La luz fría de las estrellas alumbraba la noche tibia del verano de España. El aire pasaba fuerte contra mí, iba en contra de la corriente. Mi respiración estaba agitada, era normal, estaba nervioso, estaba asustado, y era la primera vez que iba a realizar un asesinato. Mientras mi paso seguía mi respiración se agitaba, mis pies estaban cansados. Preferí caminar de vuelta a casa, no estaba cerca pero quería pensar de ser posible. Si pensaba, había la posibilidad de volver atrás, de reconsiderar, ¿Debería matarte en realidad? O solo tenía ganas de llegar a casa, beber vodka, oír el Jazz, hacer el amor. Pasé por muchas calles, vi las estrellas, no había luna en el cielo, era noche de luna nueva. Lastima –pensé- La luna me habría ayudado a pensar, o me habría dado inspiración una de las dos.
Estaba a 5 o 10 minutos de llegar y en mi mente corrían muchas dudas. Muchos recuerdos, muchos momentos. Te veía sonreír, veía el pasado en el que aún eras feliz. Por un momento deseé no matarte, por tan solo un instante en verdad desee no extinguir tu vida, que siguiera. Observarte sonreír en las mañanas, ver tu rostro a través del vodka, confundir tu aroma con el aroma del café, pero en ese momento llegué a casa. La decisión estaba tomada y no iba a mirar atrás.
Subí las escaleras, pude haber usado el ascensor pero ya había recorrido a pie todo el camino, no debía desperdiciar el último segundo en el que me podría arrepentir. Me detuve en el segundo piso, saqué los cerillos y prendí un cigarrillo. Fumé sin afán, vi pasar varios vecinos –Hola- dijeron, hice un gesto con la mano sin prestarles atención, en la tercera bocanada de humo oí el ruido de un coche frenar en seco, un golpe, un grito, el silencio.
El golpe me trajo a la realidad, ¿Qué había estado pensando? No había venido caminando para arrepentirme de matarte. Había venido caminando para pensar cómo debía hacerlo. ¿Usaría una pistola? ¿Usaría un puñal? ¿Te asfixiaría? ¿Te mataría a golpes? Trip trip trip. No sabía qué hacer, pero no podía volver atrás.
El cuchillo era tentador, ver correr la sangre cálida, oír tus gritos húmedos, ver tus ojos llorosos, sentir el cuchillo, o el hacha, o el puñal ¿La espada bastarda que estaba colgada en el Hall? No. La espada era demasiado escandalosa. No quería acabar con tu vida de golpe, quería que lo disfrutaras tanto como lo iba a disfrutar yo. Pasaron tal vez 10 minutos mirando la nada por la ventana. Las estrellas estaban hermosas, sé que estabas disfrutándolas también mientras me esperabas llegar, acostada en el sofá. Después de mucho pensar decidí improvisar.
Subí ansioso y casi, casi feliz. Llegué a nuestro piso en tan solo segundos, aunque el camino para mi pareció años. Me di cuenta que nunca me había fijado, en la decoración que le habías hecho tan orgullosa a la puerta, y me quedé observándola, mientras jugaba con las llaves que estaban en mi bolsillo.
Abrí la puerta, las luces eran tenues en el hall, se oía en el fondo algo de música, apenas pude distinguir la melodía que escuchabas. “Beware, he is crying out your name, now the time has come, when the iron tears the heart, and the trumpets will ring loudly, as the stars are painted with blood”. Que apropiada, -pensé-, siempre leyendo mi mente, incluso cuando no estás junto a mí. ¿Cómo pudiste saber que pensaba en asesinarte? O acaso, ¿Era obra del destino y en realidad dormías profundamente y te habías olvidado que no estaba en casa? Cerré la puerta atrás de mí, sin apenas hacer ruido, si es que dormías no te quería despertar, y si estabas despierta, no quería interrumpir tus pensamientos o tu lectura, o si estabas escribiendo poesía como solías hacer siempre que te sentías sola.
