viernes, 8 de abril de 2011

My silent undoing.

N/a: Alguna vez dije, que era amante del simbolismo en los escritos. De esos mensajes que abundan en todo el lugar, pero que nadie puede ver.

Día uno: El sol se cansó de brillar para nosotros, y se fue muy lejos, donde nadie pudiese verlo. Fui feliz, pues solo habría noche, y oscuridad.En la oscuridad viviríamos, los espíritus antiguos volverían a reinar, en el anonimato; sin que nadie los viera.
Día dos: Las estrellas lloraron, se fueron tras del sol. Suspiré, pues ahora solo la luna iluminaría su rostro, sin embargo extrañaba a polaris, que había sido mi guía desde el primer día, sin embargo, seguiría adelante en la oscuridad, estaba decidido a tropezarme todo lo que fuese necesario, si ya no podía ver el camino. Volvería a levantarme, y la ayudaría a ella a levantarse nuevamente.
Día tres: El otoño asesinó a la primavera, y al verano, como ya no había sol, los árboles murieron lentamente,  muy lentamente; y se pudrieron, solo quedaron las hojas secas y las flores marchitas rodeándonos. Levanté una hoja y dibujé versos en el cielo, al terminar, la pasé por el cuello de ella, para despertarla con un masaje del último matiz ligeramente verde que quedaba en la tierra.
Día cuatro: llegó el invierno, y congeló todo cuanto alguna vez existió, pero ella y yo estábamos escondidos, muy lejos de su gélido abrazo, y cuando se fue, salimos a caminar, pero el hielo era demasiado frágil; el viento demasiado frío, y nuestros pasos demasiado erráticos, pues ya no había una estrella que nos guiara. Todo a nuestro tacto se rompió, así que solo estábamos ella y yo, rodeados por la oscuridad, los espíritus, y los suspiros de escarcha que tenía el invierno para nosotros.
Día cinco: Ya no había agua líquida, ni sol, ni árboles. Como ya no quedaba oxígeno, también se fueron nuestros suspiros, entrelazados al vacío que era el único paisaje que quedaba, inerte y denso, nos sofocaba para contrastar al frío que nos congelaba. Cuando ya no existieron sus suspiros, por primera vez sentí realmente, la ciencia de la nada, siempre supe que eran efímeros, pero en realidad, nunca pasó por mi mente que ya no estarían ahí, y junto a los suspiros; se fueron gateando los besos, y las caricias en el cuello con los dedos casi congelados.
Día seis: Rodeados por la nada, y alejados uno del otro, para que nuestros cuerpos no se congelaran entre sí, sin hablar, para  no morir asfixiados, y sin rozar nuestras manos, para no perder el poco calor corporal que teníamos, pasaban por nuestras mentes muchas cosas que decir, pero no teníamos forma de comunicarlas, pues ya no estaban los suspiros, ni las caricias, ni los besos; también había muerto la comunicación, y junto a ella se fueron sus sonrisas, y por primera vez, ni siquiera el brillo de la luna fue suficiente para sacarme de la oscuridad total en la que me encontré en ese instante. Porque cuando su sonrisa abandonó este mundo, se fue ella persiguiéndola; yo me quedé solo. Le dije que aquí estaría, si aún me estaba buscando; parte de mi fuerza vital se fue cuando musité dichas palabras, y no pude moverme, para ir detrás de ella.
Día siete: En el final, solo existió el caos, que me rodeaba completamente, pero hasta la muerte había desaparecido, siguiendo la pauta del sol. y se deshizo mi realidad, y todo cuanto conocí, en un silencio sepulcral.
Acurrucado en el vacío, y consumido por los espíritus, solo quedó una cosa que nunca pudo irse, pues, aunque efímera, estaba ligada a mi final, y a maldición sanguínea; era su recuerdo, que junto a toda ausencia, estaba ahí para atormentarme.

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