrida y monótona. Pero es porque, no agradecemos lo que tenemos, y no hablamos con otros muertos muy usualmente. No nos decimos cosas 'bonitas' porque es asunto de vivos y con ellos no hay que meterse, dicen.
Pero si pudiera hablarle a alguien alguna vez, un poco más allá de lo cotidiano de estar muerto, a un visitante, lo llevaría de paseo por las montañas de hielo, tan frías y solitarias, y llenas de neblina... y tan difíciles de escalar, tan indomables y salvajes; tan muertas...
Tenemos también, acá en el inframundo, un jardín de rosas marchitas, rodeado por bancas de madera corroída, y árboles de otoño sin hojas, pero las hojas están, cubren el suelo árido en el que lo construimos, tienen colores no muy vistos por acá, incluso si están muertas... 'siguen llenas de vida' dice Lucía. Las flores son de varios colores, violetas, rojos, algunas blancas, y claro, todas están decoradas por el delicado toque de todo lo que es conocido en este lugar, el veneno que respiramos, que está en las aguas estancadas de nuestros lagos, en las copas de los poetas muertos, en cada página de los libros malditos; y en los labios de Lucía.

Hoy, salí de mi tumba, y la luna apenas estaba naciendo, estaba temprano en la noche, y no había estrellas. Las estrellas me fastidian si están llenas de luz, son como pequeños soles. Caminé un poco por el lugar, y jugué con las hojas secas, jugué con los animales muertos, con los cisnes sin alas, y esparcí las cenizas de los huesos de aquellos que se desintegraron, todo estaba muy normal y monótono, excepto que al llegar al lago, encontré a Lucía incinerada, con una nota en sus manos que decía 'Me quemo, pues me he cansado de la muerte. Iré a sufrir y a ser corroída, a sentir el oxido y el oxigeno, y a probar el sabor de la sangre. Me voy porque no puedo seguir más acá, me voy; pues quiero explorar lo desconocido, a darle la mano a la vida, a sentir el amor, a romper mi corazón... Me voy, pues cada vez que sale el sol, desearía que una parte de mi pudiese sentirlo sin temerle... me voy, pues sé que en algún momento, el vacío de mis ojos estuvo lleno. Adiós.'

Y por primera vez, tuve un sentimiento muy humano... por primera vez, pude entender en su magnitud el significado de soledad. Vi en ese momento, que incluso en la muerte hay vida, y que si en verdad existen los vivos, ellos también están muertos por dentro.


N/a: Dedicado a la señorita Ale Leopard. :3

3 comentarios:

  1. no voy a caer en "autoclichés" al repetir lo mismo que he dicho en el anterior, así que me limitaré a decir que como siempre ha sido genial leerle. excelente.

    ResponderEliminar
  2. Hagar ud tiene um toque unico para escribir desde que lo conoci y me encanta, aunque no me parece que sea el estilo de Ale Leopard

    ResponderEliminar