El celular en mi bolsillo comenzó a vibrar, pude sentir como se paralizaba mi corazón. ¿No estaba preparado? No. Simplemente tenía los nervios muy de punta. Necesitaba tranquilizarme, respirar lentamente. Calmadamente saqué el celular de mi bolsillo, vi un mensaje de texto que decía: “Eyes are fill with lust to kill” de un numero nunca antes visto por mí, hasta la fecha. Puta mierda, qué cosa tan rara. ¿Por qué tantas coincidencias? –pensé-
Me quité las botas lentamente, sin preocupación, desatando cada uno de los enredos en los cordones, enredos que me recordaban un poco mi mente, un poco la nada, un poco la vida, un poco tu cabello enmarañado en las mañanas, cuando te despertaba con mis caricias. Acabé, ¿Por qué daba tantos rodeos? Tal vez porque estaba asustado de ver la sonrisa en tu rostro y arrepentirme, tal vez porque no era más que un cobarde. O tal vez porque tenía miedo de mis propias acciones y no me daba cuenta que aún no estaba preparado para matar. Después de todo… nunca lo había hecho, sería un asesinato amateur.
Sigamos –pensé- no queda nada más que hacer. Bajé el cierre de mi chaqueta negra sin hacer ruido, la puse en una silla, contemplando los parches que habíamos puesto los dos en ella con el paso del tiempo. Me la regalaste tú después del primer mes, y cada mes poníamos en ella un parche, un recuerdo, un roto; una quemada, una caricia, un suspiro, un gramo de la noche. No pude evitar sentir nostalgia viendo cada uno de los matices que le daba la esencia que tenia, cada recuerdo. Pero bah, ¿qué importaba? Mucho en realidad. Pero si importa, no importa… o eso era lo que quería llegar a creer. El pasado está pisado, me decía una y otra vez tratando de quitarme las pequeñas dudas inquietas que habían surgido en mi mente difusa e inquieta.
Recorrí el lugar como una sombra, sin hacer ruido, y apenas sin respirar, no estabas. ¿Dónde estabas? ¿Por qué no estabas? Puta mierda. Esto no está bien. ¿Qué pasa? Relájate hombre, relájate –me decía una y otra vez-. Entonces me di cuenta, solo había mirado mal, estabas acostada en la cama, dormías, te veías calmada, relajada, como si hubieras olvidado todo lo que te agobiaba en esta vida. Tus labios rosados y dulces estaban relajados, como si hubieras olvidado que era la tristeza, pero también la felicidad. Tus ojos estaban cerrados, nunca había visto en su expresión tanta calma, tanta desolación, tanta ¡puta mierda! Nada importa en realidad. En fin. Tu cara era la de un ángel, uno apartado de la gloria. Con el cabello que no podía decir si era rojizo o castaño, si estaba liso o si estaba enredado, si lo habías peinado en la mañana, o no habías despertado en un mes. Entonces tomé una decisión, dormida te veías calmada, dormía no había lágrimas en tu cara. Dormida estarías para siempre desde esta noche, mi amor, desde esta noche y para siempre.
Fui a la cocina mientras aún dormías, y también pasé por el hall ¿cuál sería mi compañero que te liberaría de esta tierra desolada? En la cocina vi varios cuchillos, pero ninguno tenía estilo, todos eran totalmente inertes, ni siquiera su filo brillaba, eran objetos solamente, no tenían la gloria que quería para ti. En el hall, estaba exhibida nuestra colección de armas, vi tu claymore, mi stiletto, la espada vikinga, el hacha que te regaló tu padre el día que te abandonó, la Falcata que heredé de mi madre, que había estado en la familia por cinco generaciones, y varias cosas más, estaba desesperado; no sabía qué hacer. Entonces lo vi, estaba en la mesa, tal vez habías jugado con él un rato, era nuestro favorito después de todo. Nuestro Pugio, que compramos entre los dos a una anciana gitana que vimos en una calle y nos dijo que todo en nuestra vida acabaría en catástrofe, después de comprarle el arma, diciéndolo como forma de advertencia, para que tratáramos de arreglar las diferencias que nos agobiaban en esa época. ¿Qué te parece mi vida? La señora tenía razón.
