lunes, 17 de octubre de 2011

Prosa pérfida desvariante.

El sonido barroquiano del clavecín me introdujo lentamente en un mundo irreal y paralelo, caí en sopor. En la seguridad del sopor, no me sentí perseguido, de repente, ya no estaba solo, y me dormí. No estaba en un lugar en específico, y no podía distinguir la época, todo parecía extrañamente igual, en el vacío. ¿Estaba realmente dormido? No sentía diferencia alguna, aparte de esa extraña sensación de tranquilidad, no era familiar para mí, no hacía parte de mi realidad, y por eso supe que estaba soñando.
Soñé que ella seguía aquí, viviendo, que era la luna, y yo era sol y estrellas, me vi a mí mismo a su lado, la protegía, mis brazos se entrelazaban en su cuello, y ella respiraba despreocupada. Soñé que había una sonrisa en sus labios; una sonrisa sincera y totalitaria, no había espacio para la tristeza en ella, porque, en este extraño sueño, la cálida caricia incorpórea de su risa, era el único sentimiento que salía de sus labios, y en sus ojos no había vacío ni melancolía ocultándose detrás de esa máscara que ella tenía para no hacerme notar que gracias a mí, era miserable.
Soñé que no había un nudo que quemaba mi garganta, ni un agujero negro en mi pecho que congelaba mi corazón, y mis venas, porque, en ese lugar, ella se encontraba conmigo, y ella curaba mis heridas, y purificaba mi sangre y que en ese entonces, mi existencia no se resumía ni encajaba a la perfección, en la palabra perfidia, porque ella hacía de mí alguien mejor.

Al despertar, noté que estaba soñando con el pasado una vez más, en esa época en la que mi cielo todavía no me había traicionado, y el veneno que se desprendía de mis besos, no había marchitado su cristalino corazón. Al despertar, recordé que cuando ella se fue, mi vida se apagó.

N/a: la ultima frase hace referencia a erase una vez el amor, pero tuve que matarlo.
Helga, shafka jalan atthirari anni. <3

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