En verdad... ha pasado tanto tiempo; pero lo recuerdo, como si hubiera sido ayer. Ah, aquella noche. Cada vez que veo la luna, un impulso nervioso me recorre y estoy de nuevo en aquella habitación. Inexorablemente, siempre en el mismo lugar, solo una vez como partícipe, todo un siglo como observador.
No se si es alguna especie de castigo, no se si a esto le llaman karma. En todo caso, era para mi, un placer tan grande e intenso, que aveces llegaba a lastimarme. Me desesperaba en ocaciones, como me desesperaba en otras cuando todo se estaba acabando y la sombra de la ilusión se iba desvaneciendo, y yo volvía a la realidad.
La lúgubre sala, era debilmente iluminada por la luna, una luna llena y perfecta como la de esta noche, su luz entraba grácil por entre las ventanas sin cortinas, el intenso tono negro que rodeaba aquella pequeña sala, ahora se tornaba gris. En realidad, nuestra vida giraba en blanco y negro. Pasaba en blanco y negro; acabaría en blanco y negro.... ¿o no?
Los rayos de luz de la luna, eran aún más fuertes que los del sol en verano, o así me parecía. En todo caso, el metal de los cuchillos y los candelabros de la mesa, reflejaban aquella luz. La daga los reflejaba también. Las copas, transparentes e inmaculadas, podían reflejar, en cambio, el color de tus ojos..., que tal vez, si hubiera sido un poco más temprano, se habría visto de su color original, un violeta místico, no como otro gris más profundo, como sucedía en este momento.
¿Podré algun día, encontrar las palabras para definir, qué sentía en ese momento, y qué sentí después, con total exactitud? Lo dudo... aún así, sigo haciendo todo lo posible.
Mientras el sonido del cielo adornaba el entorno, oía los débiles suspiros que salían de tus labios, como poemas camuflados entre la bruma. Y una vista aún más inquietante que la mísma escena del comedor la ventana la luz y los reflejos, era observar tu cuello. Aquél cuello en el que fluía la pasión, eso mismo. La sangre traducida en pasión, me pedía a gritos que la tomara, me imploraba que la bebiese, y tal vez... la lujuria fue más fuerte que yo. Me pareció una idea sencillamente encantadora. ¿Cómo podría decirle que no? Aquella era la bebida que se encontraba en el caliz prohibido del deseo. Aquella, era la llave de la libertad. Aquella; era nuestra entrada al bosque del olvido.
Mientras contemplaba la idea, una y otra vez; un sonido rompió el silencio de la noche. Era el llanto de un cuervo, imnótico y poderozo. Su canto me advirtió de cuan sabia era la desición, -hazlo- decía y yo; no hice más que obedecer a mi institno. Sigo preguntándome si aquél cuervo era mi subcosnciente, o si en verdad estuvo ahí.
Recuerdo haberme deslizado como una sombra, haber posado mi mano sobre la tuya,haber subido lentamente desde tu muñeca hasta tu hombro, subí lentamente hasta el cuello.... y con mi otra mano, desvié tu cara hacia la mía, te besé. Nos fundimos en un beso tan profundo como la oscuridad del universo; entonces, rápidamente, mientras la mágia efímera del último beso mortal duraba, desgarré lentamente el cuello con mis dedos, sentí como se rasgaba la piel, tuve la segunda sensación cálida de toda la noche: La primera habían sido tus labios, la segunda era tu sangre en mis dedos.
Mientras hacía el corte, se escapó el más apasionado suspiro que haya sentido. Creí que el universo nacería de nuevo después de esto; ¿No fue así?. Rápidamente, sin perder un segundo, pero con la misma delicadeza que habia subido, baje mis labios hasta tu cuello, y lo mordí, para crear una insición mayor, para poder beber.
Por pirmera vez en la noche, y en realidad, en mucho tiempo; hubo un color además de los negros grises y blancos: el profundo carmín que emanaba de tu cuello hacia mis labios y manchaba tu piel, era ahora dominante en aquella lúgubre habitación, y mientras tu me dabas un suspiro en el que fluía tu vida hacia mi, yo; te daba el abrazo de la muerte, el gélido beso que te llevaría más allá.
Mientras los dos nos fundíamos en ese ligero hilo entre la vida y la muerte, fuimos transportados al bosque del olvido. Un bosque que solo habitaría en nuestros seres incorpóreos, en nuestras mentes inmortales. Porque al igual que el bosque, nuestra existencia había sido olvidada hace mucho. Y ahora; ni siquiera existíamos, no en esa dimensión de la que acabábamos de salir, por lo menos.
El mágico y arcano bosque del olvido, estaba abajo del cielo de la noche triste, abajo de una luna carmesí; rodeado de nubes de suspiros, adornado por las melancólinas estrellas violeta de lo más recóndito del universo, iluminado por tus ojos, protegido por el fuego azul y la aurora boreal.
Sigo sin saber cuanto tiempo ha pasado: no existe en esta dimensión. Mientras más nos adentramos en el bosque, más olvido mi vida de mortal. Solo recuerdo mi inexistencia junto a tí, solo ella tiene significado. Lo he olvidado absolutamente todo. Menos, claro; aquél recuerdo de esa noche que me viene a la mente junto a la luna, en la que nuestra vida a blanco y negro dejó de existir, cuando fue adornada con tu enigmática sangre carmín.