Lo vi ahí encima de la mesita, desenfundado, brillaba casi con luz propia, como si tuviese vida, como si supiera que sería partícipe de tu redención, un poco como si se hubiera dado cuenta desde que comenzó el día, y estuviera ahí preparándose para el final. ¿O el principio? No sé, no sé, en todo caso, lo contemplé por varios minutos tal vez. Vi su empuñadura adornada por figuras circulares, como si representaran el ciclo de la vida, y tal vez algo que podría ser la muerte, o el periodo en el purgatorio, algo totalmente desconocido por nosotros en todo caso. Qué va, pura mierda, solo estaba delirando.
La hoja estaba ligeramente curvada, como si fueran la cintura de una mujer, la Venus tal vez, Freyja, Atenea, puta mierda ¿Qué sabía yo? También había una línea con relieve, atravesando la mitad de la hoja, era tan recta como el pilar de algún templo troyano, firme, como tus hombros, que han soportado la carga de estrés que ha pasado por los 24 inviernos de tu vida. Rígido, como tu carácter terco y testarudo, pero a la vez muy sensato, que siempre me sorprendió, niña y mujer, bromista y erudita, nunca hubo día en que no aprendiera nada de ti, o que tu carácter firme no me sorprendiera, como me sorprendía ahora el brillo del Pugio. Por último, su punta era aguda, tal como lo era tu mirada, podías entrar en mi mente y darte cuenta de qué pasaba en mi pútrida cabeza en realidad, con tan solo mirarme una vez ¿Recuerdas? No… nunca te lo dije, pero me imagino que ya lo sabías.
Lo levanté suavemente, y puse en mi bolsillo, lo oculté también bajo la camisa, que no se notara. Que no te dieras cuenta de lo que te esperaba, no podía arruinar la mejor sorpresa de toda tu vida. Entonces fui a saludarte.
Llegué a la habitación, pasé mi mano por tu rostro, me estremecí al sentir tu piel, como si fuera la primera vez, puse mis labios en tus mejillas, te susurré al oído, despierta, mi amor, despierta –dije- no respondías, ¡Paula! –Dije algo desesperado- entonces me miraste, aún estabas dormida. Creo que en realidad habías dormido todo el día. ¿Era así amor? De cualquier forma, nunca podría saberlo, le hablo a la nada, como acostumbro a hacer siempre. Una pregunta al vacío, el silencio, un movimiento en el cosmos, que considero como respuesta, aunque tú acostumbraras a decir: Puta mierda Vlad, deja de hablarle al vacio, y comienza a hablarme a mí de una puta buena vez. Claro preciosa –decía- pero en realidad nunca te hice caso. Tal vez si lo hubiera hecho un poco más, las cosas serían distintas, pero no tenía sentido divagar pensando en eso, mejor te seguía diciendo qué pasó después.
Me miraste, la cara dormida, los ojos entre abiertos, tus sentidos desorientados. Vlad –dijiste- ¿Por qué me despiertas?
Es una noche especial –dije- ven, vamos por vino, tenemos que celebrar, no te quedes acostada, levántate de una vez, te decía mientras acariciaba tu rostro intrigado. Dejémonos llevar por la música, vayamos al hall, veamos el fuego ardiendo en la chimenea, veamos nuestro rostro a través del vino, seamos el vino, seamos la noche, seamos dos estrellas que forman una constelación, dejemos todo atrás, dejemos de respirar, volvámonos peces, seamos anaerobios, veamos nuestro futuro en los ojos del otro, te seguía diciendo mientras por fin te habías incorporado, y ahora estabas parada junto a mí, jugando con mi barba.
Puta mierda Vlad –dijiste- tu sí que eres cosa seria, cuando te veo no sé si me dan ganas de darte un beso, o cortarme las venas.
Así eran todas nuestras conversaciones, todas tenían impregnadas en ella, ese pequeño dejo, de nuestra obsesión mal sana por Opio en las Nubes, el libro del escritor colombiano que me mostraste un día después de decirme que tenías los sueños vueltos mierda como una tal Marciana, y que tal vez yo podría ser el Max de tu vida. Pura mierda. No sabía cuál de los dos estaba más vuelto mierda en todo caso.
Fuimos al hall, caminamos abrazados lenta y torpemente, y casi nos caímos más de una vez, creo que te diste cuenta de cuan nervioso estaba, pero no sabías por qué, creí que podías leer mi mente, lo habría jurado por la espada bastarda que nos regalaron entre todos nuestros amigos, en el primer aniversario de estar viviendo juntos. Pero no. No pudiste, realmente estabas jodida, al igual que el mundo, al igual que yo.
