miércoles, 29 de septiembre de 2010

Acerca de este pútrido Blog.

Well, esto NO es un escrito. Ni un poema, ni nada. Es una pregunta que me hizo una persona que quiero mucho, la cual, nunca pensé que me harían. Como es correspondiente al contenido de esta 'cosa' se me hace prudente publicarla. De todas formas, y teniendo en cuenta que nadie lee esta cosa, su existencia o no acá, no cambiará absolutamente nada.

Fanie:

¿Por qué la mayoría de tus escritos se tratan de silencio, mujeres derramando una sola lágrima y sangre? No mal interpretes, me gustan mucho todos.

Mi respuesta:

No me había dado cuenta de lo de las lágrimas ahora que lo dices; en todo caso... creo que todos hablan de la misma mujer, enmarcada en personajes diferentes, y well, la sangre, tal vez es porque es algo que me fascina; a la persona que iban la mayoría de esos escritos le fascinaba también, y le solía escribir a ella sobre eso. Porque a los dos nos encantaba la idea de morir, y bueno.. ¿Por qué una muerte estéril y sin gracia en una clínica o una cama con mucha senilidad? Yo preferiría en todo caso una muerte con sangre, sentirla correr lento, sin presiones, con calma, la sangre fluyendo cálida y lenta, mientras se acerca a la muerte... También hay frío casi siempre, ¿Por qué? Porque me encanta, quisiera morir desangrándome en el hielo, y ver como éste se va tiñendo con mi sangre. Pero supongo que son cosas que nunca pasarán, y well, he dejado de escribir como lo hacía antes por... no se, además de aquella escritura tan monotemática mía, tu sabes; las cosas cambian, la gente cambia, la inspiración desaparece y well... Como era de esperarse, todo se quedó en palabras en un blog monótono y mal arreglado que -casi- nadie lee, en todo caso; no estoy triste por eso, solo recalco la ironía de las cosas, y vuelvo a acariciar la idea de morir en batalla con una espada -cosa que tampoco pasará-

Parece que le estuviera hablando a esa persona, pero no, te comento a tí y como raro me extiendo en las cosas.... debería aprender a hacer un resumen, y omitir las cosas subjetivas o irrelevantes, perdoname.

Se me olvidó agregar: El último -Dämmerung- es para una persona totalmetne distinta. Obviamente, este último dato es igual de irrelevante que toda la demás información aquí plasmada.

martes, 21 de septiembre de 2010

Dämmerung

En verdad... ha pasado tanto tiempo; pero lo recuerdo, como si hubiera sido ayer. Ah, aquella noche. Cada vez que veo la luna, un impulso nervioso me recorre y estoy de nuevo en aquella habitación. Inexorablemente, siempre en el mismo lugar, solo una vez como partícipe, todo un siglo como observador.

No se si es alguna especie de castigo, no se si a esto le llaman karma. En todo caso, era para mi, un placer tan grande e intenso, que aveces llegaba a lastimarme. Me desesperaba en ocaciones, como me desesperaba en otras cuando todo se estaba acabando y la sombra de la ilusión se iba desvaneciendo, y yo volvía a la realidad.

La lúgubre sala, era debilmente iluminada por la luna, una luna llena y perfecta como la de esta noche, su luz entraba grácil por entre las ventanas sin cortinas, el intenso tono negro que rodeaba aquella pequeña sala, ahora se tornaba gris. En realidad, nuestra vida giraba en blanco y negro. Pasaba en blanco y negro; acabaría en blanco y negro.... ¿o no?

Los rayos de luz de la luna, eran aún más fuertes que los del sol en verano, o así me parecía. En todo caso, el metal de los cuchillos y los candelabros de la mesa, reflejaban aquella luz. La daga los reflejaba también. Las copas, transparentes e inmaculadas, podían reflejar, en cambio, el color de tus ojos..., que tal vez, si hubiera sido un poco más temprano, se habría visto de su color original, un violeta místico, no como otro gris más profundo, como sucedía en este momento.

¿Podré algun día, encontrar las palabras para definir, qué sentía en ese momento, y qué sentí después, con total exactitud? Lo dudo... aún así, sigo haciendo todo lo posible.

Mientras el sonido del cielo adornaba el entorno, oía los débiles suspiros que salían de tus labios, como poemas camuflados entre la bruma. Y una vista aún más inquietante que la mísma escena del comedor la ventana la luz y los reflejos, era observar tu cuello. Aquél cuello en el que fluía la pasión, eso mismo. La sangre traducida en pasión, me pedía a gritos que la tomara, me imploraba que la bebiese, y tal vez... la lujuria fue más fuerte que yo. Me pareció una idea sencillamente encantadora. ¿Cómo podría decirle que no? Aquella era la bebida que se encontraba en el caliz prohibido del deseo. Aquella, era la llave de la libertad. Aquella; era nuestra entrada al bosque del olvido.

