Y entonces salió el sol, rápidamente ganó altura en el cielo. Se posicionó imponente, todos podían verlo, sus ondas generaban una gran cantidad de luz, y calor. El césped de un intenso color amarillo, que había perdido la mayor parte de sus pigmentos verdes, se secaba rápidamente bajo el yugo permanente del imponente sol de finales de verano, las plantaciones de maíz, también. Los alambres y la madera que indicaban los límites de las propiedades en aquél sector del campo tenían temperaturas muy elevadas, tanto, que las aves y cuervos, resignados, tenían que alejarse y permanecer ocultos en el sosiego que ofrecían los árboles, ellos, al igual que el césped, perdían su clorofila muy lentamente, las hojas comenzaban a cercarse, y caían. Era un paisaje maravilloso, sin embargo, algo más en el árbol más viejo y alto, exigía que toda mirada, de hombre, animal o fantasma, se centrara en él.
Imponente, él permanecía a contraluz, se veía negro, indiferente. El viento, que en esta época no solía llevar gran velocidad, apenas movía sus hojas, solo de vez en cuando se escuchaba un leve silbido, quebrantando la quietud en el campo, el sonido se perdía tan rápido como aparecía, pero con la calma propia de la vejez del tronco, y con sigo, se llevaba también los recuerdos... todos menos uno, uno que colgaba de él, al cual no se le podía dar nombre: no existía forma de llamar en una sola palabra tal clase de abominación.
Al igual que el árbol, su extraño huésped también estaba a contraluz, y es que no había lugar para la luz en una escena tan lúgubre, como tampoco lo había para el (si se me permite decirlo) inusual visitante.
De la rama más gruesa y antigua del árbol, colgaba una soga, ancha; de una textura muy tosca, era muy pesada, y también muy resistente. La soga tenía un nudo que parecía difícil de hacer: solo unas manos fuertes, y posiblemente con guantes para no lastimarse, hubieran podido hacerlo tan bien, pero habían manchas de sangre... todo indicaba que aquél que lo hizo, no tenía preocupación alguna. En todo caso, la sangre no se notaba, hasta estar muy cerca del nudo, pues la soga, al igual que todo lo demás, permanecía totalmente ajena a la luz.
Más abajo, había otro nudo, pero este no estaba sujeto a una rama, ni a alguna parte del árbol: estaba sujeto al cuello rojo y lastimado, de lo que parecía ser un niño, no mayor a 14 inviernos. No se podía decir muy bien cómo era, la oscuridad lo tapaba como una túnica, pero conforme la distancia era más corta, los detalles comenzaban a surgir: él estaba totalmente desnudo, era pálido, no tanto como la nieve, pero sí como una rosa blanca que comenzaba a morir, y se volvía opaca. Sus labios comenzaban a volverse de un ligero color violeta, parecían del color de las lilas, hubiera querido tener cerca alguna, para asegurarme, pero el calor de la tarde conservaba el cuerpo ligeramente tibio, pues de lo contrario, los labios ya estarían de un color azul, profundo como una laguna, y frío como la madrugada, con el mismo efecto escalofriante que poseían esos dos componentes.
Su cuello tenía manchas escarlata, parecían dibujadas en la piel casi inmaculada, y la soga se manchaba también, el nudo parecía bastante apretado, y mantenía a aquél cuerpo trémulo, como con la sensación que siguiera agonizando en sueños, pues la inocencia que reflejaban sus ojos, era totalmente ajena a la muerte: más bien pertenecía a un sueño profundo... pero él no iba a despertar.
Sus extremidades permanecían inmóviles, solo ocasionalmente mecidas por el viento cálido que pasaba; absorbía la triste escena, la mezclaba con las hojas que se secaban, y cantaba... aquél canto extendía la triste escena a los oídos de los pájaros, que, ajenos a la situación, también parecían víctimas de la escalofriante imagen.
Al llegar a las muñecas, se observaban heridas, incontables heridas que marchitaban la piel del niño, al parecer, él mismo había hecho el nudo, y por esos sus manos estaban llenas de sangre, y muy maltratadas... seguramente sufrió más haciéndolo, que estrangulándose, y es que, la línea que las separaba de comenzar a sangrar a borbotones, era casi transparente.
N/a: dedicado a Naoko.
sus relatos suelen ser muy atrapantes, mientras que este... ... no es para nada la excepción... tiene una literatura enriquecida y un léxico amplio, no es nuevo que le diga que me ha gustado bastante, espero algún día encontrar un buen recopilatorio impreso o algo mas "novelesco" de parte suya en papel para mi biblioteca.
ResponderEliminarpa que digo mas si el coment de arriba lo dice todo xD
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