Una vez estuvimos ahí, me soltaste, y fuiste por una botella de ginebra, habría jurado que querías vino, ¿qué pasaba con migo? Ya no te conocía, eso pasaba. Habíamos cambiado, éramos ajenos, éramos distintos, ya no había unidad, no éramos más Idunn y Bragi. Por eso comprendí que no podría comer nunca más de la manzana de la juventud que me ofrecías cada mañana, y yo no podría volver a tocar mis melodías tristes y difusas para ti. Qué lástima, decidir por ti tampoco fue lo mejor, pero sé que nunca lo habrías hecho, no habrías renunciado a pelear por la batalla perdida, por eso renuncié por los dos.
9:00 pm
Bebimos. Perdí la cuenta de cuantas botellas cayeron al suelo, pues bebiste desaforadamente, obviamente nunca hasta quedar ebria, pero sí de forma desesperada, como si lo que estuvieras bebiendo fuera mi vida, para que se fuera con tigo al morir.
9:30 pm
Sonaba la danza húngara, quisiste bailar, sabías que a mí no me gustaba y nunca me interesé por aprender a hacerlo, pero ¿Qué importaba? Era tu último deseo, y debía ser respetado.
La música nunca dejó de sonar, no me había dado cuenta de su presencia, lo último que oí fue “Iron” al entrar, nunca perdí detalle de la música, ni una sola canción, podía estar componiendo pero aún así necesitaba oír algo, que me distrajera, que no me dejara pensar en nada más que en ella y lo que estaba haciendo. Si no, comenzaría a pensar barrabasadas justo como ahora, que me resbalaba con cada paso mientras bailábamos, nuestros cueros se entendían, estaban unidos, que lastima que nuestras almas no estuviesen igual, aunque te la hubiera regalado no estaba dentro de ti, ¿O sí? Tal vez… ¿yo qué puta mierda sabía? Debía dejar de hablar tanta mierda y limitarme a respirar.
10:00 pm
Estábamos acostados, el Pugio cortaba mi espalda, no importaba; ni una muestra de dolor en mi rostro, estar abrazado a ti calmaba mi dolor, quizás por la liberación de hormonas, el licor, el humo y la noche sin luna.
11:00 pm
Hicimos el amor, apenas sin desvestirnos, de la nada, como una pareja que se esconde de sus padres, fue tuya la iniciativa, nunca había sido así más que un par de veces, eras sumisa, o tal vez solo te gustaba verme rogar, que te deseara, sabías que era así siempre, desde el primer momento que te vi. Una y otra vez, el tiempo pasaba sin apenas notarlo, solo había pasión, nada más estaba presente, ni siquiera la música que sonaba como desesperada diciéndome: Puta mierda Vlad, hazme caso de una buena vez.
12:00
Notaste por fin la presencia del Pugio, pues no sabías donde estaba, sabías que lo habías puesto en la mesita, habías jugado con él, ¿Qué hacer? Tenía que pasar. Me miraste medio perdida, medio destrozada, medio vuelta mierda, medio como si la fuerza adicional que le yo le prestaba a tu espalda para sostener tus problemas, entonces el tiempo dejó de importar, y por primera vez comencé a notar la música, ya no importaba cuantos segundos pasaran, sólo importaba, por única y primera vez, los sentimientos, las emociones, dejar pasar el tiempo y concentrarme en el momento.
Mientras la música sonaba, había miles de sucesos, mientras el tiempo parecía detenido, como si estuviésemos en medio de la nada. Así se nos dio, el inicio del final; de tu final:
Suggestion diabolique:
Sin palabras, sin comunicación, simplemente entendiste. Creo que entendiste. La verdad nunca pude saber qué pasaba por tu mente en ese momento, aún no lo sé, solo recuerdo tu lenguaje corporal, que cambiaba acompañado por las notas magistralmente ejecutadas por Prokofiev. ¿Te imaginas? Era una versión antiquísima, 1935, y sonaba como si fuera ya mismo, en vivo, tocando solo para nosotros, para que no te sintieras a oscuras, él ponía un poco de luz, en el tenue umbral de tu muerte.