Mientras contemplaba la idea, una y otra vez; un sonido rompió el silencio de la noche. Era el llanto de un cuervo, imnótico y poderozo. Su canto me advirtió de cuan sabia era la desición, -hazlo- decía y yo; no hice más que obedecer a mi institno. Sigo preguntándome si aquél cuervo era mi subcosnciente, o si en verdad estuvo ahí.

Recuerdo haberme deslizado como una sombra, haber posado mi mano sobre la tuya,haber subido lentamente desde tu muñeca hasta tu hombro, subí lentamente hasta el cuello.... y con mi otra mano, desvié tu cara hacia la mía, te besé. Nos fundimos en un beso tan profundo como la oscuridad del universo; entonces, rápidamente, mientras la mágia efímera del último beso mortal duraba, desgarré lentamente el cuello con mis dedos, sentí como se rasgaba la piel, tuve la segunda sensación cálida de toda la noche: La primera habían sido tus labios, la segunda era tu sangre en mis dedos.

Mientras hacía el corte, se escapó el más apasionado suspiro que haya sentido. Creí que el universo nacería de nuevo después de esto; ¿No fue así?. Rápidamente, sin perder un segundo, pero con la misma delicadeza que habia subido, baje mis labios hasta tu cuello, y lo mordí, para crear una insición mayor, para poder beber.

Por pirmera vez en la noche, y en realidad, en mucho tiempo; hubo un color además de los negros grises y blancos: el profundo carmín que emanaba de tu cuello hacia mis labios y manchaba tu piel, era ahora dominante en aquella lúgubre habitación, y mientras tu me dabas un suspiro en el que fluía tu vida hacia mi, yo; te daba el abrazo de la muerte, el gélido beso que te llevaría más allá.

Mientras los dos nos fundíamos en ese ligero hilo entre la vida y la muerte, fuimos transportados al bosque del olvido. Un bosque que solo habitaría en nuestros seres incorpóreos, en nuestras mentes inmortales. Porque al igual que el bosque, nuestra existencia había sido olvidada hace mucho. Y ahora; ni siquiera existíamos, no en esa dimensión de la que acabábamos de salir, por lo menos.

El mágico y arcano bosque del olvido, estaba abajo del cielo de la noche triste, abajo de una luna carmesí; rodeado de nubes de suspiros, adornado por las melancólinas estrellas violeta de lo más recóndito del universo, iluminado por tus ojos, protegido por el fuego azul y la aurora boreal.

Sigo sin saber cuanto tiempo ha pasado: no existe en esta dimensión. Mientras más nos adentramos en el bosque, más olvido mi vida de mortal. Solo recuerdo mi inexistencia junto a tí, solo ella tiene significado. Lo he olvidado absolutamente todo. Menos, claro; aquél recuerdo de esa noche que me viene a la mente junto a la luna, en la que nuestra vida a blanco y negro dejó de existir, cuando fue adornada con tu enigmática sangre carmín.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Sin titulo.

Allí estabamos otra vez, en la oscuridad de esa habitación, solo iluminada por la moribunda luz de una vela, que cambiaríamos dentro de poco, una y otra vez. El tiempo pasaba igualmente denso, igualmente pesado, igualmente fatigándonos, igualmente incambiable. Igualmente abrumador, monotono.

Aún así, siempre estabamos ahí, aunque nada cambiara, nosotros tampoco lo hacíamos, lo único distinto era la posición de las agujas del reloj. Ese gran reloj viejo en la pared del fondo, no sabíamos cuanto tiempo llevaba ahí... tampoco sabíamos cuánto tiempo llevábamos nosotros ahí, solo sabíamos de manera incosciente del abrumador peso de la realidad. Pero nos negábamos a verla... hasta el momento que decidí, dejar esa pequeña máscara de fingida felicidad que llevábamos el uno para el otro y ví más allá.

Ahora, consciente del sonido inagotable del reloj, ese viejo reloj que seguía cada segundo, como siguen moviendose las estrellas en el cielo, no hacía nada más que hacerme desear fundirme en mis pensamientos, su sonido desesperante, me invitaba a fundirme en la mente: analizar nuestra triste existencia.

Llevábamos mucho tiempo juntos, o tal vez, no mucho, solo el suficiente. Da igual, en todo caso, ahora que me ponía a pensar en ello y veía adelante del velo en el que vivíamos me había dado cuenta de algo: éramos como dos fichas de domino. Eso me hizo alegrar por un momento pero, después fui más allá, y descubrí algo un poco peor: Eramos dos fichas totalmente diferentes, no había forma en nosotros de encajar, no había lugar en esta lúgubre habitación para que pudiesemos existir los dos al tiempo. Los dos lo sabíamos, pero esa era la realidad que habíamos decidido evitar, y tratar de inventar otra realidad más complaciente pero aún más debastadora con el paso del tiempo. Tal vez... la rutina y la monotonía serían un lazo más fuerte que el que podría haber si fuesemos fichas iguales. Estábamos equivocados.

