domingo, 23 de enero de 2011

Agonía

El cielo oscureció. Estruendos sonaron, llegó el final.

Siempre estuve ansioso con este momento, feliz; ahora que ha llegado tengo miedo, sin embargo.
Aún así no hago nada al respecto. ¿Qué puedo hacer? Esperar ¿Qué estoy esperando? El final... ¿No es este el final? Bueno; eso está por verse. Por ahora, esperar.

El cielo oscureció encima de mi, se acercaba una tormenta, o la noche. En el suelo no podía diferenciar las características de los dos entornos. Había viento, y frío, y tristeza. Siempre quise una muerte triste. ¿Era triste para ti? Era difícil saberlo... para mi, no lo era en todo caso, y tú... tú estabas silente y petrificada.

Tal vez, la agonía me hizo perder la noción del tiempo, pues parecían largas horas en las que ni una palabra salió de tu boca. Yo no podía hablar; mi cuello estaba cortado. Las gotas caían de él; qué desperdicio... al menos el suelo se nutriría con toda la oscuridad de mi alma reflejada en mi sangre.

Agonizaba, ya no me quedaba mucho tiempo. Ya no sentía miedo, ya no me preocupaba por nada, tenía los ojos cerrados... no sabía si seguías ahí o si solamente era un vagabundo más abandonado a su suerte; o un lobo moribundo abandonado por su manada; o aquella estrella fugaz que nunca nadie ve pasar.

Un último suspiro agónico y justo ahí, sentí tus manos... frías como el hielo, suaves como la seda; acariciaron mi cabello, jugaron con mis labios, y después pasaron sobre mi herida.
Volví a preocuparme: me preocupaba porque el cielo me había traicionado... mi desespero creció otra vez pues un día dije que te cuidaría por siempre pero ahora me iba más allá del plano existencial.
Me preocupaba, por todas las promesas tontas que nunca pude cumplir, y la única que hice, fue rota en ese momento: 'No te mueras antes que yo'

Casi ciego y a segundos de morir; miré hacia ti una vez más. Tu cabello rojo contrastó con el cielo oscurecido, y el gris en tus ojos parecía el manantial de la vida del cual, solo por esta vez hubiera deseado beber, para verte sonreír una vez más.
Mientras mis ojos se cerraban una lágrima cayó de los tuyos en mis labios, y sentí por última vez la cálida caricia de tu alma tocando la mía, que abandonaba mi cuerpo; después comenzó a llover... y no fui más que un cadáver junto a ti.

... Antes que mi cuerpo perdiera totalmente su calidez, mientras mi sangre se enfriaba rápidamente, ella acercó sus labios a mi cuello y bebió de él, después de un último suspiro fatal, abandonó aquél jardín en el que mientras escribía adormecido, la muerte exigió mi cuello con su guadaña en las manos.

1 comentario:

  1. Dios, me encanta como esribes, tu forma de plasmar lo que sientes e imaginas es taan... Waah, genial @w@ <3 si hicieras un libro, seria mi favorito del mundo *--*. Te adoro Pitufo :3

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