De cualquier forma, lo sentiste en carne propia, pero no lo recuerdas, creo. ¿Qué podrías recordar de ello? ¿Cómo podrías pensar en cómo se recogían tus músculos? Es absurdo. Tal vez pensabas en el pasado, o no pensabas en nada, pero en todo caso, no eras consiente de la poesía que eran tus gestos para mis ojos.
Recuerdo muy bien que fue tu primer y único ataque de pánico, pues creíste que sufrías un ataque al corazón, estabas equivocada querida, o tal vez no… creo que pude oír como tu corazón se partía de un solo golpe, como cuando por error haces un movimiento en falso y dejas caer una muñeca de porcelana, la vez intranquilo mientras cae al suelo, y súbitamente, con un solo sonido, todo ha acabado. Vez como se parte en mil pedazos.
La sugestión estaba en su auge, y también estaba en ti; te veías pálida, tus labios morados y secos, como si sufrieras de un frio intenso, la respiración acelerada, en realidad tenías mucho frío. No te preocupes –pensé, pronto sentirás el calor de tu sangre. Tu ritmo cardiaco subía exponencialmente, cada vez estabas más agitada, respirabas intranquila como quien sufre un ataque de hipotermia. Entonces… lo vi por primera vez, llorabas.
Eternal Wait:
No eran las lagrimas con tu rostro distorsionado por la emoción cuando te dije que quería vivir con tigo hasta el final, tampoco el llanto furioso que tuviste en un ataque de ira en un bar, cuando un tipo regó mi cerveza y le dije: Todo bien. Entonces el escupió mi cara. Lloraste porque no reaccioné ¿Recuerdas? Era diferente. Tu cara estaba desfigurada, ¿Qué le pasaba a tus labios? Se movían como si tuvieses un tic nervioso. Tus lagrimales se habían humectado de tus lagrimitas desesperadas, lo comprendí, era un llanto de tristeza. Puta mierda –pensé, esto no es lo que quería, no quería verte llorar, ¿Es que no entendías? Yo quería verte feliz, tú querías verme sonreír.
Incluso si la música sonaba muy fuerte, yo podía oír tu llanto silencioso perdido en la noche lluviosa, así es, no lo notaste, pero había comenzado a llover. Si controlabas el ánimo del cielo como lo habías dicho alguna vez, y yo me limité a decir: Si tú lo dices es porque es cierto amor.
Mourning Heart:
Mis ojos estaban en luto, no habías muerto, no había pasado nada, recién habías comenzado a llorar, y yo, ya había comenzado a imaginar mi vida sin ti.
Tus ojos estaban perdidos, no podías mirar hacia mí, tus ojos huían, como un gato callejero al sentir la presencia de un humano, su reacción es esconderse, y así eran tus ojos.
Lo más difícil es comenzar, siempre había dicho lo mismo, y tú, sin darte cuenta, habías dado el inicio de todo, porque yo no habría reaccionado, tal vez habría olvidado mis ganas asesinas al perderme en la fragancia de tu cabello, si tú, no hubieras notado también, que hoy era tu final.
Bed of Razors:
Comienza tu muerte.
Saqué el Pugio del bolsillo, y te alejaste, no corras –pensé, solo harás las cosas más trágicas. Te paraste lentamente, pero yo reaccioné con reflejos felinos, y te tomé por la muñeca. ¿No lo notaste? No lo hice con fuerza, te había dejado la posibilidad de escapar, estabas casi liberada, pero nunca te separaste de mi lado, en ningún momento, desde que te conocí, siempre estuviste ahí, irradiándome con tu presencia.
Nuestro amado Pugio, estaba consciente de la canción, sabía su papel. Moví mi mano hacia tu brazo, temblaba, me demoré en llegar, creo, pero lo conseguí al final. Te corté, tu pálida y delicada piel reaccionó al contacto de la afilada arma, pues se enrojeció ahí mismo, la cortada era profunda, estaba al nivel del busto, en tu brazo izquierdo. ¿Por qué el izquierdo? Tal vez quisieras saber. Es porque con esa mano escribías, no quería que al morir escribieras de lo mal que te habías sentido a mi lado, todas esas noches que estuviste bajo mi protección.