Mientras mi mirada estaba perdida en las agujas del reloj y él seguía indicando que el tiempo no se había detenido, y tu mirada buscaba en mi como si fuese un libro, tratando de explciarte qué estaba pensando, volví a la dimensión de la cual nunca debí salir; la habitación, ahora, con un conocimiento frío y crudo del cual huimos por indeterminado tiempo, no podría volver a sonreír de la forma ingenua que lo había hehco antes, tal vez... ese amor era real pero estaba enfermo y condenado, y su condena eramos tu y yo.

Una de las dos velas que nos brindaban la poca luz que teníamos se apagó, y entendí que con ella... se había apagado también la máscara que llevé por tí todo este tiempo. Un destello de cordura: Un acto racional, a media luz como estábamos ahora, y con la duda invadiendo tu rostro, me di cuenta que la única forma de salir de esta mentira sería la muerte. Y yo ya estaba muerto, muerto como ese amor enfermo que teníamos tu y yo, el cual se desvaneció con la vela, y con la máscara, y con la sonrisa de mi rostro, dejando en el tuyo una pequeña lágrima. Una fría y triste lágrima de inquietud, de soledad... Porque, estábamos al lado tu y yo pero, estar cerca a alguien no es lo mismo que estar acompañado... y lo único que pudimos ver claramente en esa reducida habitación, era que habíamos estado solos todo este tiempo... Que la pesadilla en la que el lobo había devorado al cuervo se había vuelto realidad. El lobo era ese reloj, era el tiempo, era la habitación, eran los segundos que no se detenían, eran los besos rotos, eran los tristes silencios, eran los suspiros restringidos, era nuestra realidad maldita, era aquél dominó. El lobo era ver a través de tus ojos y entender que como cualquier otro amor, necesitaba un imposible, y ese imposible éramos tu y yo. El lobo era, después de todo, el puñal que estaba sobre la mesa. Y el cuervo era nuestro amor enfermo y quebrado.

El silencio. Un suspiro. El reloj. La luz. La oscuridad. Tu. El puñal. Las horas. Los días. Los recuerdos. Un final.

Sin nada más que decir, sumergidos en la amargura del adiós, te entregué la salida de esta pútrida dimensión y espacio tiempo en el cual nos habíamos encontrado. Cogí el puñal y me acerqué lentamente, sabías que iba a pasar pero no hiciste nada, lo estabas esperando desde el momento en que la lágrima salió, tal vez llorabas porque estabamos al lado del otro pero no estabamos juntos, y después de este momento, ni siquiera eso tendríamos... Ni siquiera habría otra persona al lado de nuestra soledad. Lo entendí, las lágrimas fluyeron de mi también y nublaron mi vista, pero no mi determinación, la desición estaba tomada y esta vez si tenía oportunidad de hacer algo. Esta vez no sentiría la frustración de no poder apaciguar tu dolor, de no poder secar tus lágrimas, de no darle calor a tu corazón. No sentiría la frustración de no ser el mismo tipo de ficha que tú, la frustración de estar aquí atrapados, de no poder salir e ir hacia el hielo, de no poder morir congelado por hipotermia estando a tu lado. La frustración de no poder eliminar la tristeza, de alivianar el sufrimiento. La frustración de saber que te amo y me amas, pero que el imposible en esta historia somos tu y yo. La frustración de seguir oyendo el sonido del reloj.

Mientras se apagaa la última vel,a que tal vez estaba ligada a tu vida, apuñalé tu cuello, desgarré tu corazón, una puñalada por cada manecilla en el reloj. Me quedé simplemente observando que te ibas para siempre, por mi culpa, que ahora, ese reloj sonaría cada vez más duro, mostrándole a mi cerebro la imágen de tu recuerdo. Un último beso roto, un último suspiro para nuestro amor quebrado. Mientras mis manos se teñían de carmín, de rojo oscuro, y mi alma alumbraba con la intensidad de una luna carmesí, tus labios se teñían de azul, y tu piel perdía color. El fuego en tus ojos se apagaba, tus labios tomaron forma para decir unas ultimas palabras, con tu voz apagada y moribunda con un último esfuerzo, una delicada despedida, un hasta luego, un corto adiós. Pero en ese momento la muerte te abrazó.
Tal vez al morir no importe que no seamos la mísma ficha en el dominó. Tal vez, solo tal vez, después de morir, no tengamos que compartir la soledad, porque tal vez... Solo tal vez, después de morir y volvernos incorpóreos, ese roto amor de suspiros restringidos, tenga un lugar en esa dimensión, tal vez, solo tal vez, en el reino de la muerte los equívocos e imposibles tengan un lugar... Por eso te mato hoy, para que te encuentres en el más allá, con mi necrótico corazón.