Oí un pequeño gemido, salir de tus labios amoratados, al unísono de un suspiro, que salió desde lo más profundo de donde algún día hubo un alma. Creo que los dos pensamos que te sacaría el corazón con una estocada, y después vimos la sangre en tu brazo, y nos calmamos un poco. No, fui solo yo. La verdad es que la sangre siempre te había excitado, y te sentías liberada.
Silent night bodom night:
¿Por qué dejaste el cuchillo en las manos de un desquiciado? A esta hora estaría pensando en cómo matarte si no lo hubieras puesto ahí. No importaba, nada importaba, solo estaba en busca del final, no quería que llegara, pero ya no había vuelta atrás.
La música me guiaba ¿Recuerdas? Y junto a esta canción el romanticismo acabó, así que no quedaba más, debía dejarme llevar. Ahora que había visto tu sangre, no podía parar. ¡El asesino quiere más! –me dije, entonces pensé: Qué rápido pasan las cosas, hace cuatro horas no era más que un tipo con los ojos apagados, y ahora soy un asesino cuyos ojos brillan junto al resplandor de tu sangre.
¡Una, dos, tres, cuatro putas puñaladas! Cada una en un lugar distinto, creo que no lo notaste, ¿Cómo ibas a notarlo? Yo si lo hice, cada una era simbólica, sin importar que me hubiera desviado unos centímetros, se aproximaban al lugar.
La primera fue en tu pierna izquierda, donde tenías un tatuaje en forma de botella de vodka, y decía “Absolut yours, Maxie”.
La segunda, fue en tu mano derecha, en la muñeca, gritaste de dolor ¿O placer? En todo caso, habíamos hecho Handfasting, estábamos unidos. Así romperíamos nuestro lazo terrenal, y podrías irte de este mundo en paz. Tú querías ir a Nirvana, aunque los dos supiéramos que en Valhalla había Hidromiel, pero no, te gustaba llevarme la contraria, o algo así.
La tercera en tu hombro, tratando de quitarte el peso que habías cargado siempre en la espalda, en todo caso, creo que no funcionó, creo que al quitarte el pie de apoyo, el peso solo cayó encima de ti, pues caíste al suelo, golpeando tu espalda, quebrando tus alas. Debí golpear tu hombro, y luego la pierna, la había cagado. Puta mierda. No era muy listo después de todo, y no le hice caso a mamá cuando dijo: tienes que prevenir, no hay nada como ir a la fija. Trip trip trip.
Una vez en el suelo, me puse encima de ti, para no dejarte mover, estaba en tus rodillas, de cualquier manera no te ibas a mover, estarías con migo hasta el final. Las tres primeras no habían sido importantes, eran heridas superficiales después de todo, cuanta más sangre corría, menos frio tenías, si había acertado esta vez. No era tan estúpido después de todo. La cuarta puñalada indicó que definitivamente todo se había ido a la mierda, y que estabas acabada, como habías deducido. Fue en el riñón, moví el brazo casi con calma, entonces pude sentir la resistencia de tu piel, como el Pugio te atravesaba, cada centímetro destrozado, la piel llenándose de pigmento rojo, indicando la presencia de los glóbulos, que habían acudido al instante. La sangre saliendo como si fuera una fuente de vino, salía apresurada, quería manchar el suelo, calmar mi sed, quitarte el frío. Quitarte la vida, desmaterializar tu sufrimiento, que siempre había sido mental, y ahora por fin se incorporaba en tu cuerpo.
En ytterst heftig sak
Después de apuñalear tu riñón, me quedé pensando, ¿morirías intoxicada? Qué final más inapropiado, la había cagado nuevamente. Al golpear tu riñón la orina comenzaría a salir, mezclándose con la sangre, intoxicándote lentamente, llegando hasta tu corazón, ¿Qué debía hacer? Esto se había vuelto un caso de extrema violencia, en todo caso, no había tiempo que perder.
Apuñalarte sin pensar parecía lo más prudente, pero, qué vulgar sería de mi parte, ¿Cómo me atrevería a improvisar el final de esta obra maestra que solo nos involucraba a ti, a mí, dándote como ultimo regalo algo producto de la mediocridad y la desesperación, en vez de terminar de forma pulida por última vez? Seguía divagando mientras tu cuerpo se intoxicaba, el tiempo importaba otra vez, pero lo había ignorado en el último acto, y no lo iba a incorporar para el final, me estaba atormentando; no me dejaba pensar, no sería protagonista ahora, y nunca lo fue en realidad.
Beautiful Death
No mueras mi amor, no aún –dije, mientras pensaba qué hacer, no habías pronunciado más que gemidos o gritos desde que todo comenzó
Quédate a mi lado –dijiste, quédate por siempre, no me dejes ir, déjate llevar, acompáñame en la soledad.
Estaba desesperado, tu voz era más dulce que nunca, puta mierda, estaba arrepentido, sentí como tu mano cogía el Pugio, y lo dirigías hacia mí, ¿Me ibas a matar? Haz lo que quieras, pensé, estaba destruido, estaba desesperado, estaba como mis sueños, totalmente vuelto mierda. Dirigiste el filo hasta mi brazo, donde estaba el lunar, a diez centímetros de la muñeca; me cortaste, presionaste fuertemente, y te detuve.
No hagas presión –dije, solo hará que mueras más rápido, no es el momento, la vida no es más que una hermosa muerte, no le quites la belleza, déjame decorar tus últimos minutos correctamente.
Nada de eso –dijiste, y llevaste mi brazo hasta tus labios, bebiste de mi sangre, me estremecí, sentía tus labios secos tocar mi piel, y tu lengua húmeda acariciar mi brazo, pero entonces te oí toser, y puta mierda, era el momento.
Bajé tu falda, torpemente, no podía hacerlo con una sola mano, y no te iba a decir: Oye, ¿Me ayudas a desvestirte para que pueda acabar de matarte?, la bajé apresuradamente, hasta que estuvo en el inicio del muslo, y tu región púbica estuvo presente. Llevé mi otra mano hacia el encuentro del brazo que estaba en tu boca, y ya no sabía si lo que estaba en tu cara pálida y angelicalmente trastornada era mi sangre, o la tuya, y no tenía tiempo de pensar en eso. Cambiando el arma de mano, y sintiendo el sudor caer en mis ojos, nublando la vista, hice una pequeña marca en donde quería cortar, y luego, como un niño que sopla una vela el día de su cumpleaños esperando inquiero a ver qué pasa, dirigí mi brazo hacia tu arteria femoral. ¿Recuerdas qué pasó? Acerté, y la sangre brotó desmesuradamente de la herida, manchando tus bragas, tu falda, tu piel, mi ropa, y mi vida, para siempre.
El lamento del vampiro
Quedaban 2 minutos aproximadamente para tu muerte, teniendo en cuenta el derrame de sangre de tu herida renal, y el sangrado no tan profundo, pero igualmente constante de la arteria, 2 minutos para tu muerte, 2 minutos para el final, 2 minutos para un giro de 180 grados que inconscientemente ya había dado, pero que solo comenzaría a notar en tu ausencia total.
Tosiste, la sangre se regaba en tu boca, y yo había apartado mi brazo, balbuceabas, me mirabas desesperada, las lagrima se mezclaban con tu sangre, tu cara parecía una copa en donde en cámara lenta se unían vino blanco y vino tinto.
Estoy –comenzaste a decir.
Estas muriendo –te interrumpí, por última vez; sin la más mínima sospecha del verdadero y trágico anuncio que te disponías a hacer.
No, huevón –dijiste, tu ánimo para hacer notar cuán tonto era, no sería opacado ni por la misma muerte. Estoy embarazada, terminaste de decir, casi sin voz, casi muda, casi como si junto a la sangre y la vida también perdieras el habla, o la habilidad para comunicarte.
¿Entiendes? Cuando te dije que me enloquecías, no mentía después de todo. No supe, en todo caso, si lo dijiste como una cínica broma antes del final, pues habías bebido toda la noche, o si en verdad, estabas embarazada y morías junto al legado de mi ser. En todo caso, en ese momento, perdí cualquier rastro posible de encontrar de cordura, y me volví total y definitivamente loco.
Me levanté frenético de tus piernas, la mente nublada, la habilidad de razonar perdida, la adrenalina al máximo, si alguna vez me hiciste caso cuando dije que no éramos más que animales, y por tanto no teníamos coherencia después de todo, y tu respondías que no era más que un animal tonto y feo, esta era la prueba total.
Warheart
Sin ningún recuerdo en mi mente de compasión o amor, mientras la oscuridad era mi guía y la muerte estaba a mi lado, al lado tuyo, sentada pacientemente en la habitación, me senté como un japonés que se dispone a disfrutar una taza de té verde, con toda la etiqueta, las piernas juntas, la espalda erguida. Entonces tomé el Pugio con ambas manos, y con la velocidad de una serpiente que se abalanza a comer a su presa, comencé a apuñalear tu vientre, de forma brutal, una y otra vez, 17 puñaladas en tan solo un instante. Puta mierda ¿Qué me pasó? Cuando reaccioné y vi mi obra de arte, destruida por la insensatez, mi rostro se inundó de lágrimas, y por primera vez en la vida, supe lo que la gente experimentaba al llorar. Irónico ¿No?
Venecia sin ti
Sostuve tu cabeza delicadamente en mis manos, mientras morías rápida y escandalosamente, tus labios estaban cálidos, y había un pequeño asomo de paz en tus ojos, nunca entenderé por qué. Acerqué mi cara a la tuya, como tratando de decirte, que puta mierda, recién me daba cuenta lo mucho que te extrañaría, cuando ya todo estaba hecho. Terminé de acercarme, pero ya no había fuego en tus ojos, se estaba extinguiendo lentamente, acerqué mis labios a los tuyos, y los besé por última vez, con los ojos cerrados, pero tus labios estaban fríos, muertos, habías dejado de existir.
Cómo decirte ahora
¿Cómo podría explicarte ahora, que habías dejado de existir, que cada uno de mis actos fue realizado pensando en ti? ¿Cómo podía mostrarte, el reflejo final de mi mente? Nada que hacer, no tenía nada más que hacer; así que comencé a contarte mi historia, mi versión de los hechos, esperando algún día poder leer los tuyos, escritos en el firmamento.
Mientras todo estaba manchado con tu sangre, y todo tenía tu recuerdo, me quedé pensando intranquilo, qué sería de mi. Comencé a hablarte, y ahora heme aquí, pensando un poco en todo y ¿Sabes qué amor? Hoy es 26, hoy era nuestro aniversario, hoy, estaré solo por primera vez, y definitivamente. Hoy no habrá celebración, hoy no hay felicidad, hoy, por primera vez desde que tengo memoria, ya no podré decir tú y yo.
Aunque esté solo, tu recuerdo está aún en mí, y creo que por primera vez, te hice caso, y dejé de hablarle al vacío; comencé a hablarle a tu recuerdo. El pasado está pisado, me he repetido constantemente desde hace unos minutos más que siempre lo he hecho, durante toda mi vida, el presente es ya, es ahora, es mirar mi reflejo a través de tus ojos muertos; y como decía el gato demente del libro aquél que tanto te gustaba, el futuro es pura y física mierda.
Wanderer
Así que, aquí estoy yo, haciendo un nuevo inicio, empezando desde el final, una nueva vida, o lo que podría decirse, queda de ella. Recordando eternamente, toda la belleza que hoy he dejado atrás. No te dejaré sola, se que te aburrirías, por eso te diré siempre, cuan monótono se volvió todo desde que no estás aquí, por eso, al igual que esta noche, te hablaré cada noche de luna nueva, y te diré qué fue de mi, desde aquella noche en que cerré los ojos a tu lado, para evitar verte morir.
Dedicado a todas aquellas personas que algun día les dije adiós. A todos los que sintieron la estrella nórdica brillar fuerte en su corazón, a esas dos personitas que me leían el día de hoy mientras estaba escribiendo y decían en todo momento que les gustaba. Y especialmente dedicado a alguien que el día de hoy ya no está en mi vida... pero que independientemente si vuelve o no a ella, cuando lo comencé a escribir le dije que sería así, y después de todo, así fue. En la parte de abajo hay una pequeña dedicatoria para ella, en el post anterior.